Las bombas caen igual para todos en Ucrania, pero el apoyo que reciben quienes huyen de ellas no es equitativo. Hay refugiados que son acogidos con abrazos en las fronteras y otros con disgusto. Hay autobuses dispuestos a trasladar a unos y a otros no. Hay alojamientos de primera y otros de tercera. Hay mujeres como Olena que rememoran el ruido de las bombas en sus cabezas y esperan un poco más de solidaridad.
La peor parte, la del rechazo y la sospecha, se la llevan los gitanos de Ucrania, un grupo que se enfrenta históricamente a la discriminación en su país de origen y también en los de acogida, como es el caso de Moldavia. La segregación es tan profunda que allí hay centros de acogida reservados exclusivamente a ucranianos no gitanos y otros para la población romaní refugiada.
Lo sabemos bien porque trabajamos en uno de ellos, en Chisinau, la capital del país. Se trata de un edificio universitario en desuso que carece de instalaciones esenciales y baños suficientes para las 100 personas que duermen allí. Las organizaciones locales a las que apoyamos, como la plataforma de mujeres gitanas Romni, deben hacerse cargo de las necesidades más básicas ante el desinterés de las autoridades moldavas.
Antes de llegar a este centro muchas de las mujeres y niños gitanos han tenido que esperar días en la frontera. Eso le ocurrió a Olena y su familia, que recuerda el camino andando por falta de medios, que llora cuando de nuevo suena el estruendo de la guerra en su memoria, que quiere quedarse en Moldavia hasta que todo pase y que sus nietos puedan ir al colegio en ese país.
El trato que reciben es claramente distinto al de sus compatriotas y por eso también apoyamos una red de transporte desde el paso fronterizo de Palanca y una línea de asistencia telefónica específica para refugiados gitanos.
Refugiados de tercera categoría
Algunos de ellos no podrán hacer uso de ese transporte porque, de momento, no tienen opciones de moverse hacia terceros países. A pesar de que han nacido y vivido durante generaciones en territorio ucraniano, son personas oficialmente apátridas. Por increíble que parezca, tras la disolución de la URSS, las leyes de nacionalidad de las antiguas repúblicas soviéticas dejaron a grupos de población fuera, especialmente a los gitanos. No es algo anecdótico, en Ucrania había antes de la guerra alrededor de 30.000 gitanos y gitanas sin documentación.
Muchos de ellos se encuentran ahora acorralados sin ayudas en la república moldava de Transnistria, una región separatista limítrofe con Ucrania. Los controles de fronteras son allí especialmente estrictos por lo que es imposible cruzar sin la documentación. A través de la Fundación de Sensibilización Gitana damos atención humanitaria y asesoramiento legal a quienes están atrapados entre dos fronteras. Ese apoyo es ahora más urgente que nunca, a la vista de los recientes ataques en Transnistria que podrían abocar a esa región a la guerra.
Recibir asistencia oficial, acogerse al sistema de ayudas para refugiados y recuperar parte de la normalidad perdida debería estar garantizado para todos los refugiados y refugiadas que huyen de una situación tan traumática con la guerra de Ucrania. La realidad nos muestra, sin embargo, que hay refugiados de tercera categoría y por eso desde Alianza por la Solidaridad Actionaid nos comprometemos a darles el apoyo que necesitan.