A pocos días de concluida la Cumbre Iberoamericana de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno, celebrada en Santo Domingo (República Dominicana), es oportuno realizar un balance de la misma.
Los factores que tradicionalmente se emplean para medir el éxito de una cumbre se relacionan con la asistencia a la misma. Algunos medios se han centrado en la ausencia de los presidentes de Brasil, Lula da Silva, (por coincidir con un viaje a la República Popular China) y México, Andrés López Obrador, (cuyo presidente no suele abandonar el territorio nacional).
Pero lo cierto es que en República Dominicana estuvieron representados los 22 países que conforman la comunidad iberoamericana. Sus delegaciones estuvieron encabezadas por trece presidentes, dos jefes de Estado, dos vicepresidentes y seis ministros de Relaciones Exteriores.
Sin embargo, el éxito de una reunión de alto nivel debería medirse por la existencia –o ausencia– de resultados concretos e identificables. Al respecto cabe hacer presente que en Santo Domingo se aprobaron dos Cartas iberoamericanas:una sobre principios y derechos en los entornos digitales y otra sobre la preservación del medioambiente para las generaciones futuras.
Además, se dio el visto bueno a una ruta crítica para alcanzar la seguridad alimentaria en la región y a un comunicado especial que fija una posición común respecto de la necesidad de cambios en la arquitectura financiera internacional.
Adicionalmente, se acordó la tercera versión del Programa de Acción Cuatrianual de la Cooperación Iberoamericana (PACCI), que sistematiza y orienta la valiosa e innovadora cooperación iberoamericana que se desarrollará durante los próximos cuatro años.
Otro indicador de la utilidad y la vitalidad de los foros internacionales tiene que ver con su utilización para el planteamiento y discusión de las temáticas contingentes que afectan e interesan a los países que los integran. La crisis migratoria que afecta a la región (tema de particular interés para la mayoría de los países), la situación de Haití (la posición de República Dominicana concitó el respaldo e incluso el aplauso de las delegaciones presentes) y la guerra en Ucrania (mencionada por más de una docena de líderes), fueron abordadas durante la sesión plenaria.
Hay que mencionar también la participación especial del Alto Comisionado de la Unión Europea, Josep Borrell, quien intervino en la sesión plenaria enfatizando la importancia de que América Latina y Europa refuercen sus instancias de cooperación, superen sus debilidades mutuas y se conviertan en socios cada día más fiables, para afrontar juntos los tres grandes desafíos que enfrenta el mundo: el cambio climático, la revolución tecnológica y la cohesión social.
Finalmente, la declaración le da un impulso a la presidencia de España del Consejo de la Unión Europea durante el próximo semestre, uno de cuyos focos será el relanzamiento de las relaciones entre Europa y América Latina.
La Cumbre de Santo Domingo reafirmó, así, la consolidación de un espacio privilegiado para el diálogo político en el que se adoptan resoluciones que impactan favorablemente la vida de los ciudadanos, se fijan posiciones en el ámbito internacional y se trazan trayectorias para el trabajo conjunto.
En resumen, un proyecto que, durante los últimos 30 años, ha mantenido plena regularidad, sin interrupciones de ninguna naturaleza, que vale la pena preservar y proyectar.
***Andrés Allamand es secretario general Iberoamericano.