La lucha contra el cambio climático provocado por el calentamiento global, consecuencia principalmente de las emisiones de gases de efecto invernadero, ha puesto en jaque a empresas, instituciones y, en general, a toda la sociedad en su conjunto. Lograr una economía global más sostenible con bajas o nulas emisiones que nos permita alcanzar una neutralidad climática a través de la descarbonización es un objetivo común y, en este reto, la movilidad desempeña un pilar fundamental.
Aunque la electrificación se ha erigido como pilar fundamental para impulsar la transición energética y descarbonizar la economía en sustitución de los combustibles fósiles, poniendo el foco de forma sustancial en el vehículo particular, conviene preguntarse qué podemos hacer para descarbonizar el transporte pesado (marítimo, aviación y carretera), que es el responsable del consumo del 75% del combustible fósil.
Es en este punto donde garantizar la neutralidad tecnológica y diversificar la búsqueda de nuevos vectores energéticos se convierten en requisitos indispensables para alcanzar los objetivos.
Una de las principales alternativas pasa por el uso de combustibles sostenibles bajos o neutros en carbono, aquellos que en su utilización liberan el mismo CO₂ que han absorbido las materias primas empleadas para su producción (tales como aceites usados). O de combustibles sintéticos producidos a partir de CO₂ capturado, ya sea de un proceso industrial o directamente del aire.
Este tipo de combustibles son una opción demostradamente válida para descarbonizar el transporte pesado, así como la única solución posible y eficaz en el corto plazo para hacer lo propio en el sector aéreo y marítimo. Otro de sus beneficios es que son compatibles con las infraestructuras actuales y con todo el parque móvil existente.
Potenciar el uso de combustibles sostenibles, además de los beneficios citados, trae consigo una gran oportunidad para reindustrializar España, con especial énfasis en zonas demográficamente vulnerables como es el caso de la España Vaciada.
En este sentido, nuestro país tiene la oportunidad de ser un centro de producción de combustibles sostenibles y un auténtico hub energético capaz de liderar las tecnologías de bajas emisiones, dando continuidad tanto a las infraestructuras existentes como a los actuales medios de transporte y su industria, y optimizando el coste de la transición energética para el usuario final.
Otra opción complementaria, tanto a la electrificación como al uso de los combustibles sostenibles anteriormente citados, es el hidrógeno, que producido a partir de energía renovable se convierte en lo que conocemos como hidrógeno verde. Este vector energético presenta varios atractivos para la descarbonización del transporte pesado.
En primer lugar, es fácilmente almacenable y se puede emplear para crear combustibles sostenibles como el metanol verde, utilizado como combustible en el transporte marítimo de una manera no contaminante. En este aspecto, España puede ser uno de los países más beneficiados del auge del hidrógeno verde gracias a su capacidad para crearlo y almacenarlo, lo que podría convertir a nuestro país en uno de los principales polos de distribución de hidrógeno y sus derivados en todo el mundo, además de posibilitar la descarbonización del transporte marítimo.
La fabricación del hidrógeno verde también ofrece otra ventaja para el sector de la movilidad que, incluso, podría llegar a ser igual de eficiente que los motores diésel convencionales, y es que puede ser empleado para volver a producir electricidad mediante pilas de combustible. Esta posibilidad abre la opción de desarrollar esta tecnología para posibilitar el transporte pesado en camiones y otros vehículos.
En el ámbito de la aviación, la utilización de los biocombustibles es, en estos momentos, la opción mejor posicionada para sustituir al queroseno tradicional. Estos combustibles, denominados SAF por sus siglas en inglés, están adquiriendo cada vez una mayor popularidad y varias compañías aéreas, e incluso la propia Exolum a través de su plataforma Avikor, ofrecen ya el uso de este tipo de combustible a los viajeros. El SAF tiene como principal ventaja la reducción de las emisiones de CO₂ a la atmósfera hasta en un 80% con respecto al queroseno tradicional, con lo que adoptar mayoritariamente estos biocombustibles supondría convertir al avión en un medio de transporte sostenible.
El sector del transporte se encuentra inmerso en un proceso de transformación hacia la descarbonización en el que es de vital importancia que todas las opciones se tengan en cuenta: electrificación, hidrógeno y, por supuesto, ecocombustibles.
Garantizar el principio de neutralidad tecnológica, así como apoyar la inclusión de los ecocombustibles entre las tecnologías contempladas en la Ley de Industria 'Net Zero' es absolutamente imprescindible para garantizar el éxito de la transición energética en el ámbito del transporte.
***Andrés Suárez, Global Strategy & Innovation Lead en Exolum.