El destino de todos los organismos vivos, vegetal o al animal, en la última etapa de la vida es experimentar una decadencia progresiva que sirve de preludio del cese de toda actividad vital. En el caso de los seres humanos este declive es llamativamente dramático y, probablemente, más acusado que en el resto de los entes vivientes del planeta.
Desde la antigüedad, ha sido un deseo alargar nuestra esperanza de vida, cosa que hemos logrado con pequeños cambios y grandes descubrimientos. Lavarnos las manos —un minúsculo cambio— y descubrir los antibióticos —un paso de gigante—, nos han regalado décadas de vidas no estipuladas en la 'progamación' original de la humanidad. Mas, todo avance suele tener una cara B. Somos más longevos, pero sufrimos otras patologías que no aparecen en la juventud como son algunos tipos de cáncer y las enfermedades neurodegenerativas. Además, el dichoso espejo no nos engaña.
Según Rita Levy-Montalcini, una neurocientífica italiana que mereció el premio Nobel por sus contribuciones en el estudio del cerebro, tres son los motivos por los que la decadencia asociada a la edad es más acusada en los humanos: nuestra longevidad con respecto a la mayoría de especies que nos rodea, la degradación que sufren nuestros órganos por el uso y el injusto rechazo que se tiene hacia los ancianos.
En tono con el último motivo alegado por Levy-Montalcini, no es un secreto que la sociedad desprecia la arruga, por mucho que se diga que es bella. Tampoco se pueden ocultar los empeños de una gran parte de las personas adultas por aparentar menos edad, tener una piel tersa, un cuerpo vigoroso y el consabido alargado etcétera. Entonces, aparecen los retoques estéticos que, una vez comenzados, nunca terminan.
Entre los elementos más socorridos para el 'rejuvenecimiento' está el ácido hialurónico. Este polisacárido se encuentra de forma natural en nuestro cuerpo, especialmente en la piel, las articulaciones y los ojos. Todo parece indicar que es responsable de la hidratación, el relleno y la elasticidad de los tejidos que te mencioné y, desafortunadamente para nuestro narcisismo, su producción natural se va limitando con la edad.
Los bajos niveles de este compuesto se han relacionado con una piel seca y deshidratada, la aparición de las arrugas ¿bellas? y la pérdida de elasticidad de la piel. Por ello, existe toda una industria cosmética que introduce ácido hialurónico en una pléyade de formulaciones encaminadas al embellecimiento.
¿Y toda esta cháchara a qué viene?
Antes de que me tildes de loco déjame decirte que por mucha tersidad de la piel y vigorosidad de los músculos que logremos con miles de tratamientos, el camino hacia el declive con la edad es difícil de evitar. Pero, algo puede cambiar y por supuesto se podrá hacer desde la ciencia.
Además de las propiedades hidratantes que apuntalan su uso en estética, la abundancia de ácido hialurónico de alto peso molecular contribuye a la resistencia al cáncer y posiblemente a la longevidad. Si esto fuera un pódcast haríamos una pausa dramática con sonido estridente. Al ser una columna, sólo puedo poner fin al párrafo usando un vulgar punto.
Según un estudio publicado en la revista Nature, el roedor más longevo —la rata topo desnuda— se beneficia de una gran producción de ácido hialurónico de alto peso molecular. Esta rata, a diferencia de otros roedores, es muy resistente a las eventualidades de la vida. En otras palabras, se resiste a sucumbir por enfermedades infecciosas y tumores.
Te pongo en contexto: mientras que la esperanza de vida media de los roedores en general no supera los 3 años, la rata topo desnuda llega hasta los 31 años. Se debe hacer constar que no ha incorporado a sus hábitos lavarse las patas, ni tratar las ocasionales infecciones con antibióticos. Ellas viven en madrigueras subterráneas con todo lo que esto implica.
Los autores del artículo científico que te estoy comentado identificaron los genes responsables de la producción de ese ácido hialurónico de alto peso molecular producido por las ratas topos desnudas y los transfirieron a ratones de laboratorio —aquí puedes imaginar otra pausa dramática y continúo—. Los ratones transformados producían grandes niveles del ácido hialurónico que ya te dije era de alto peso molecular, pero no sólo eso, mostraron una significativamente menor incidencia de cáncer espontáneo e inducido, una mayor esperanza de vida y una mejor salud en general.
Una observación interesante fue la reducción drástica de eventos inflamatorios en los ratones transformados con los genes de sus primos longevos. La aparición del ácido hialurónico de alto peso molecular tuvo un efecto regulador sobre las células de las defensas —las inmunitarias—, protegió a los ratones frente al estrés oxidativo y mejoró la función de barrera intestinal durante el envejecimiento.
Estos datos demuestran que los mecanismos que proveen de longevidad a las ratas topo desnudas son transferibles a otras especies. Lo del efecto regulador sobre las defensas del ácido hialurónico ya lo conocíamos en mi laboratorio desde 2005 cuando un experimento control nos dio esa pista.
Al parecer el ácido hialurónico no sólo hidrata la piel, sus funciones van mucho más allá y las aplicaciones algún día llegaran. Por ahora, sólo se está usando para embellecernos por fuera pero no por dentro.
Debo confesarte que cuando me estaba estudiando el trabajo científico se me ocurrió la peregrina pregunta que ahora formulo ¿Tendrían los ratones la piel más tersa? La respuesta no la tengo.