La sequía es un desafío constante al que España lleva enfrentándose desde hace siglos, y el cual afecta no solo a la disponibilidad de agua, sino también a la calidad de vida y la economía del país. Por eso, aunque este año hidrológico esté registrando una ligera mejoría en cuanto a la acumulación de agua en la Península, no debemos bajar la guardia. No podemos controlar los periodos de sequía, pero sí el uso que hacemos de los recursos hídricos. Es por ello que, hacer una correcta planificación y aumentar el compromiso con el cuidado del agua es fundamental, especialmente en verano. 

Si bien es cierto que las lluvias de los primeros meses han aliviado temporalmente la escasez de agua en algunos territorios, como la cuenca del Duero y la mayor parte de la cuenca del Ebro, la precipitación media del mes de abril (31,9 mm) apenas alcanzó la mitad del promedio histórico de nuestro país (62,3 mm). Esto ha derivado en que cuencas hidrográficas como la del Guadalquivir, Guadiana y las cuencas mediterráneas de Andalucía e internas de Cataluña continúen marcadas por otro año fluvial seco con posibles problemas de escasez. 

Hace un año, la situación era crítica. El 50 % de los embalses españoles almacenaban menos de la mitad de su capacidad, obligando a algunas comunidades, como Cataluña y Andalucía —con sus reservas por debajo del 25 % de su capacidad—, a declarar la situación de excepcionalidad hídrica e implementando medidas restrictivas para ahorrar agua. En el campo, la cosecha de cereal registró pérdidas del 80% con respecto a la media anual —unas cifras que no se veían desde 1969—, y la situación de los ríos y acuíferos se agravó todavía más. 

Sin embargo, este año la situación global es un poco más optimista. En la primera semana de junio, los embalses de provincias como Valladolid se encontraban al 100% de su capacidad, y cabe mencionar los números tan positivos de las reservas hídricas de Guipúzcoa, Lugo, Salamanca, León, Navarra y Cáceres, todas por encima del 90%.

Con estas cifras, se prevé que las cosechas de este año compensen las pérdidas de 2023, algo que aliviaría la situación de los agricultores. Además, comunidades como Cataluña ya están levantando restricciones. No obstante, todavía hay reservas muy exiguas en lugares como Almería, que sigue siendo la provincia con menos agua embalsada (7,14%), seguida por Alicante y Castellón, cuyos embalses apenas superan el 20% de su capacidad. 

Esta mejora general con respecto al año anterior nos brinda algo de esperanza, y es que, a lo largo de nuestra historia, España ha vivido periodos secos y ha superado la sequía en numerosas ocasiones. La sequía no es más que un ciclo meteorológico en el que las precipitaciones son inferiores a las normales en un periodo determinado, pero la clave radica en entender que este fenómeno se ve enormemente agravado por la sobreexplotación de los recursos. En otras palabras, el problema real aparece cuando los recursos del país se están utilizando en niveles límite o superiores a los normales, empeorando así los problemas que conlleva un periodo de menos precipitaciones. 

Por todo ello, y aunque se avista un horizonte con menos riesgo de escasez, el fomento de una actitud más responsable y sostenible será crucial para garantizar los recursos a todos los niveles y sobrellevar mejor este fenómeno, especialmente en el periodo estival.

Es necesario ser conscientes del uso que hacemos del agua en nuestras actividades cotidianas, de manera que se pueda optimizar implementando pequeños hábitos que fomenten el ahorro de este recurso, como acumular el agua fría que sale de la ducha para después utilizarla en el riego de plantas o asegurarse de que las cisternas de los baños no goteen. Solo así amortiguaremos los daños que causará el próximo periodo seco que nos toque afrontar.  

*** Alberto Garrido es Director del Observatorio del Agua de la Fundación Botín.