Los jóvenes de hoy se enfrentan a un mundo lleno de desafíos, pero también repleto de oportunidades. En este contexto, su papel en la filantropía está creciendo de manera significativa, alineándose con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Estos jóvenes no solo están comprometidos con la acción social, sino que también tienen una visión clara: utilizar la filantropía como una herramienta para generar un impacto real en la consecución de los ODS. Desde la Acción por el Clima (ODS 13) hasta la Reducción de las Desigualdades (ODS 10), esta generación está reescribiendo las reglas de la filantropía para ajustarse a las demandas del siglo XXI.
A diferencia de generaciones anteriores, los jóvenes actuales tienen una comprensión más holística de los problemas globales. Saben que el cambio climático, la desigualdad económica y la exclusión social están profundamente interconectados.
Esta conciencia los impulsa a actuar de manera integral, no solo apoyando causas individuales, sino abordando los problemas de manera sistémica. Aquí es donde los ODS se convierten en una guía fundamental.
El ODS 13, que se centra en la acción climática, es particularmente relevante para ellos, quienes sienten una enorme responsabilidad hacia el futuro del planeta. En sus ojos, la crisis climática no es una cuestión lejana o abstracta, sino una realidad que ya está afectando sus vidas y la de las generaciones que les seguirán. Y la filantropía se presenta como una de las formas más efectivas para abordar este desafío, facilitando la inversión en proyectos que promuevan la sostenibilidad ambiental y la justicia climática.
Pero los jóvenes no se limitan solo al tema del clima. También están profundamente comprometidos con la equidad social, lo que conecta directamente con el ODS 10, que aboga por la reducción de las desigualdades. Los jóvenes filántropos ven en la desigualdad económica y social una barrera fundamental para el progreso global, y están dispuestos a derribarla.
Entienden que la filantropía no es solo cuestión de donar dinero, sino de crear oportunidades para que las personas y las comunidades más vulnerables puedan prosperar. A través de iniciativas de educación, empleo, salud y derechos humanos, están impulsando un cambio que busca nivelar el terreno de juego para todos.
La gran diferencia con las generaciones anteriores es que los jóvenes filántropos son más propensos a utilizar la tecnología para movilizar recursos y concienciar sobre sus causas. Plataformas de financiación colectiva, redes sociales y herramientas digitales se han convertido en su campo de acción.
Estas herramientas permiten una democratización de la filantropía, facilitando que cualquier persona, independientemente de su poder adquisitivo, pueda involucrarse en proyectos que resuenen con su visión de un mundo mejor. Este enfoque no solo amplía su alcance, sino que también permite una mayor transparencia y un vínculo más cercano entre donantes y beneficiarios. Los jóvenes, a través de estas plataformas, están transformando la filantropía en una acción más horizontal y colaborativa.
Además, el concepto de solidaridad intergeneracional se está transformando en manos de los jóvenes. Ya no se trata simplemente de recibir el legado de las generaciones anteriores, sino de reconfigurar ese legado para adaptarlo a los nuevos retos globales.
La colaboración entre diferentes generaciones es fundamental para avanzar en los ODS, pero los jóvenes están redefiniendo cómo debería ser esta colaboración. No solo quieren escuchar y aprender, sino también influir y liderar el cambio. Esta dinámica no siempre es fácil, pero es clave para asegurar que la filantropía evolucione hacia un modelo más inclusivo y sostenible, donde las voces jóvenes tengan un espacio central en la toma de decisiones.
La filantropía, bajo su perspectiva, ya no es una herramienta destinada únicamente a aliviar las consecuencias de los problemas sociales, sino un motor para la transformación estructural. La ven como una fuerza impulsora para la justicia social, una que pueda contribuir a resolver problemas profundos como la pobreza extrema, la falta de acceso a la educación o la discriminación.
Lo hacen con un sentido de urgencia y responsabilidad que refleja su preocupación por el futuro. Este cambio de mentalidad está alineado con la naturaleza integral de los ODS, que no solo buscan paliar las necesidades inmediatas, sino transformar los sistemas que perpetúan las desigualdades y los daños ambientales.
El ODS 4 (educación de calidad) es otro de los que está atrayendo la atención de las nuevas generaciones de filántropos. Para ellos, la educación es una herramienta clave para empoderar a las comunidades, cerrar brechas de desigualdad y fomentar el desarrollo sostenible.
La ven como una forma de equipar a las nuevas generaciones con las habilidades y el conocimiento necesarios para abordar los retos globales. A través de becas, programas educativos y proyectos comunitarios, los jóvenes filántropos están invirtiendo en el futuro de aquellos que más lo necesitan, contribuyendo así a una sociedad más equitativa y resiliente.
En última instancia, la filantropía del futuro será más inclusiva, más global y más alineada con los ODS. En sus manos, esta herramienta se está transformando en una plataforma para generar impacto a gran escala, con una clara intención de no solo corregir los errores del pasado, sino de construir un futuro más sostenible.
Para esta generación, la filantropía es una extensión de su compromiso con la justicia social y ambiental, y los ODS les ofrecen un marco claro y motivador para guiar sus acciones.
Como comprobaremos en el Foro Demos, el evento de referencia del sector fundacional, que este año celebramos en Valencia, el futuro de la filantropía será definido por los jóvenes. Con su pasión, creatividad y profundo sentido de responsabilidad, están liderando el camino hacia un mundo más justo, equitativo y sostenible.
Cada acción filantrópica, por pequeña que sea, tiene el potencial de contribuir a los ODS y crear un impacto duradero. En un momento en que el mundo enfrenta tantos desafíos, los jóvenes están demostrando que la filantropía no es solo cuestión de recursos, sino de voluntad para hacer del planeta un lugar mejor para todos.
*** Pilar García-Ceballos Zúñiga es presidenta de la Asociación Española de Fundaciones (AEF).