Nuestro planeta se encuentra en una situación límite y precisa cada vez más de nuestra acción. Eso mismo pensó Luis Bolaños en 2007. Con tres décadas a sus espaldas en el sector agrícola, un día se planteó por qué sus plantaciones no tenían ningún animal. No era capaz de encontrar una explicación y ahí tomó una decisión que podría cambiar la agricultura para siempre.
Así, comenzó a hablar con su equipo técnico para empezar a sembrar trigo o avena en las calles, entre las filas de árboles, para que el suelo tuviera algo de cubierta vegetal. Además, esa cubierta no se segaría para que las especies animales pudieran cubrir su ciclo reproductivo. Entonces, se hizo la magia. De repente, la fauna explotó en la finca. “Fue una cosa muy intuitiva, pero los resultados fueron bestiales”, afirma Bolaños.
Además, convirtieron todos los linderos de la finca en áreas de reserva natural. Normalmente, según comenta Bolaños, todos los linderos, que normalmente se llaman "limpias", están llenos de herbicidas y solamente tiene un fin puramente estético. Todo ello contribuyó a que se recuperaran numerosas especies, algo muy inusual dentro de la agricultura convencional.
De hazmerreír a modelo
En 2014, con la idea mucho más avanzada, la empresa de Bolaños, Iberhanse-NaturGreen, puso en marcha el proyecto P.R.O.O.F. (Protection and Recovery of Original Fauna) y se convirtió en la primera plantación del mundo bio-inclusiva. “Hace 10 años éramos el hazmerreír, los loquitos del sector”, indica. Habla de una época en la que aún no se habían extendido los conceptos eco y bio.
Con esto, Bolaños quería plantear “qué podemos hacer para que la biodiversidad volviera, o para que la haya desde un primer momento”. Y pensó: “Algo estamos haciendo mal cuando no existe biodiversidad en las plantaciones, ni en las convencionales, ni en las bio”.
A lo que añade: “Nosotros lo que hicimos fue permitir que la hierba se desarrollase de forma natural. No queríamos una hierba decorativa como en un campo de golf. Nuestra hierba nace, crece, florece y semilla”.
El desarrollo de la hierba favoreció la aparición de insectos, lo que empezó a crear la cadena trófica del resto de especies. Así, empezaron a aparecer lagartijas, erizos, rapaces, etc. Precisamente, de eso carecen los cultivos tanto convencionales como bio o eco. De estos últimos, Bolaños señala que, “a pesar de utilizar insecticidas de origen natural aceptados, están rompiendo el equilibrio natural”.
Los insectos son una parte fundamental para la vuelta de la fauna a las plantaciones. De hecho, Bolaños recuerda que cuando era pequeño, era muy habitual tener que pararse en un área de servicio para limpiar los cristales del coche porque se manchaba con los insectos. Pero “desgraciadamente, están desapareciendo y si desaparecen, desaparece la cadena trófica entera”, advierte.
“Vas a cualquier finca y no ves nada, sólo el cultivo. En nuestras plantaciones vas andando y ves a los insectos saltando y cantando”, indica. Y añade: “Estamos llevando vida y hemos vuelto a crear la cadena trófica que hemos erradicado con la agricultura convencional”.
La fauna, explica, se rige por la misma determinación del ser humano. “Si tú vas en coche, ¿dónde vas a parar? Pues en un entorno que ves agradable y ahí te comes el bocadillo y te bebes una botella de agua”. Lo mismo pasa con los animales, que no se van a parar en un sitio con contaminación, al igual que no nos pararíamos nosotros en uno lleno de escombros para comer.
La revolución agrícola
Aunque aún son poco conocido, Bolaños nos cuenta que todo aquel que ha visitado su proyecto ha quedado muy sorprendido. El año pasado, el exdirector del Parque Nacional de Doñana y un catedrático de biología de la Universidad de Huelva se pasaron por su plantación y le dijeron: “¿Eres consciente de lo que haces aquí, Luis?”.
Ambos acudieron escépticos, pero acabaron reconociendo que “era diez veces lo que se esperaban encontrar”. Le contaron que en el entorno de Doñana es muy frecuente que un tercio de los huevos de las aves rapaces no eclosionen. “Lo que hemos visto aquí no tiene precedentes, que el 100% de los huevos de rapaces hayan eclosionado es asombroso”, le dijeron.
Y no les faltaba razón. Desde el propio parque de Doñana, se mide el índice de contaminación por pesticidas en el medio a través de los huevos que no eclosionan. “Nosotros utilizamos insecticidas de toxicidad muy baja que respetan a los depredadores (insectos auxiliares)”, explica Bolaños. A veces, cuando la población de este tipo de insectos aumenta, incluso algunas parcelas ni siquiera necesitan de tratamiento de insecticidas.
Poco a poco, su modelo está captando el interés en diversos lugares del mundo. Ha recibido visitas de estadounidenses, israelíes o alemanes. Todo el mundo quiere saber qué está sucediendo en su finca. Como dice, “estamos generando la gran revolución de la agricultura, desde Andalucía”.