El fotógrafo vasco Eduardo Momeñe: “Una imagen es una representación teatral que dura un 1/500 de segundo”
La retrospectiva 'Retratos y otras ficciones', con más de 100 fotografías, se exhibe durante tres meses en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
18 enero, 2024 01:42Fueron los veranos y los fines de semana los que hicieron a Eduardo Momeñe (Bilbao, 1952) consciente de que quizás podría dedicarse a la fotografía. Su padre, que no era fotógrafo, sino un empresario aficionado a capturar paisajes, fue el que le introdujo en el ejercicio fotográfico. "Él tiene mucha culpa de esto", dice, mirando alrededor de su estudio, un espacioso loft en el madrileño barrio de Las Letras. "Lo que pensaba que iba a ser una afición de fin de semana… se convirtió en mi profesión", adelanta a ENCLAVE ODS.
Eduardo Momeñe estudió Económicas, pero un año antes de terminar la carrera le dijo a su padre que quería dedicarse a la fotografía y se marchó a París. “Allí intenté trabajar con Guy Bourdin, pero no fue posible. Trabajé finalmente como asistente de un fotógrafo alemán, Uwe Ommer, que fotografiaba para muchas revistas de moda. Luego tuve que regresar a España por la mili, fue el servicio militar lo que me trajo de vuelta. Y al terminarla, me decidí a montar mi estudio aquí. En este mismo lugar”, cuenta.
Señala sus piezas. Por esta planta han pasado muchas personas relevantes de los últimos cuarenta años. “La fotografía me ha dado poder charlar con gente muy interesante” explica el fotógrafo, con gesto amable. “Wim Wenders, que en aquel momento me parecía el mejor director del mundo, y era un loco de los Kinks, estuvo ahí mismo sentado. Yo fotografiaba a la gente que admiraba, imagínate qué privilegio. Y hacerlo aquí no tiene nada que ver con hacerlo fuera. A mis amigos de la prensa les pedía ir a las ruedas de prensa y ahí intentaba convencer a esas personas para que vinieran aquí”.
[La fotografía de Eduardo Momeñe, una lengua sin habla]
Fotos y rock
La idea de que existía “un mundo alternativo al banco de Bilbao me la dio el rock. Quizás lo que me hizo fotógrafo fue eso, el rock. Saber que existía otro mundo, que parecía el de la libertad. Conocí Irlanda siendo joven y allí había gente joven que llevaba el pelo largo… que escuchaban a los Beatles, los Rolling y The Kinks, y eso me empujó a pensar en dedicarme a la foto”.
La primera fotografía de alguien que le fascinó se la hizo a “Marlene Knaus, la mujer de Niki Lauda. Yo tenía 18 años y ella 21, y fue a través de un amigo. A mí me ha gustado siempre más obtener fotografías que hacerlas. El estudio es el sitio perfecto para eso, porque controlas muchos factores. La fotografía callejera me parece mucho menos concentrada y más complicada, en general. Aquí el mundo deja de existir y te concentras en tu trabajo. Me interesa la foto más que el personaje. Me interesa el personaje si me interesa la foto”.
Realizó su primera exposición individual en 1974 en la Galería Nikon de Barcelona. Trabajó para muchos medios de comunicación, impartió clases y su obra forma parte de muchas colecciones públicas y privadas. ¿Cómo se distingue entre una foto mejor de otra? “Tampoco se tiene que exigir a todo el mundo que entienda de fotografía, esto es para cuatro gatos que andamos metidos en ello”, responde el fotógrafo.
“En realidad, la idea de que la fotografía es algo muy popular no es cierta, es un medio muy desconocido. La fotografía no tiene nada que ver con el like ni con los selfies. No puedo tener un criterio general para decir qué es bueno y qué es malo. No sería tan aventurado", reflexiona.
Y añade: "Lo que sí debo decir es que hay fotografías que sorprenden. Cuando una foto sorprende, algo tiene. Hay un cansancio, eso es verdad, hay demasiadas imágenes. Estamos agotados, captar la atención con una fotografía no es nada fácil. Ahí está el reto que debe tener un buen fotógrafo: intentar atrapar y seducir con una fotografía. Algunos lo consiguieron, como Richard Avedon, pero no es fácil. Una buena fotografía es difícil de definir, como un buen cuadro”.
Una buena fotografía
¿Primordial es el gusto personal?
Yo, yo creo que Las Meninas de Velázquez y la Novena de Beethoven no están objetivamente mal hechas. Por mucho que digas que a ti no te dicen nada, hay un criterio de calidad que podemos asumir como bastante general. También creo que, al que quiera ver muchas imágenes, algo que no es obligatorio, porque hay muchas más cosas en el mundo que eso, se le debe exigir una cierta información.
En todas las imágenes encuentra una cierta sorpresa…
A veces no sale. Le das mil veces y una funciona. Hacer fotografías no me parece nada fácil. Que salgan fotos de las que uno responda. Tú vas buscando, y a veces lo consigues y a veces no. A mí lo que más me gusta es ver el resultado. Al igual que escribir o pintar. El resto es trabajo y esfuerzo.
Lo divertido de hacer fotos, entonces, ¿es un mito?
A veces es más o menos estimulante, lo que sucede realmente es que te tienes que esforzar mucho. Hay un mundo ahora en el que las nuevas tecnologías manipulan la realidad fácilmente. En eso sigo estando muy poco a la moda. Sigo pensando que una buena fotografía no debe necesitar manipulación. Comprendo que una revista lo haga pero no un artista.
De cinco fotos parecidas, ¿va a elegir la que más le sorprende?
Sí, siempre.
¿Y qué significa sorprender?
Que de repente que veas que la foto te mira. Más que mirarlas tú, las fotos tienen que parar. ¿En qué se basa eso? Pues tiene que ver con la potencia de la expresión, que es indefinible. Y siempre pongo el ejemplo de qué es lo que hace que 100.000 personas paguen 100 euros en media por ver a un señor de AC/DC pasar la mano por la guitarra. ¿Qué ha querido decir? Nada.
Ahora está muy de moda el exceso de conceptualismo, pero lo que está ocurriendo ahí es solamente que a 100.000 personas les encanta cómo alguien mete ruido. Yo no pretendo decir nada con mis fotos. Aunque claro, en todas ellas hay una educación fotográfica, que tiene que ver con reconocer eso. Yo lo llamo expresión, a eso que te hace levantarte del asiento.
Las nuevas tecnologías
¿Y sobre cuestiones técnicas e innovación, qué opina?
El Photoshop como laboratorio fotográfico es extraordinario, con la posibilidad que da de matizar colores, por ejemplo. Lo que no me gusta tanto es la manipulación de la imagen. Eso no me interesa porque me lleva a un sitio que no me atrae, y además no lo considero fotografía, sino fotomontaje, el cual tiene la estructura pictórica de fabricación de un objeto.
¿Y las imágenes generadas por inteligencia artificial?
Lo que pasa con las nuevas tecnologías es que han traído de vuelta un neopictorialismo que, en cierto modo, yo daba por finiquitado. El juego de la foto es en relación directa con la realidad; es un análogo de lo real, no una construcción visual sino una sustracción visual. La pintura es una construcción ajena a lo real. El máximo logro de la fotografía es ese extrañamiento, esa relación con el mundo real.
¿Esa es la magia finalmente de la fotografía?
La fotografía tiene esa magia de que no está todo contestado en una imagen, no está todo dicho. Es también una representación teatral, que dura un 1/500 de segundo. Hay una pregunta, es un arte conectado. Estás casi ahí, pero no lo puedes coger, no hay forma de habitar las fotografías. Es esa capacidad para el extrañamiento la que me fascina.