Imagen de archivo de aerogeneradores frente a una central eléctrica de carbón.

Imagen de archivo de aerogeneradores frente a una central eléctrica de carbón. iStock

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¿Es la transición ecológica realista? El "oráculo de Delfos" de la energía cree que la descarbonización es imposible

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En la comedia Su excelencia, de 1967, Mario Moreno, Cantinflas, interpreta a un paisano cualquiera que por una serie de circunstancias acaba convertido en embajador de su país —la ficticia República de Cocos— ante la ONU. Cuando se dirige a la asamblea general, el actor mexicano, en su particular estilo, suelta una de esas frases sentenciosas que le encantan a internet: "Estamos peor, pero estamos mejor. Porque antes estábamos bien, pero era mentira. No como ahora que estamos mal, pero es verdad".

Vaclav Smil (República Checa, 1943) es considerado el mayor experto mundial en la energía. Entre cientos de artículos académicos en su antiguo trabajo como profesor en Universidad de Manitoba, en Canadá, es conocido por su ensayo Energía y civilización. Una historia (Arpa, 2021), que solo en España ya lleva cuatro ediciones.

Su nueva obra, aún más breve, concisa y contundente que aquella, 2050. Por qué un mundo sin emisiones es casi imposible (Arpa, 2024) viene a avisar de lo mismo que Cantinflas. Bueno, o no. Él avisa, y deja en sus lectores la tarea de llegar a sus conclusiones.

Porque el libro deja poco espacio a previsiones optimistas. Señala como, desde 1997 que se firmó el protocolo de Kyoto, la dependencia mundial de las energías fósiles ha aumentado en un 54%, y está lejos de haber alcanzado su pico.

Asimismo, pone en cuestión que realmente la transición energética esté teniendo lugar partiendo de los informes de la propia Agencia Internacional de la Energía (AIE). Este organismo señala que para 2050 apenas el consumo de carbón habrá disminuido si se mantiene el ritmo actual y el pico de consumo de petróleo o gas natural a nivel mundial está lejos de producirse.

Miedos de un 'tecnooptimista'

Como mucho, Smil considera que con los datos actuales se podría llegar a un mundo que descarbonice su economía en un 60 o 65% para la fecha señalada. Y eso en los cálculos más optimistas.

Citando informes industriales de 2023, apunta a cómo las tendencias (y las previsiones empresariales) apuntan a una proporción de consumo energético del 48-52% fósil-renovable, en función del consumo actual y el ritmo de "transición real" de sectores como la aviación. Y es que grandes compañías como Boeing o Airbus tienen una previsión de nuevos pedidos de aviones de combustión de al menos dos décadas.

El libro, en el estilo seco y conciso de un académico que no necesita explicarse ante nadie y está cansado de leer conclusiones que considera erróneas, es casi un manual de los miedos de un tecnooptimista. Como buen historiador de la energía, Smil compara los tiempos de actual paso de las fuentes fósiles a las renovables con la anterior transición energética. Aquella que pasó de la biomasa (básicamente, madera y otros combustibles vegetales) a nuestra civilización actual basada en carbón, petróleo y gas.

Un proceso lento, de casi dos siglos, irregular y desigual, en el que convivieron hasta casi nuestro momento grandes transportes movidos por derivados del crudo en países del primer mundo con zonas en otros rincones donde la madera seguía siendo la principal fuente de energía.

El "oráculo de Delfos"

"Smil es el oráculo de Delfos de la energía hoy", explica a ENCLAVE ODS Álvaro Palau, editor y director de Arpa Editores. "Su libro es un texto duro escrito por un experto que está harto de ver cómo el debate público ignora la realidad material de la situación. Mientras otros como Yuval Harari o los empresarios de Silicon Valley sueñan con dioses humanos, Smil nos recuerda que ni siquiera hemos reducido nuestra dependencia de los combustibles fósiles en 30 años, a pesar de intentarlo con ahínco".

El historiador checo-canadiense tiene críticas para todos. Por ejemplo, señala la hipocresía, o ceguera, de creer que países como Dinamarca han vuelto sostenible y renovable su sistema energético, reduciendo sus emisiones un 56% desde Kyoto… Smil argumenta que simplemente la han "deslocalizado".

Sostiene que como, "a diferencia de sus vecinos, el país no produce ningún metal importante (aluminio, cobre, hierro o acero), no fabrica vidrio flotado ni papel, no sintetiza amoniaco y ni siquiera ensambla automóviles. Todos estos productos consumen una gran cantidad de energía, de manera que mover a otros países las emisiones asociadas a su fabricación crea una inmerecida reputación ecológica para el país que hace la transferencia".

Revolución o colapso

El experto llega a presentar tres posibles escenarios a futuro. Uno, poco probable, es un gran acuerdo mundial en el que se invierta el 20% del PIB mundial en la transición energética. E incluso en ese caso, que tendría que haber empezado en este mismo 2024 (el libro se terminó de escribir el año pasado), ya ve inviable el objetivo de no calentar el planeta 1,5 °C por encima de la época preindustrial.

Otro sería el decrecimiento voluntario de los países más desarrollados y los menos desarrollados, que Smil (y no solo él) ve poco probable, e incluso ético, que acepten dicha propuesta. El tercero es el decrecimiento involuntario, es decir, el colapso social y civilizatorio.

La edición española tiene una suerte de comentario de texto, o refutación a medias, por parte de Antxon Olabe, economista ambiental y ensayista formado en la Universidad de York y que dirigió en nuestro país la elaboración del
Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, 2021-2023, así como de la Estrategia de Descarbonización a Largo Plazo, 2050.

Argumenta el experto que la comparación con la anterior transición energética no ha lugar y que en este caso contamos con herramientas como el IPCC, las COP o el potencial de una curva tecnológica acelerada, además de nuestra propia conciencia del problema gracias precisamente a expertos críticos como Smil. Aunque precisamente lo que este lamenta en su ensayo es que, a pesar de llevar casi 50 años con datos científicos que nos advierten del problema que hemos generado, se ha avanzado entre poco y nada.

"Las cifras que presenta Vaclav Smil son contundentes, pero la realidad siempre necesita interpretarse", aclara Palau. "Para algunos, el libro puede ser una excusa para el inmovilismo; para otros, un motivo para redoblar esfuerzos. Todo depende de cómo cada uno asuma el desafío. El texto de Smil no es un mandato, es un marco. Y como marco, nos exige actuar según lo que consideremos justo, posible y necesario. El mundo está lleno de expertos que se han equivocado de cabo a rabo porque no pudieron prever factores inesperados. Y aquí existe un factor X como una catedral, que es el factor humano, la creatividad humana".