Los chalecos amarillos durante una manifestación en París.

Los chalecos amarillos durante una manifestación en París. Christian Hartmann Reuters

Referentes

El movimiento por el clima está "perdiendo a los trabajadores": esta es la revolución que necesita para recuperarlos

Publicada

El cambio climático, dice Matt Huber (Chicago, 1970), profesor en la Maxwell School of Citizenship and Public Affairs de la Universidad de Siracusa, es "una lucha de clases". Así lo expone en su último libro, El futuro de la revolución (errata naturae, 2024) y, desde Nueva York, explica a ENCLAVE ODS que los problemas de hoy tienen mucho que ver con esos movimientos obreros que cambiaron el mundo en el siglo XX.

Los motivos, dice, son variados. Y lo justifica: "Literalmente, los efectos del cambio climático que sentimos son una forma de violencia. Y hace poco que lo experimentasteis en España con la DANA de Valencia y las terribles inundaciones, pero también con la sequía y los incendios forestales. Estas consecuencias del cambio climático solo van a peor e infligen un tipo de violencia contra la gente común, de a pie".

Pero Huber va un paso más allá y le da a la emergencia climática un sentido "más clásico" de "guerra de clases". Pues, dice, se puede entender como "una cuestión de clases sociales, ya que lo que está causando el cambio climático es que hay una minoría —muy pequeña— de personas adineradas que poseen y controlan los sistemas de producción de energía para su propio beneficio".

Estas personas, continúa explicando, "llevan invirtiendo en esos sistemas durante largos períodos de tiempo: han invertido en centrales térmicas, de carbón, en infraestructura de gas natural…, construyen esas infraestructuras y esperan que esas inversiones generen beneficios en las próximas décadas".

Por eso, dice, por mucho que nos empeñemos en hablar de una transición ecológica hacia las energías renovables, "hay personas que están empeñadas en obtener beneficios de estas inversiones" y, además, "planean invertir más".

Porque, asegura Huber, "no hay nada más rentable que extraer combustibles fósiles". Y son este tipo de energías las que están "provocando estos terribles efectos".

En su libro, el experto en capitalismo y políticas climáticas estadounidense reflexiona sobre cómo combatir este "poder fósil" que impide que la acción climática avance con la premura que el planeta necesita.

Matt Huber.

Matt Huber. Cedida errata naturae

Su conclusión es clara: "Se necesitará una gran fuerza, un movimiento masivo, para luchar contra el tipo de personas que están obsesionadas con sus propios beneficios y con sus sistemas de energía basados en combustibles fósiles".

Esto, insiste, "requiere una lucha de clases por parte de los trabajadores, que tienen que construir el tipo de poder que obligue a estas personas a dejar lo que están haciendo, porque de lo contrario van a seguir haciéndolo".

Un movimiento "sin fuerza"

Huber recuerda que el movimiento por el clima, con los Friday’s For Future y otros grupos similares a la cabeza, gozaron de momentum o impulso antes de la pandemia del coronavirus. Sin embargo, en los últimos años se han venido quedando "sin fuerza".

Las razones, dice, son claras. Por un lado, "su atractivo político se basaba en afirmaciones morales, como que el planeta está ardiendo".

"Pienso en Greta Thunberg diciendo que tenemos que alinearnos con lo que dice la ciencia, y si no lo haces, eres una mala persona", recuerda. Y razona: "Es un movimiento muy moralista". Ahí, asegura, radica el rechazo que puede llegar a generar.

Además, continúa, las huelgas por el clima y las movilizaciones estudiantiles al estilo Friday’s For Future carecen de un elemento básico para funcionar: influencia. "Una huelga escolar liderada por estudiantes no es lo mismo que si la hacen los profesores", cuenta.

Y pone de ejemplo los paros de maestros en EEUU en 2022, que llegaron a "paralizar el sistema educativo". ¿El motivo? "Tenían influencia, podía decir 'si no respondéis a nuestras demandas, las escuelas no vuelven a abrir'. Los maestros de Virginia Occidental consiguieron que se cumpliesen sus demandas en un par de semanas, y eso que es un estado conservador".

Esto, recuerda, solo se consigue con la movilización de los trabajadores, de las piezas clave para que la rueda siga girando. Ese, insiste Huber, es "el poder que tiene la clase trabajadora en el movimiento obrero y que debería asimilarse en el climático: una capacidad que va más allá de salir a la calle y hacer afirmaciones morales".

El experto en políticas climáticas estadounidense afirma que el movimiento por el clima necesita conseguir lo que el obrero, "crear una crisis que obligue a las élites a responder de verdad". Pero, admite, es "complicado", pues "para crear una crisis, tienes que tener la simpatía de las masas detrás de ti".

Llegar a fin de mes

"El movimiento climático ha descubierto que la acción directa y la disrupción son una forma de llamar la atención, pero no han podido encontrar la manera de ganarse la simpatía y el apoyo de la gente", insiste Huber.

Y pone como ejemplo a los chalecos amarillos en Francia, que salieron a la calle para protestar contra las políticas medioambientales de Macron. "Ellos sí fueron capaces de hacerlo, pues su mensaje era que Macron estaba preocupado por el fin del mundo, pero ellos tan solo intentan llegar a fin de mes", explica.

Para Huber, ese sería el principal fracaso del movimiento por el clima: "Sus afirmaciones sobre temas científicos planetarios abstractos sobre el fin del mundo —que todos sabemos que son serios e importantes— no se traducen en los problemas de las personas, en su realidad cotidiana y en su lucha por llegar a fin de mes".

Problemas que, recuerda, están "muy relacionados con el clima, como la vivienda, el transporte o la energía". Y añade: "Hay que encontrar una manera de volver a construir el movimiento ciudadano necesario para descarbonizar estos sectores, a la vez que se ofrece a la clase trabajadora un acceso seguro a ellos".

Un "regalo" envenenado

Con Donald Trump y su gabinete de negacionistas a pocas semanas de tomar posesión o Javier Milei abandonando las negociaciones de la cumbre del clima el pasado noviembre, el mundo se encuentra en un punto de inflexión. Para Huber, "hay cierta tensión entre la gente y los profesionales que defienden el clima", a quienes él tilda de "tecnócratas climáticos". 

Estos, afirma, "están haciéndole un regalo a los conservadores que niegan la crisis ecológica", pues "su discurso suele girar en torno a este tipo de solución tecnocrática que son los impuestos al carbono". Esto, indica, "lleva un tiempo intentándose vender como una solución", pero duda de que lo sea.

"Ha habido personas en todo el mundo que han intentado vender esta idea de que si ponemos un precio al carbono, internalizaremos todos los costes del cambio climático en el mercado. Pero los conservadores responden que las élites liberales están intentando imponer un impuesto a la energía que hará que la vida de la gente cueste más", argumenta Huber.

Por ello, defiende unas políticas climáticas que aboguen por la inversión pública, por las infraestructuras y por poner a los trabajadores en el centro. Es decir, por "redistribuir riqueza para que haya beneficios sociales reales". Solo así, dice, el movimiento por el clima conseguirá "tener de su lado a quienes pueden paralizar una industria a base de huelgas".