Uno de los discursos que más se repite en la sede del Partido Popular es señalar al PSOE como el “socio natural” de Podemos. Una teoría que los populares han incumplido en Extremadura, el feudo tradicionalmente socialista que durante una única legislatura, la pasada, estuvo en manos del PP. Con Guillermo Fernández Vara de nuevo al frente del Ejecutivo regional, José Antonio Monago ha apoyado una enmienda a la totalidad a los presupuestos que propuso Podemos con un único objetivo: tumbar los presupuestos aprobados por los socialistas.
En la sede nacional del partido se empiezan a cansar del “verso suelto extremeño”, como muchos en el PP se refieren a Monago. Primero, por la particular alianza que mantuvo la legislatura pasada con Izquierda Unida, la formación de izquierdas que se abstuvo en la sesión de investidura para que el PP alcanzara la Presidencia. Ahora le critican por “pasar de ser barón rojo a barón morado”, en una clara alusión a que un pacto PP-Podemos a menos de cuatro semanas para las elecciones no beneficia a los conservadores, a los que las encuestas posicionan en primer lugar pero tiene a PSOE y Ciudadanos pisándole los talones.
En el PP hay quien ve en este pacto una venganza de Monago porque Génova le impuso como 'número uno' en la lista por Cáceres a Carlos Floriano, el exvicesecretario de Organización apartado por Mariano Rajoy en la última remodelación de la cúpula. En su lugar, el presidente del PP extremeño quería colocar a Cristina Teniente, la que fue su mano derecha cuando él fue presidente, una estrategia que finalmente se abortó. Sin embargo, Pablo Iglesias ha intentado quitar hierro a la polémica recalcando que Podemos “no se ha entendido nunca con el PP en nada, salvo en política de seguridad en una conversación con Rajoy, porque es una cuestión de Estado”.
En Extremadura se teme que Podemos copie las políticas que durante la legislatura anterior asumió IU con el mismo aliado: el Partido Popular. Mientras, el equipo de Monago intenta justificar su pacto con que los presupuestos del Gobierno del PSOE “son unas cuentas que no merece” la región, no porque coincidan con las peticiones de fondo de Podemos.
Nuevos votos juntos
Con el apoyo del PP a Podemos en Extremadura, Rajoy y Cospedal se quedan sin argumentos para etiquetar a Podemos y PSOE como “alianzas radicales” y temen que ahora sean los socialistas los que utilicen el pacto extremeño para vender al PP como socio necesario de Pablo Iglesias. El escenario recuerda a cuando José María Aznar culpaba a José Luis Rodríguez Zapatero de aliarse con los “comunistas”, cuando pactó con Izquierda Unida. Una reprenda que no surtió efecto. En más de una ocasión, el expresidente socialista recordó que el PP, cuando aún estaba en la oposición, actuó en coordinación con IU para desgastar a Felipe González, que entonces era presidente. Un período donde se acuñó el término “la pinza” y que entonces Aznar no se refería a ellos como “los comunistas”.
Las pinzas inconcebibles entre partidos intrínsecamente opuestos se reanudaron tras el panorama político insólito que quedó tras el 24-M. En Baleares, por ejemplo, Podemos y PP han votado juntos cesar dos cargos socialistas en Baleares. En Burguillos del Cerro (Badajoz), el PP ofreció su apoyo a Podemos para arrebatar la alcaldía de un municipio al PSOE, el partido más votado en las elecciones. En el Senado, Podemos votó en septiembre lo mismo que el PP en una propuesta para crear un registro de pacientes hospitalarios a nivel nacional.
El pacto IU-PP
No es la primera vez que Extremadura se convierte en un quebradero de cabeza para sus dirigentes en Madrid. En 2011, cuando ni PP ni PSOE podían formar gobierno, el entonces líder de Izquierda Unida, Cayo Lara, intentó obligar a sus tres diputados a apoyar la investidura de Guillermo Fernández Vara. “Ni por activa ni por pasiva” se permitiría un Gobierno popular. Sin embargo, la formación en Extremadura hizo lo que le prohibían en Madrid con la teoría de que lo que sucedía en aquella región nada tenía que ver con los problemas de la capital. El resultado fue que el 24-M los ciudadanos castigaron a Izquierda Unida con su desaparición.