Tiene una imagen inmejorable. El problema es (casi) todo lo demás. Pedro Sánchez, el candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno, tiene 43 años, lleva menos de un año y medio al frente de su partido y las encuestas coinciden en que es la persona con más posibilidades para desalojar a Mariano Rajoy de la Moncloa.
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Debilidades
Sánchez llegó a la secretaría general del PSOE el 13 de julio del año pasado tras una operación de alto voltaje político. Susana Díaz, Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y la mayoría de los dirigentes territoriales confiaron en el por entonces desconocido diputado. Aunque él ha asegurado en su visita a la redacción de EL ESPAÑOL que se siente "muy apoyado", lo cierto es que sus relaciones con la presidenta de Andalucía son gélidas, con Zapatero intermitentes y con González de cortesía. No son pocos los dirigentes que aseguran que, si no llega a la presidencia, probablemente tendrá que ceder el timón del PSOE. Ninguno se atreve a decirlo en público. De momento.
El PSOE ha recuperado para esta campaña electoral el puño y la rosa, sempiternas señas de identidad del partido, pero en el terreno de la nueva política el emblema es un hándicap. Aún son muchos los que consideran que el PSOE fue el responsable de la crisis o, al menos, no supo gestionarla. Ciudadanos y Podemos no tienen ese problema. Otros asuntos, como el cambio de postura en los últimos años en cuanto a Cataluña y la propia ambigüedad del candidato pueden jugar en contra de las expectativas electorales del PSOE.
Fortalezas
Pedro Sánchez tiene una buena imagen pública. El último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) lo coloca por delante del presidente del Gobierno. Tiene además el plus de la legitimidad interna. No ha nacido de un nombramiento a dedo ni se ha beneficiado de un liderazgo indiscutible sino que se impuso en elecciones primarias frente a los otros dos candidatos, Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias.
Es más joven (tiene 43 años, Rajoy 60) y no lleva toda su vida en política. Habla idiomas (inglés y francés), ha vivido en el extranjero y tanto defensores como detractores reconocen que tiene buena planta. Quizás por eso, el comité electoral decidió colocar una lona de ocho metros de largo en la sede del PSOE en Madrid con su imagen.
Sánchez está, además, limpio de corrupción, la tacha más viscosa y nociva de la legislatura. Aunque hay casos que afectan a su partido, no ha trascendido ningún escándalo que le afecte a él o a su círculo más próximo. Además, tiene a su disposición la maquinaria electoral de un partido grande, con infraestructura e implantación para hacer una campaña que sea escuchada.
Amenazas
Muchas incertidumbres se ciernen sobre Sánchez. Por una parte, los debates electorales. Participará en tres: uno con Albert Rivera y Pablo Iglesias, otro en el que además estará la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y finalmente un cara a cara. En el PSOE reconocen que tanto Rivera como Iglesias son dos polemistas curtidos en televisión y se lo pondrán difícil. "Aunque no lo estemos, nos tratarán como si estuviéramos gobernando", decía esta semana Óscar López, el negociador socialista de estos encuentros. Un mal debate puede sentenciar a Sánchez.
Además, perder frente a Rivera e Iglesias abriría la puerta a una fuga de votos del PSOE hacia esas dos formaciones. Podemos acecha a Sánchez por la izquierda. Con Ciudadanos compite por el electorado más moderado.
Algún escándalo interno o un nuevo episodio de división podrían perjudicar sus opciones. Susana Díaz ha criticado en numerosas ocasiones a Sánchez. La última, durante la elaboración de las listas electorales, cuando hizo saber a través de su número dos en el partido y en los medios que le repateaba el fichaje de Irene Lozano, hasta ese momento diputada de UPyD.
Por último, acontecimientos que hagan encoger el debate partidista podrían perjudicar al candidato socialista. En el último mes, el recurso a la declaración secesionista del Parlament de Cataluña o la reacción a los atentados de París son dos buenos ejemplos. Sánchez optó por lo que él entiende que es su deber y se puso al lado del Gobierno, que llevó la iniciativa. Mientras tanto, no se hablaba de las propuestas que los diferencian.
Oportunidades
Un debate es una moneda de dos caras. El PSOE ha apostado por acudir a tres de ellos, aun sabiendo que pueden ser perjudiciales en caso de derrota. Pero también son una oportunidad para convencer a los indecisos o vitaminar a las bases. Sánchez está dispuesto a debatir y parte de una posición no muy favorable ante Rivera e Iglesias. Una victoria presenciada por millones de espectadores podría hacer que avanzase posiciones de manera determinante.
Los socialistas cuentan con otras posibilidades de apuntalar una victoria. Una es que, no ganando, puedan gobernar gracias a pactos. Pocos en el PSOE creen en un pacto a la portuguesa, pero no lo descartan. Lo cierto es que si se quedan a poca distancia del PP o lo superan en escaños, Sánchez estará en una posición privilegiada para tejer un pacto. Es el único que puede aliarse tanto con Podemos como con Ciudadanos. Sus opciones son más variadas, pero depende de la aritmética.
Quedar segundo en la mayoría de las provincias también le beneficiará. Ciudadanos y Podemos han obtenido hasta ahora más apoyos en las ciudades. Es en las provincias menos pobladas donde el PSOE puede lograr más escaños frente a los nuevos partidos, a los que perjudica la ley electoral.
Frente a Sánchez estará Mariano Rajoy. Es contra él, más que contra el PP, contra quien hace campaña el PSOE, consciente de que el presidente del Gobierno tiene peor imagen y una gestión que atacar.