Albert Rivera está en la cima de su carrera. Será el líder de un grupo de 40 diputados en el Congreso. Es el protagonista, junto a Pablo Iglesias y Podemos, de la noticia política del año. Como todo político, espera que esa cima sea momentánea y crecer en próximos comicios. Para eso necesita consolidarse. Para consolidarse necesita tiempo, pero la inestabilidad política y las posibles elecciones son una amenaza.
Rivera es un gran político. Pero no es un animal político natural: sabe hablar, pero no es emocional; es natural, pero es demasiado tímido para conectar con los abuelos y los niños. Rivera confunde la sinceridad con la interpretación. En sus principios decía: ““Si alguien te tiene que escribir un discurso, ya no te brillan los ojos cuando lo dices, ya no tienes la sensación de que estás diciendo lo que piensas”. Grandes políticos han leído sus textos y han transmitido emoción. Son méritos distintos. Rivera sigue presumiendo de que nadie le escribe los discursos e improvisa. Pero improvisar es difícil cuando hay que hacer dos discursos al día.
En España, sin embargo, las cualidades de Rivera en política son raras. Sin Rivera, Ciudadanos no sería hoy nada en la política española. Quizá nunca habría tenido representación parlamentaria: ¿qué otro aspirante a diputado habría salido desnudo en un cartel electoral? Tampoco hubieran resistido las crisis internas constantes de los primeros años. Uno de los tres primeros diputados de Ciudadanos en 2006, Antonio Robles, se presentó con UPyD en 2010 y sacó 5.418 votos. En esas elecciones, Ciudadanos logró más de 106.000. Rivera ha salvado siempre a su partido.
Pero sin Ciudadanos, quizá Rivera sí sería político. Su debatida militancia o afiliación en 2002 al Partido Popular -la plataforma Ciudadanos de Cataluña empezó en 2005- indica que la política activa le interesaba. Hubiera podido por tanto encontrar otro camino desde la comodidad de su trabajo como abogado en La Caixa.
Desde el sofá
Rivera ha dicho mil veces que no quería quedarse en el sofá de casa mientras se quejaba de los políticos. Quería poder quejarse en la tribuna del Parlament o del Congreso. Junto a la oratoria, Rivera tiene otras dos cualidades excepcionales, que vienen del deporte: la resistencia y la capacidad de competir. Para escribir este perfil, he visto una docena de entrevistas e intervenciones de Rivera de sus tres primeros años en política, entre 2006 y 2008. Llevaba el pelo más corto, camisas de rayas gruesas y parecía aún más niño -al principio en Ciudadanos le llamaban “el niño”- pero ya era el político que es hoy. Aunque tenía aún toques de ingenuidad: “Me considero presumido. Me gusta la ropa, me gusta cambiar. Los compromisos hacen que a veces seas más formal de lo que te gustaría”, decía. O también, antes de las elecciones de 2008: “Un solo diputado nuestro puede remover mas cosas que 150 del PP o del PSOE”.
Ya entonces Rivera destacaba su faceta deportiva: hizo durante 16 años natación primero y waterpolo luego. “Me levantaba cada día a las 5,30h”, suele repetir Rivera. “Eso te hace resistente y constante”, añade en una entrevista. “Aprendes disciplina y a participar de tú a tú contra los demás”, dice en otra. Rivera tiene grabado que el esfuerzo y el entreno te hacen mejor y que todo rival es batible si hay árbitro y las reglas son las mismas.
El presidente de Ciudadanos ha creído progresivamente en su capacidad de llegar a lo más alto. Algunos dirigentes de Ciudadanos tenían durante la campaña a las generales un grupo de Whatsapp llamado “Moncloa 2015”. Rivera era ahí uno más: proponía reacciones a noticias, enviaba tuits de seguidores y rivales, debatía líneas rojas de la campaña y animaba al equipo. Pero ese equipo era plenamente consciente de que tenía a un solo Messi -como le apodan a veces dentro del partido.
La ayuda de otros equipos
En el crecimiento extraordinario de Ciudadanos entre 2014 y 2015, Rivera explotó la frase “Imposible es solo una opinión”. Al contrario que otros políticos -más allá de si Rivera creía o no en sus opciones de alcanzar la Moncloa, lo que solo sabe él-, Rivera sabe lo que es ser un candidato menor. En sus primeras elecciones al Parlament, Rivera pidió a su equipo que no pusieran “candidato a la presidencia de la Generalitat”. Le parecía pretencioso e irreal: “Hay que ser realistas también en política -decía entonces Rivera. Está claro que no vas a gobernar. No se puede uno tirar a la piscina”. Pusieron “candidato al Parlament”. Imposible aún no era una opinión.
En aquella época, justo antes de sus primeras elecciones, Rivera presumía de logros pequeños: “Esta semana hemos crecido 250 militantes”, decía en la tele. A pesar de tener un buen candidato, el partido necesitó que el resto de formaciones no tuvieran sus mejores años. Tras las luchas iniciales entre 2006 y 2010, hubo dos acontecimientos que dispararon al partido: el proceso soberanista en Cataluña y la crisis de confianza en los políticos en toda España. El conflicto lingüístico y estatutario catalán dio al partido solo 3 escaños en 2006 y 2010. Pero la posterior explosión independentista les llevó a 9 escaños en 2012 y 25 en 2015 y líderes de la oposición.
La misma tendencia ocurrió en elecciones en toda España. Ciudadanos se presentó en las generales de 2008 y las europeas de 2009 y fue una calamidad. En la última legislatura y con el descrédito de los políticos se abrió una puerta. Por allí entraron Podemos y Ciudadanos. Ahora queda consolidarlo.
Messi al final no ha sido un Messi que gana Balones de Oro. Ha sido más bien Simeone: el líder válido de un buen equipo que sube pero que le cuesta. Como en todos los deportes de equipo, necesita un equipo sólido y la estrella debe marcar en la final. De momento Ciudadanos no lo ha logrado. Solo hay una cosa segura, mientras esté en política, Rivera seguirá entrenando y viendo a los rivales de tú a tú.