Friedrich Nietzsche dijo que "la potencia intelectual de un hombre se mide por la dosis de humor que es capaz de utilizar" pero Cayetana Álvarez de Toledo prefiere alinearse con Fernando Savater y citar a Montaigne para arremeter contra el torrente de burlas y críticas que ha generado su dramático tuit culpando a Manuela Carmena de arruinar la ilusión de su hija por la Cabalgata de Reyes en una dura tribuna en El Mundo.
Me es imposible tratar de buena fe con un tonto, porque bajo su influjo no sólo se corrompe mi juicio, sino también mi conciencia.
En su carta abierta, la portavoz de Libres e Iguales articula los ataques que ha recibido en dos frentes. Por un lado el de los "chavistas ibéricos", los "soldados rasos" de una "operación de acoso y derribo", refiriéndose a los tuiteros simpatizantes de Podemos y formaciones de izquierda que la han criticado ideológicamente.
Les reprocha ser un "sector reconcentrado" del "cainismo, guerracivilismo y la envidia" española, y haber actuado respondiendo a los "estímulos más romos" sin haber analizado el fondo de las críticas y la dimensión de su persona.
Es el que lee «chica del PP» y entiende: corrupta, facha y pija. Odia a los pobres (quería estar en la tribuna VIP), detesta a los gais (de ahí sus críticas a la túnica rosa de Gaspar), aborrece a los negros (a los que nosotros, paradójicamente, ponemos a tocar una kora africana en plena Era Obama) y desprecia a las mujeres (porque el auto odio no es patrimonio exclusivo del constitucionalista catalán). Ah, y, por supuesto, es una integrista religiosa.
"Con estos tontos no hay nada que hacer", concluye. "No interesan ni como objeto de bloqueo". A continuación carga las tintas contra la cobertura que han hecho los medios de la polémica, mostrándose indignada de que se le preguntara "cómo está su hija" o "si va a perdonar a Carmena" como hizo EL ESPAÑOL.
La pérdida no ya de calidad sino de capacidad básica de comprensión e interpretación es asombrosa. Como si la restricción de caracteres impuesta por Twitter hubiera impuesto una restricción mental equivalente: la obligación de prescindir de la ironía, del humor y del matiz; de las referencias literarias, más o menos veladas, y de las figuras retóricas, incluidas las más evidentes como la hipérbole o la repetición. Jamás, jamás, jamás.
Álvarez de Toledo condena que los medios "viejos y nuevos" hayan dado pábulo a las burlas y hayan buscado una intencionalidad política detrás por "morbo". "Twitter está arrasando con la política y el periodismo cultos, esforzados, incisivos e inteligentes", concluye, asegurando que no por ello va a dejar de usarlo para dialogar "como si al otro lado estuviera Montaigne" en lugar de los "tontos".
"Que se lo tomaran en serio es insólito"
En conversación esta mañana en Espejo Público Cayetana Álvarez de Toledo ha vuelto a insistir en que la retórica del tuit mostraba una ironía "evidente" y ha vuelto a responsabilizar del revuelo a la falta de "comprensión lectora" de los "tontos".
Ha insistido en las críticas sobre el "adanismo" de la cabalgata en el sentido de reinventar tradiciones poniendo como ejemplo a Reino Unido, a quien España tiene de referente político y donde "se respetan las tradiciones". Ha terminado afirmando que no cambiará su manera de usar las redes sociales "porque hay que ser libre".
En paralelo, las reacciones de los usuarios de Twitter, inteligentes o no, han sido las previsibles:
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