Los jefes de la Casa del Rey: los ojos y los oídos de Juan Carlos I
A Alberto Aza “le tocó bailar con la más fea”. Bajo su mandato se gestaron los dos grandes escándalos de Urdangarin y Corinna.
11 enero, 2016 03:14Noticias relacionadas
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A lo largo de la historia, la monarquía española ha tenido grandes consejeros reales. Muchos aprovecharon el cargo para mayor gloria de su estirpe. Otros acabaron mal: el famoso Antonio Pérez, secretario de Felipe II, murió pobre en el exilio de París aunque logró salvar el pellejo. Lo que nunca había ocurrido hasta ahora es que dos de ellos tuvieran que declarar como testigos ante un tribunal por un caso de supuesta corrupción: es el caso de Fernando de Almansa y de Alberto Aza, los dos ex jefes de la Casa del Rey cuyo testimonio será oído en el juicio del caso Noos que empieza este lunes.
¿Qué sabía Zarzuela del caso Noos? Los jefes de la Casa del Rey, nombrados libremente por el monarca en aras del artículo 65.2 de la Constitución, actuaron como “los ojos y los oídos” de Juan Carlos I en el escándalo económico de su yerno, según fuentes conocedoras del sistema de trabajo de los mismos.
En la actualidad, el jefe de la Casa del Rey tiene rango de ministro y es una especie de super jefe de gabinete del jefe del Estado, al que informa, asesora, controla, escucha y padece. Consejero-en-jefe, valido, secretario, mano derecha, escudero, centinela, paño de lágrimas. La lista de definiciones del cargo es infinita. Uno de los ellos me explicó así la esencia del puesto más cercano al monarca de todo el organigrama: “Es una relación de amor-odio”.
Con don Juan Carlos, “la comunicación era muy irregular”, señalan fuentes conocedoras del trabajo de los jefes. “A veces hablaban una vez al día por teléfono, a veces nada, a veces cuatro horas de reunión en su despacho, a veces siete reuniones breves en un mismo día. O una vez por la mañana en su despacho y nunca más. Dependía de lo que estuviera pasando, de las urgencias, de las necesidades”.
Fernando de Almansa, el emisario
Los tres jefes a los que les tocó lidiar con el caso Noos son diplomáticos de carrera. El granadino Fernando de Almansa, vizconde del Castillo de Almansa, 67 años, estuvo al frente de la Casa del Rey entre 1993 y 2002. Vivió la boda de los Urdangarin-Borbón en 1997 y se marchó de la Casa unos meses antes del nacimiento de Noos. Mantiene una estrecha relación con Juan Carlos I y es consejero de Telefónica, la empresa que dio refugio a Urdangarin en Washington DC a partir del verano de 2009. Por eso nueve años después de dejar al Casa jugó un papel destacado en la estrategia de control de daños establecida en Zarzuela en 2011 tras el estallido público del caso.
A petición de don Juan Carlos, Almansa viajó a Denver, la capital del Estado americano de Colorado el 20 de diciembre de 2012. Lo hizo acompañado por el abogado del Estado Ramiro Sánchez de Leirín, secretario general de Telefónica. Los Urdangarin-Borbón estaban esquiando en Aspen, una de las mejores estaciones de esquí del mundo, a unos 300 kilómetros de Denver.
Tres años más tarde, la infanta Cristina sigue negándose a renunciar a sus derechos de sucesión al trono
Según fuentes solventes, Almansa, andaluz suave de modales exquisitos, le transmitió un mensaje a la infanta de parte de su padre: que tuviera un "gesto de ayuda" a la institución, como por ejemplo la renuncia a sus derechos dinásticos. A día de hoy, la infanta Cristina y su marido “le guardan” a Almansa la “ofensa” cometida, según fuentes del entorno, que consideran más apropiado haber invitado al matrimonio a La Zarzuela para discutir en familia “lo más beneficioso para al Corona”. “Esas cosas no se hacen así”, concluyen estas fuentes. “Hay que tener más mano izquierda. Don Juan Carlos le soltó el muerto a otro”.
Las mismas fuentes explican que la reunion entre Almansa y la infanta en Denver fue "tensa y violenta". El matrimonio Urdangarín-Borbón adaptó una "actitud defensiva", llegando incluso a acusar a la corona y al propio monarca de ser "el culpable de todo." Esto es algo que Almansa no pudo aceptar: su cometido era el de trasladarles la inmensa preocupación de la corona y la necesidad de "anteponer los intereses" de la institución a los personales.
Almansa y Ramiro Sánchez de Lerín, que tuvieron que hacer escala en Baltimore en el largo viaje de regreso a España, fracasaron en el intento: tres años más tarde, la infanta Cristina sigue negándose a renunciar a sus derechos de sucesión al trono, del que es la sexta aspirante en caso de fallecimiento de Felipe VI. En junio de 2015, Felipe VI no tuvo más remedio que revocarle el título de duquesa de Palma: es lo único que puede hacer por real decreto, a los derechos sucesorios sólo puede renunciar ella.
Seis meses más tarde, Almansa sí tuvo más éxito en una segunda misión: sacar a Urdangarin de Telefónica, cuyo techo ya no aguantaba “el metro y medio de nieve” que suponía el escándalo Noos para la marca de la primera multinacional de España. Según fuentes conocedoras de las gestiones, fueron Almansa y Luis Abril los que hicieron la “trampita” de convencer al entonces duque de Palma para que aceptara una “excedencia temporal” en Telefónica que en realidad fue un “despido encubierto”.
El 28 de agosto de 2012, un comunicado informó de la marcha “temporal” de Urdangarin para preparar su defensa. Se le dijo incluso que tendría despacho en Barcelona. La realidad fue otra.
Alberto Aza, el hacedor en la sombra
Aza, que este año cumple 79 años, conoció al rey Juan Carlos en plena vorágine de la Transición. En 1977, el joven diplomático que era entonces sustituyó a Carmen Díez de Rivera en La Moncloa como jefe de gabinete de Adolfo Suárez, el elegido por don Juan Carlos para pilotar el paso de la dictadura a la democracia. Un cuarto de siglo más tarde, Aza se convirtió en jefe de gabinete del propio rey en La Zarzuela. Poco pudo imaginar este asturiano nacido en Tetuán que ambos personajes históricos tendrían un final convulso, y que a él le tocaría asistir a ambos.
A Aza “le tocó bailar con la más fea”, explican en su entorno en referencia a su mandato en Zarzuela entre 2002 y 2011: los años más complicados, aquéllos en los que se gestaron los casos Urdangarin y Corinna zu Sayn-Wittgenstein, los dos grandes escándalos que acabarían torpedeando la monarquía de Juan Carlos I.
Esta es una ola que nos va a llevar a todos por delante, confesó el jefe de la Casa ante sus colaboradores
Con José Manuel Romero Moreno, conde de Fontao, sobre el terreno, Aza logró obstaculizar los negocios de Urdangarin hasta acabar con ellos, al menos públicamente, en 2007. “Si no hubiera sido por Aza, ¿hasta dónde habría llegado Urdangarin?”, se preguntan ahora personas conocedoras de las gestiones que llevó a cabo el jefe de la Casa para neutralizar la voracidad económica del yerno del rey.
En 2010, y a pesar de los esfuerzos realizados a partir de 2005, el jefe de la Casa se confesó ante sus colaboradores: “Esta es una ola que nos va a llevar a todos por delante”. Poco después, tomó la decisión de marcharse de la Casa, “harto de todo”, según su entorno. Aza consiguió que el rey entendiera la urgencia de romper amarras con Urdangarin, pero fracasó en el intento de apartarlo de zu Sayn-Wittgenstein, la consultora germano-danesa que se convirtió en su pareja sentimental entre 2004 y 2014. “Ella llegó a tener más influencia sobre el rey que el propio Aza”, señalan fuentes solventes. “Eso a él lo exasperaba”.
Su trabajo fue recompensado. Apenas un mes después de dejar la Casa, él y su hijo Alberto Aza Custodio entraron en el consejo de Abengoa. Desde febrero de 2012, Aza padre es miembro permanente del Consejo de Estado. Por eso pudo declarar por escrito desde Madrid ante el juez Castro. “Todo esto le coge ya mayor”, dicen fuentes de su entorno.
Tras la abdicación de don Juan Carlos, en junio de 2014, Aza quiso reinvindicar su tarea al frente de la Casa en esos turbulentos años y habló así con Lola Galán, de El País Semanal: “En cuanto al caso Nóos, es cierto que ha hecho daño. Es verdad también que no se ha valorado hasta qué punto el Rey y su Casa y la Corona han sentado las bases para determinar que la responsabilidad es personal, que tiene su procedimiento judicial, que no hay responsabilidad institucional porque [los duques de Palma] no tienen responsabilidad institucional ninguna […] yo creo que lo que se tenía que hacer desde el punto de vista institucional se hizo muy bien, y a tiempo. Lo que pasa es que las cosas han seguido su curso, por un lado el judicial y por otro el mediático”.
Un año más tarde, en el homenaje político a Adolfo Suárez, Aza volvió a insistir en Europa Press: “La casa ha tomado una posición clarísima desde el primer día, de que es la justicia la que tiene que operar. De ahí que el Rey dijera entonces aquella frase lapidaria de que 'la justicia es igual para todos'".
Rafael Spottorno
Rafael Spottorno, 70 años, el diplomático que ha pasado 12 años junto al rey, fue el cerebro gris de esa famosa referencia a la justicia en el discurso de Nochebuena de 2011. Spottorno, posiblemente el más expeditivo e irónico de estos tres jefes, fue el número dos de Almansa durante 9 años y después se convirtió en presidente de la Fundación Caja Madrid hasta que en 2011 don Juan Carlos lo recuperó para que le ayudara en el tsunami Noos.
Su nombramiento como jefe de la Casa se anunció oficialmente a primeros de julio de 2011 y desde entonces hasta el 30 de septiembre en el que se incorporó, se dedicó a estudiar “todos los pormenores del caso Noos y a hablar con los implicados: hizo un importante trabajo de recogida de información”, según fuentes conocedoras de su trabajo. Pero fue determinante “el 7 de noviembre de 2011, cuando la policía judicial entró en la sede de Noos en Barcelona cuando supo que había que actuar con rapidez”, continúan las mismas fuentes, que destacan cómo Spottorno actuó siempre “siguiendo las instrucciones del rey”.
Esto a la infanta Cristina le cuesta aceptarlo: Spottorno no era más el que ponía cara a lo que su padre le pedía. Así, el 12 de diciembre de 2011, cuando convocó a los periodistas en Zarzuela para comunicar el alejamiento oficial de Urdangarin por su comportamiento “no ejemplar”, ésta dijo, según su entorno, en referencia al jefe de la Casa: “Nos la ha metido doblada”.
No sólo le tocó ser duro con la infanta Cristina. También tuvo que jugar ese papel con la reina Sofía, “a la que le costaba enterarse de las cosas, o no simplemente no quería hacerlo”, según fuentes solventes. E incluso con el rey Juan Carlos, al que habló con crudeza cuando éste provocó un gran escándalo tras la inoportuna decisión de marcharse a cazar a Botsuana en plena crisis económica y caso Noos.
“Puede que Spottorno jugara el papel más histórico entre los jefes: alejó a los Urdangarin-Borbón de la Casa y pilotó el proceso de abdicación del rey”, señalan fuentes del entorno, que lamentan su amargo final en Zarzuela. El 7 de octubre de 2014 tuvo que dimitir como consejero real de Felipe VI por las tarjetas black de Caja Madrid. No hubo lágrimas ese día en el entorno de la infanta Cristina. Tampoco en el de Corinna zu Sayn-Wittgenstein, a la que Spottorno vetó en Zarzuela con la misma energía con la que se opuso a la presencia de los Urdangarin-Borbón.