En Madrid se sigue durmiendo al borde del hoyo y la espada como escribió un campesino llamado Miguel Hernández. Y hay gozos y pesadillas que no cambian. Madrid capital de la España sin gobierno de España; de andaluces y aragoneses, de extremeños y castellanos, de catalanes y vascos… aquí cabemos todos. Madrid de políticos que hacen dejación de sus funciones y se miran el ombligo; y de reyes, campechanos y preparados, que también practican el escapismo y no saben muy bien qué mirar. Geografía incompleta de corruptos y santurrones.
Madrid canalla que espanta y atrae en el que cohabitan la melancolía y la fascinación. Ciudad infernal de la que no te puedes despegar, de la que no te quieres emancipar, a la que deseas amar aunque te rechace, aunque no pare de ponerte los cuernos y de colocarte siempre en el brete, en el filo, en el disparadero, pero siempre de pie.
Madrid filibustera, cruce de pícaros, putas, curas y políticos, sobre todo políticos, de cobardes y de cobardes. Villa y Corte a la que siempre regresa el fugitivo que diría ese Sabina cazallero de alta graduación que nos araña el alma. Capital de la lujuria, del convento y el prostíbulo, de putas y monjas, de señoritos y proxenetas. Municipio repleto de borrachos de sombra negra que diría Antonio Machado y de tabernas de antaño donde hasta el tiempo es añejo. Callejero donde se funden los amores que se pagan por horas y los salones de terciopelo. Guía del ocio de restaurantes repletos de conspiradores a tiempo completo en épocas de conspiraciones como esta de nuestros pecados. Daguerrotipo etéreo de cielos verticales e inquebrantables donde los colores del atardecer parecen sacados de sueños depravados, de una orgía de vino y rosas; donde se funden hombres de bien y pendejos, poetas y saltimbanquis, el Retiro y el parque del Oeste. Sueño de piratas tuertos que dan gracias a quien haga falta por seguir teniendo un ojo para perderlo en esta ciudad interminable.
Madrid heroica que se levantó un 2 de mayo, que tomó la Puerta del Sol un 14 de abril, que saltó a la calle tras un 11 de marzo para el recuerdo y para el olvido. Madrid peleona que paró a franceses y fascistas, que siempre dice NO a la barbarie y a la injusticia y que nunca ha vuelto la cara. La ciudad de la tenacidad y la improvisación, que escribió Ramón Gómez de la Serna.
Este Madrid lo aguanta todo. Incluso a Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera, que ya es aguantar. También a Botella y Carmena. Incluso el Prado y el polígono Marconi. Cibeles blanco y Neptuno rojiblanco. Periodistas de medio pelo y escritores que apenas llegan al medio libro. Donde se dan la mano la belleza extenuante y la excelsa podredumbre.
Madrid infinita que siempre es un entierro o una fiesta, incluso ahora cuando nadie quiere ni puede subirse a los leones del Congreso. Madrid que soporta hasta este receso de gobierno sin gobierno donde Rajoy cobardea para seguir estando a la derecha, Sánchez sigue empeñado en no desaparecer de la izquierda e Iglesias ansía mandarnos otra vez a las urnas para ser, cree él, la siniestra oficial de España. Por la capital anda también Rivera que es de Barcelona y prefiere mirar al frente, ni atrás ni a su ombligo como otros, sólo al frente. Momento poliédrico en una ciudad poliédrica.
Madrid es un exceso permanente, en lo civil y en lo criminal, que no se acaba en una mirada, en un suspiro o en un polvo rápido. Aquí se resiste hasta el desgobierno, hasta una Moncloa sin inquilino, que nadie lo dude. Esta ciudad tiene un don o una maldición, o una mezcla de lo uno y lo contrario, que la han convertido es uno de esos puntos únicos, exclusivos, dolientes, mágicos, irrepetibles… donde se cruzan los caminos. Un lugar imaginario repleto de locos insensatos y de cuerdos más insensatos todavía donde corre la vida sin despeinarse.