La versión online de la cadena Bloomberg Business dedicó el pasado viernes un artículo a Podemos. El titular rebosaba dramatismo: "Radicales españoles cercan a la vieja guardia mientras amanece una nueva era". La pieza se remontaba a los orígenes del partido con base social en los movimientos indignados del 15-M hasta la propuesta ante Felipe VI de entrar en un Gobierno de pacto con el PSOE. En medio, se colaba la alusión al candidato republicano Donald Trump:
España está lejos de ser la única en contemplar el impacto político del atractivo populista. En Estados Unidos Donald Trump está liderando la carrera a la nominación republicana con una mezcla de retórica anti-inmigrante y caradura política.
La comparativa suena gratuita. El millonario neoyorquino no podría representar mejor el polo opuesto a las políticas que propugna la formación morada. Trump quiere cerrar la frontera a los refugiados y a todos los musulmanes como medida preventiva antiterrorista; Podemos reclama más medidas de ayuda a los peticionarios de asilo y no firmó el pacto antiyihadista en el Congreso porque "el terror no se combate con menos libertad".
Trump es un enemigo acérrimo de las políticas sociales. Ha llegado a decir que los subsidios y la Seguridad Social "incentivan a la gente a no trabajar". "El Gobierno debería ocuparse de las obras públicas, la seguridad, y poco más", ha declarado. Podemos, en su primera iniciativa parlamentaria, ha propuesto una "ley de emergencia social" para suministrar luz, calefacción y hogar a los españoles que no se lo pueden permitir.
Trump quiere reforzar el ejército y hacer América "grande de nuevo"; Podemos plantearía revisar los convenios militares con EEUU y, llegado el caso, la salida de la OTAN.
Sin embargo, la comparativa entre Trump y Pablo Iglesias es fructífera - la encontramos el domingo mismo en la prensa española - y tiene que ver más con las formas que con el contenido. Ha cundido la coletilla de que Trump es el populismo estadounidense como Iglesias es el español.
De hecho, para Bloomberg, Trump es el comodín a aplicar a todas las "izquierdas radicales": en agosto una columna explicaba qué tenía que ver Trump con Jeremy Corbyn, el líder laborista y "Pablo Iglesias británico" según el propio Pablo Iglesias, y en septiembre celebraban el triunfo de las políticas de austeridad en Grecia titulando "Resistiendo a Trump y Tsipras: el centro aguanta en un mundo post-crisis".
El debate sobre qué es populismo y qué partidos, nuevos y viejos, pueden decirse inmunes a sus tretas, se abordó en abundancia durante la campaña electoral. Más allá de definiciones movedizas encontramos seis puntos de encuentro entre Donald Trump y Pablo Iglesias, algunas verdaderamente sorprendentes.
La voz de los descontentos
Donald Trump ha capitalizado la ira de quienes no se sienten representados por el estamento político de Washington. Parece paradójico que sea un millonario quien ponga voz al descontento popular. Pero Trump se erige en defensor del American Dream, el hombre hecho a sí mismo para el que las instituciones del 'Big Government' son un obstáculo para prosperar.
"Vamos a acabar con todas estas ridículas regulaciones, todo es tan malo, vamos a eliminarlas porque nos están destruyendo. No podemos respirar" - proclamó en un mitin multitudinario en Dallas, antes de repetir su promesa de devolver la "grandeza" a América.
La base de los indignados españoles que reunió el movimiento del 15-M comparte el rechazo a la "casta" política, término que popularizó Pablo Iglesias pero abandonó después de las elecciones europeas. Las soluciones que propugnan sin embargo son las inversas: derogación de las políticas de austeridad y más ayudas sociales.
Ruptura con el bipartidismo
Puede parecer una contradicción en el caso de Trump, que opta a la candidatura de uno de los dos grandes partidos que se reparten el Congreso de EEUU. Pero el ecosistema político estadounidense es complejo, y el millonario ha irrumpido como un outsider, dinamitando las estructuras tradicionales republicanas.
Ha concurrido en varias ocasiones a las elecciones presidenciales, en el año 2000 por el Partido de la Reforma, y se llegó a rumorear que podría abandonar las primarias republicanas tras ganar la suficiente popularidad y presentarse como independiente. Sin embargo ha logrado plegar a las élites republicanas, que veían con mejores ojos a un candidato más ortodoxo como el senador Ted Cruz, bajo el peso de su popularidad.
Pablo Iglesias, por su parte, militó en su adolescencia en las Juventudes Comunistas de España y simpatizó con Izquierda Unida hasta fundar Podemos en 2014. A finales de año el CIS les daba como primeros en intención de voto directo: aunque esos pronósticos no se cumplieron en las elecciones generales, aquél momento se interpretó como el fin del bipartidismo en España.
Un magnífico uso de los medios
Donald Trump es, ante todo, showman. Con su eterno bronceado y su llamativo tupé ha hecho de la autopromoción un arte. Se ha creado un personaje vocinglero y arrogante que presume de decir lo que nadie más se atreve. Le debe gran parte de su política al show El Aprendiz, que producía y protagonizaba, y en el que aspirantes a empresarios competían por ser su elegido.
Ha invertido en medios de comunicación, en programas de entretenimiento, en equipos deportivos y en concursos de misses. Sus mediáticos amoríos han sido otra oportunidad de promoción. Se ha casado tres veces: con la top model Ivana Zelníčková, con la actriz Marla Maples y con la modelo Melania Knauss, su actual esposa.
Pablo Iglesias, por su parte, ha "crecido" en la televisión, desde el programa La Tuerka en televisión local y posteriormente en Fort Apache de Hispan TV. Aunque se trataba de tertulias políticas marcadamente de izquierdas, Iglesias acudió a debatir a Intereconomía, en el espectro político opuesto, y su habilidad al manejarse en territorio hostil lo convirtió en colaborador habitual, facilitando que su candidatura a las elecciones europeas - con papeletas con su rostro - diera la sorpresa.
También en la órbita de la relaciones personales Iglesias ha sabido mantener el control a su favor. Habló abiertamente de su relación con Tania Sánchez cuando ella militaba en IU como ejemplo de convivencia en aras de una causa común. El anuncio oficial de su ruptura se coló entre los resultados de las elecciones andaluzas; su reunión en las listas de Podemos ha ido acompañada de flores. "Sin Tania Sánchez no existiría Podemos", dijo Iglesias en diciembre.
Una financiación, presuntamente, sin hipotecas
Trump presume de ser millonario. Lo que sería censurable o sospechoso en Europa, para él es una manera de alardear de transparencia. A lo largo de los años ha donado dinero a candidatos de ambos partidos. "Yo les doy y ellos lo me devuelven. El sistema está roto". Pone el ejemplo de quién posiblemente sea su rival en la carrera a la Casa Blanca, Hillary Clinton. "Le dije 'ven a mi boda' y tuvo que venir, porque le había dado dinero".
"Yo me financio mi propia campaña", ha llegado a declarar, lamentando no recibir suficiente reconocimiento por ello. En realidad, como reveló el medio Politico, el candidato recibe regularmente "donaciones no solicitadas", una práctica común en EEUU.
Podemos por su parte se enorgullece de no haber recurrido a la banca para financiarse. Su estrategia son las cuotas de colaboración, el crowdfunding y los microcréditos. Sin embargo los escándalos que han golpeado a la formación iban precisamente en la línea de la financiación.
Juan Carlos Monedero tuvo que presentar una declaración complementaria para regularizar más de 400.000 euros que cobró por asesorar a gobiernos latinoamericanos - siempre ha negado que sirvieran para financiar al partido. Actualmente la UDEF mantiene una investigación abierta sobre los pagos de Hispan TV a la productora de Pablo Iglesias.
Marcar los tiempos a los rivales
Tanto Trump como Iglesias han hecho de un ataque su mejor defensa. Una y otra vez ha logrado dictar las prioridades aunque estuvieran en segundo plano. Han provocado situaciones que polarizan el debate, si bien en un tono muy diferente: Iglesias, jugando con el bebé de Carolina Bescansa en el escaño; Trump, poniendo en duda de la legalidad de la candidatura de Ted Cruz en pleno debate por haber nacido en Canadá.
Lo demostró Pablo Iglesias el pasado 22 de enero ofreciéndose como vicepresidente de Pedro Sánchez - un extremo que había descartado en campaña - y entregándole la presidencia del Gobierno como "una sonrisa del destino". Los analistas coinciden que la oferta, acompañada con unas demandas de ministerios y políticas, era una medida de presión para desbarajustar los cálculos del PP y PSOE.
Donald Trump brilló por su ausencia en el último debate republicano antes de los caucus de Iowa. Se permitió vetar a la cadena Fox News por su animadversión hacia la periodista Megyn Kelly y organizó en su lugar un acto con veteranos de guerra. Los candidatos restantes terminaron pugnando por demostrar quién era más estricto en medidas de inmigración y seguridad nacional, precisamente los puntos fuertes que Trump introdujo en la campaña.
El sarcasmo
La polémica con Megyn Kelly no es la única que ha mantenido Trump con la prensa, con quien tiene una relación complicada. Por un lado es un surtidor infalible de titulares, por el otro, los periodistas a menudo afean sus exageraciones, ataques desaforados o simple y llanamente mentiras.
Trump en esos casos tira de victimismo y no ahorra los golpes bajos. El más grave ocurrió en noviembre, cuando se burló del periodista discapacitado Serge Kovaleski, que desmintió que "miles de musulmanes" habían salido a festejar el 11-S en Nueva Jersey como sostenía el candidato. El escándalo no tuvo consecuencias: como presume Trump, "podría disparar en la Quinta Avenida y no perdería votantes".
El sarcasmo de Pablo Iglesias sale a relucir en los enfrentamientos políticos. A principios de 2015 dedicó un programa entero de La Sexta Noche a llamar "Don Pantuflo" al periodista Eduardo Inda, uno de sus grandes detractores. Aunque ha moderado sus ataques desde entonces, todavía en verano llamaba pitufo gruñón a IU.
La defensa de las armas
Que Donald Trump sea un defensor del porte de armas no debería ser una sopresa para nadie. Muy pocos candidatos, incluso entre los demócratas, están a favor de regularizar la compra y tenencia de armas de fuego, una medida impopular entre gran parte de la población americana que lo considera un derecho constitucional. "No quiero límites a las armas" - ha zanjado Trump. "Salvan vidas".
Lo que quizás asombre más es descubrir que Pablo Iglesias también está a favor. No es un tema que se haya tratado en campaña ni en los programas electorales porque no es una problemática de la realidad española. Pero en 2012, desde su atril de La Tuerka, Iglesias proclamaba su simpatía con las leyes estadounidenses a ese respecto. "El derecho a portar armas es una de las bases de la democracia", proclamaba.
"Si algo sabían los patriotas americanos que expulsaron a los ingleses es que la democracia es incompatible con el monopolio de la violencia por parte del Estado", argumentaba. Reivindicaba las patrullas urbanas armadas de los panteras negras: "Cómo cambiaron las cosas". Días después se congratulaba de haber "provocado debate" con su vídeo en Menéame, el agregador de noticias.
En noviembre de 2014, a instancias del diario El Plural, Podemos se desmarcó de estas posiciones. "El compromiso de Podemos con la no violencia es claro. Podemos no apoya la opinión o la frase pronunciada por Pablo Iglesias".