Así será el desarme definitivo de ETA
La banda maneja esta baza para conseguir sus objetivos finales: acercar los presos y obtener privilegios para los terroristas fugados con causas pendientes.
10 febrero, 2016 01:47Noticias relacionadas
La capacidad operativa de ETA es mínima. En la clandestinidad, apuntan fuentes de Interior, apenas queda una decena de terroristas que sostienen los restos de la banda. El ministro Jorge Fernández Díaz firmó su "acta de defunción" tras la detención, el pasado mes de septiembre, de Daniel Pla e Iratxe Sorzabal, que constituían la cúpula de la organización. En el aire, no obstante, todavía queda una pregunta sin respuesta: ¿Qué ocurrirá con sus armas y explosivos? Y si sus dirigentes señalaron "el cese definitivo de la actividad armada", ¿por qué sigue este arsenal en su poder?
Según fuentes de la lucha antiterrorista, el arsenal del que dispone ETA está compuesto por unas 600 armas y varias toneladas de productos químicos con los que fabricar explosivos. Su estado, no obstante, es más que dudoso, y sólo parte de este inventario se podría utilizar con garantías. Todo ello estaría repartido en una decena de zulos.
La escenificación de un desarme
Estas cifras contrastan con el amago de desarme que ETA escenificó en febrero de 2014. En un vídeo que la organización remitió a la BBC, dos encapuchados entregaban parte de su arsenal a la Comisión Internacional de Verificación, encabezada por Ram Manikkalingam y encargada, supuestamente, de supervisar el fin de la organización terrorista. En aquel desarme, los encapuchados entregaron un fusil, una pistola, dos revólveres y 300 balas, así como 16,5 kilos de material químico y varios dispositivos detonadores.
No ha faltado quien ha tildado de "tomadura de pelo" este proceso; al menos esas fueron las palabras que empleó Josu Erkoreka, portavoz del Gobierno vasco, en junio de 2015: "El desarme es de una lentitud extrema", inquirió. Esta "lentitud" corresponde a la estrategia trazada por la cúpula de la organización.
El desarme definitivo es, en realidad, una de las pocas bazas que maneja ETA para tratar de alcanzar sus últimos objetivos: fundamentalmente, el acercamiento de los presos a prisiones próximas al País Vasco o Navarra y conseguir algunos privilegios para los miembros de la banda que, aunque ya no están operativos, no pueden regresar a España por tener causas pendientes con la Justicia.
La influencia de las elecciones vascas
Las últimas elecciones generales, el 20 de diciembre de 2015, fueron las primeras en las que ETA poco -o nada- tuvo que decir. En las anteriores, en 2011, todavía se votó con la resaca de aquel "cese definitivo de la actividad armada". Desde la cúpula de la organización son conscientes de que un gesto cargado de simbolismo podría incidir en los comicios que, a finales de año, se celebrarán en el País Vasco.
Según todas las previsiones, la cámara conocerá un escenario inédito, con el auge de Podemos ante una hipotética caída de EH Bildu. Además, desaparecerá UPyD. Según informaciones publicadas en el diario El País y en la que se citan fuentes de la izquierda abertzale, ETA pretende influir en el transcurso de los comicios y frenar el descalabro de EH Bildu. Para ello, la cúpula de la organización estaría dispuesta a entregar su arsenal en un gesto cargado de simbolismo.
¿Quién debe dar este paso?
David Pla e Iratxe Sorzabal, detenidos en septiembre de 2015, lideraban la estructura de ETA. Egoitz Urrutikoetxea, hijo de Josu Ternera, fue arrestado poco después. "Quizás el único con algo de pedigrí que pudiera ser reclamado para gestionar lo poco que queda de la organización terrorista", advirtió el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. Al frente de la banda se sitúa ahora el nombre de Mikel Irastorza, con poca experiencia en el seno etarra y al que fuentes de la lucha antiterrorista califican como un "posibilista".
Según estas fuentes, el liderazgo de Irastorza y la ausencia de un sector duro -como el que representaba el propio Ternera- facilitaría un desarme definitivo de la banda. Este frente "posibilista" debe negociar con aquellos miembros de la banda que exigen que no se dé ningún paso si el Gobierno central no reconoce su implicación en el "proceso".
Desde las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se asume que habrá algún movimiento significativo a lo largo de 2016, seguramente a finales de año. Pero en el seno de la banda todavía se discute hasta dónde llegará este proceso y cómo se deben gestionar los restos de la organización, con más de medio siglo de recorrido y con las manos manchadas con la sangre de 800 crímenes mortales.