En una sesión de investidura inédita e insólita, Pedro Sánchez ha conseguido lo extraordinario: unir a la derecha española con la izquierda radical y con los independentistas en su rechazo a un discurso plano que sólo servirá, según ha admitido el propio candidato a la presidencia del Gobierno, para resolver “el bloqueo de la situación política”.
Sólo Ciudadanos, con la boca pequeña y sin aplaudir, ha valorado positivamente las palabras de Sánchez. Este martes, el líder socialista audaz y valiente que ha conseguido llegar hasta aquí a pesar de los innumerables obstáculos, no sólo no ha conseguido más votos para ser investido, sino que tampoco ha logrado hacer vibrar a la Cámara con un discurso plúmbeo difícil de seguir.
"Sin hilo conductor"
Sánchez ha hablado durante una hora y media a través de 42 folios escritos, según fuentes políticas, “sin hilo conductor”. Una relación de propuestas ya conocidas porque están en el Pacto del Abrazo con Ciudadanos (Cs) y de la que ha omitido una de las estrellas del partido de Albert Rivera: la supresión de los Diputaciones provinciales. Lo ha hecho sin intención, según ha dicho al salir del hemiciclo, y Cs le ha restado importancia. Pero ha habido ironía en la intervención de Juan Carlos Girauta, el portavoz de Cs: “Tiene su lógica [omitir la referencia a las Diputaciones]. Ha sido casi como arrancar una muela”.
Ha sugerido Girauta que hablaba Sánchez vigilado por los líderes socialistas instalados frente a él en la tribuna de invitados: Ximo Puig (Valencia); Emiliano García Page (Castilla- La Mancha) y Guillermo Fernández Vara (Extremadura). Pocos apoyos de los suyos, apenas Rosa Conde, la ex portavoz de Felipe González, junto a esos tres líderes regionales. No muy lejos en la tribuna lo observaba también el veterano José Enrique Serrano, uno de los más brillantes negociadores del PSOE que ha conseguido cerrar el acuerdo con Cs. En el discurso de Sánchez ha faltado una pluma a la altura de la capacidad negociadora del PSOE.
Sánchez ha reclamado a Podemos sus votos para echar a Rajoy utilizando (hasta 57 veces) la palabra cambio: “¿Por qué no nos unimos? ¿Dónde está el problema?”, ha espetado a los diputados liderados por Pablo Iglesias. La respuesta, en formato culinario, se la ha dado más tarde Joan Baldoví, el líder de Compromís: “Se puede hacer mestizaje, pero una anchoa no casa con un buñuelo”. Toda la izquierda a la izquierda del PSOE se lo ha vuelto a decir a Sánchez: o con unos o con otros, pero no con los dos.
Duro ha sido Rafael Hernando, el portavoz del PP: “Nunca he visto tanta petulancia en un discurso de investidura, y mira que he visto unos cuantos”. Pero más hiriente ha resultado Iñigo Errejón, el portavoz de Podemos: “No pasará a la historia del parlamentarismo español”.
Joan Tardà, el líder republicano catalán, ha sido particularmente sarcástico con el “discurso vacuo” de Sánchez, al que ha equiparado con José Luis Rodríguez Zapatero. Para mal: según Tardà, Zapatero era “un Olof Palme, un Willy Brandt, un estadista”, comparado con el Sánchez candidato de este martes. Francesc Homs (Democràcia i Llibertat) no le ha ido a la zaga: “En años de experiencia parlamentaria no había visto que lo he visto hoy: un candidato que reconoce que lo que hace no sirve para nada”.
Oportunidad histórica... la próxima semana
A las descalificaciones generalizadas se ha unido el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, que se ha rendido ante el micrófono tendido: “Sánchez promete lo posible y lo imposible. Ha desaprovechado una oportunidad histórica”. Tanto Margallo como Errejón y también Xavier Domènech, líder de En Comú Podem, han estado de acuerdo en que esa histórica oportunidad se abrirá a partir de la semana próxima tras la investidura fallida de Sánchez.
Mariano Rajoy ha pasado la sesión comiendo caramelos junto a Soraya Sáenz de Santamaría. Sánchez lo ha importunado poco, apenas ha hecho referencia a su “escapismo” ante el Rey. Ni una voz más alta que otra este martes en una Cámara que sólo ha vivido en dos ocasiones -1981 y 2008- una sesión de investidura que ha requerido dos votaciones para producir un presidente. En este caso, según los ecos parlamentarios fuera del hemiciclo, serán necesarias nuevas elecciones el próximo 26 de junio.