El polvorín ha estallado en el Ayuntamiento de Girona. Albert Ballesta, que fue la apuesta personal de Carles Puigdemont para reemplazarle al frente del consistorio catalán, ha renunciado al cargo asumiendo errores políticos y personales. Apenas ha durado dos meses: fue nombrado el pasado 25 de enero para sustituir al presidente de la Generalitat, y su corta etapa como alcalde ha estado envuelta de múltiples polémicas. En una rueda de prensa en el consistorio, el líder convergente ha afirmado ser víctima de una “operación de erosión personal” y de “críticas demagógicas y populistas” contra su figura.
El alcalde renunció al cargo tras discutirlo con Puigdemont, según han informado medios locales. Ballesta ha sido especialmente duro en su comparecencia con ERC, acusando a los republicanos de impedir un acuerdo en la ciudad y de llevar a cabo “encuentro y filtraciones interesadas” para perjudicarle. En la misma comparecencia, se anunció que Marta Madrenas, actual teniente de alcalde y responsable de urbanismo, será la nueva alcaldesa. Para ello, contará con el apoyo de los 4 regidores del PSC de Girona, cuya voluntad “sincera” de lograr estabilidad alabó el dimitido convergente. “Las condiciones que puso ERC para el cartapacio iban mucho más lejos de lo que decían”, ha señalado. Y emuló a Mas: “Ahora que he asegurado la gobernabilidad, doy un paso al lado”.
Desde el primer momento, el nombramiento de Ballesta estuvo plagado de polémicas. En primer lugar, porqué era el número 19 en la lista de Convergència (CDC), hecho que provocó la renuncia de los ocho regidores que le precedían para permitir su entrada en el consistorio. Superado el obstáculo, volvió a protagonizar un esperpento: para tomar posesión de la alcaldía, se limitó a leer textualmente una declaración que propuso la Associació de Municipis per la Independència (AMI) a los alcaldes, a pesar de que él ni había jurado su acta como regidor tal como marca la ley. Por ello, tuvo que repetirse su acto de nombramiento.
Su sueldo y el cartapacio municipal fueron su siguiente gran escollo. Cuando Ballesta logró la alcaldía, su puesto no tenía asignado un sueldo porqué su antecesor, Carles Puigdemont, ya cobraba un erario público como diputado del Parlament. Ante la negativa de ERC para cerrar un pacto favorable, logró finalmente ponerse de acuerdo con el PP y Ciudadanos para aprobarse una retribución de 73.000 euros anuales.
Toda la cuestión supuso un debate muy tenso sobre su figura, que culminó con la marcha atrás de C’s, que rompió el acuerdo por unas declaraciones del portavoz municipal en que aseguraba que “Girona continuará siendo un referente del sentimiento independentista”. En última instancia, propuso rebajar la asignación a 68.000 € para contentar a los republicanos, que tampoco aceptaron. Finalmente, no logró aprobar ni su sueldo ni el cartapacio municipal. “Se me ha vendido como una persona pesetera que necesitaba este sueldo, y no es cierto”, comentó entonces Ballesta.
Desde la CUP consideran la renuncia como “un flaco favor a la ciudad y una dejación de responsabilidades”. Los anticapitalistas han apuntado más alto: “no focalizamos en Ballesta. Es un fracaso del partido y del govern”.