Volvió. Y consigo trajo sus "irradiar", "imbricar", "federalizar", "densificar", "esclerotizarse", su "raigambre" y su "frontispicio". Lo que se dice en plena forma. Durante 13 días, su silencio fue en sí mismo un mensaje elocuente, pero el secretario político y número dos de Podemos tenía que volver a hablar en algún momento. No comparecer este martes ante los medios de comunicación tras la Junta de Portavoces del Congreso de los Diputados hubiera indicado que el problema interno de Podemos era más bien un cisma sin ambages.
A Errejón se le ha pasado el cabreo, que este martes apenas ha tratado de disimular. Pablo Iglesias decidió fulminar a Sergio Pascual como número tres de Podemos y secretario de Organización, una noticia que adelantó EL ESPAÑOL y de la que Errejón fue partícipe un "poco antes" de que se remitiese el comunicado a los medios, según ha reconocido.
"Es obvio que yo no la comparto. No comparto todas las decisiones de mi secretario general y es y sigue siendo, por supuesto, mi secretario general. Y seguimos juntos trabajando en lo fundamental", dijo. En esta frase de duración perfecta para aparecer en cualquier televisión y radio se resume buena parte de lo que ayer tenía que decir.
Dos mensajes clave: enfado y futuro
Primer mensaje: Errejón e Iglesias son distintos y se han enfrentado. Ya no son meros rumores. El número dos de Podemos, responsable directo de las campañas electorales y en buena medida de la estrategia y el discurso, no piensa igual que Iglesias, el primer icono, el que se partió la cara en las tertulias cuando Podemos no podía, al que se le computan buena parte de los votos que en las elecciones europeas de 2014 catapultaron al partido a la primera división de la política.
Segundo mensaje: ya pasó y la vida sigue. Con ese "es y sigue siendo mi secretario general", Errejón quiere despejar todas las dudas. "Hay algo que está por encima de eso [las discrepancias] y es la lealtad a un proyecto muy hermoso", dijo. La destitución de Pascual, por el que reconoció sentir "admiración", no merece el inicio de una guerra abierta que ponga en riesgo el bien mayor: el partido en sí.
El mal trago es una muesca más, aunque de las profundas, en el camino de un partido que ha madurado a marchas forzadas en estos dos años. Pero hay que mirar hacia delante y Errejón quería dejar claro que no pretende jugar sucio ni aunque al equipo de Iglesias le faltase tiempo para salir a crucificar a Pascual en los días posteriores a su desaparición del organigrama. Esta intención, obviamente, se podrá contrastar sólo con el tiempo.
Contra las trincheras
Errejón también advirtió al final de su rueda de prensa de que era útil leer entre líneas. La de este martes fue "una de las ruedas de prensa política e ideológicamente más densas. Pido perdón por ello", dijo casi entre risas.
Errejón regresó magullado por el golpe de Iglesias pero con sus tesis políticas intactas. Pidió que Podemos se parezca más a un "movimiento popular" que a un partido al uso. Incidió mucho en abrir el partido a la sociedad frente a la tentación de la autocomplacencia de los recién estrenados despachos del Congreso y la enorme fuerza que insuflan sus 65 escaños.
"Podemos tiene que seguir siendo una herramienta para los que faltan", advirtió en varias ocasiones. En otras palabras: no es suficiente con acomodarse en el escaño y dar rienda suelta a los instintos políticos que llevaron a Pablo Iglesias a entrar como un elefante en una cacharrería en el debate de investidura de Pedro Sánchez.
Crecer hacia fuera y no caer en el cesarismo dentro. En las palabras de Errejón había disconformidad por la decisión de Iglesias, pero también una crítica implícita hacia las formas y lo que revelan. Las tensiones internas "no tienen nombre propio, no tienen nombres y apellidos", por lo que es inútil que Iglesias aplique una purga de cargos en los que no confía, aunque se lo permitan los estatutos del partido. El líder de Podemos sigue teniendo una autoridad incontestable. La prueba es la sumisión pública de Errejón a su decisión. Pero no debe hacer y deshacer a su antojo, reprochó el secretario Político.
"Compartimos a veces diferentes análisis. Y eso está bien. Y esto nos ha permitido llegar hasta aquí", recordó. Para él, en la variedad está el gusto y por eso los problemas organizativos de Podemos en muchas comunidades autónomas no se arreglan sin más cesando al secretario de Organización. Al contrario, se arreglan aceptándo esas diferencias, según él. Por eso, Errejón pidió seguir una estrategia que en el PSOE suena mucho: avanzar en una estructura federal de un partido que sea "mucho más parecida a España", según él mismo avanzó.
Errejón también llora
Probablemente el mensaje más sutil de Errejón en su reaparición haya sido la de la reivindicación de la fragilidad: la suya ante el golpe de autoridad de Iglesias y la de Podemos tras dos años de vida.
"Los militantes de Podemos no salen de una fábrica. Salen cada uno de su casa y de su padre y de su madre. Y piensan de diferente manera", reconoció. "Como resultado de que somos seres humanos diferentes, tenemos diferentes formas, tonos o metáforas con las que explicarlo", dijo en referencia a su posición ante el PSOE, que muchos (dentro y fuera de Podemos) ven en la base verdadera de toda la disputa.
Además de asegurar que la opción de Pablo Echenique es buena para remplazar a Pascual, Errejón aprovechó para mostrar un lado más sensible. Reivindicó su "silencio", algo bastante parecido al duelo por el caído, y su "reposo" frente a la exposición a la prensa.
Estos 13 días los ha utilizado, además de para recuperarse del shock, para abrir una reflexión cuyo desenlace está aún por determinar. Errejón ha vuelto a preguntarse por la "misión histórica" de Podemos. "Ha servido para una elevación de miras" que se irá plasmando en los órganos internos. También le ha dado tiempo a pensar sobre el modelo de partido, que debe superar una dura prueba: dejar de ser "una máquina de guerra electoral" que ha funcionado bien para servir de verdad a la sociedad.