Así creó Francisco Paesa su trama panameña... después de 'muerto'
El histórico agente secreto español, al que se dio por fallecido en 1998 en Tailandia, es el último implicado en el caso de los llamados papeles de Panamá.
9 abril, 2016 02:03Noticias relacionadas
Francisco Paesa Sánchez dispuso durante años de varias decenas de sociedades offshore en paraíso fiscales, de las cuales una veintena tenía su sede en Tortola, en las Islas Vírgenes Británicas.
Las sociedades opacas le servían de tapadera para realizar sus operaciones internacionales de tráfico de armas y otros negocios inconfesables. El exespía del Ministerio del Interior, que alcanzó notoriedad pública tras presionar a una testigo de los GAL y entregar al exministro Juan Alberto Belloch al fugado Luis Roldán después de quedarse con su botín, pasó a la clandestinidad en 1998 tras hacerse pasar por muerto.
Pero el finado Paesa siguió con sus oscuros negocios desde el más allá bajo una serie de identidades falsas. Durante seis años levantó todo un entramado de sociedades instrumentales a nombre de Francisco Pando Sánchez y Francisco P. Sánchez, entre otras, con las que perpetró más de una estafa. Con una de esas vidriosas operaciones tuvo la desgracia de cruzarse en el camino con el magnate ruso y exagente del KGB, Alexandr Lébdedev, a quien Paesa, usurpando otra identidad, le prometió abrir un banco en Bahréin, un archipiélago de 33 islas en el Golfo Pérsico. Finalmente, le estafó 20 millones de euros.
El empresario ruso, con sede en Londres, contrató a CIS (Corporate Intelligence Service), una agencia londinense de investigación para identificar al misterioso personaje, que se presentaba como "señor Pando", y se topó con que el argentino Pando, en realidad, era español y se llamaba Francisco Paesa Sánchez. A partir de ahí, descubrir el historial delictivo del espía fue coser y cantar. Entonces los investigadores británicos consiguieron fotografiar al agente secreto español conversando con uno de sus detectives en la terraza L’Avenue, una conocida cafetería parisina ubicada en el número 41 de la Av. Montaigne, entre los Campos Elíseos y la Torre Eiffel.
La agencia española de detectives Método 3, que participó en las pesquisas, desveló en uno de sus informes que el exespía disponía de mil acciones de la sociedad Golder Management en Tórtola, en las Islas Vírgenes Británicas. En el dossier, elaborado personalmente por Francisco Marco, que reproduje en 2005 en mi libro Paesa, el espía de las mil caras, ya aparecían las sociedades que ahora resalta como superexclusiva mundial el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación.
Golder Management LtD era una sociedad offshore domiciliada en el apartado postal de Road Town (Tortol), en las British Virgin Islands, y disponía de sucursales en España. A ese grupo estaban ligadas otras sociedades instrumentales como Applied Strategies, Days Inn of America, WM Days Ltd, Hotel Group SA, WM Gough Ltd (y no WM Golf Ltd, como destaca el Consorcio), WM Atlas Ltd, WM Days Ltd, Space Com SA, WM Com SA, WM Express Morocco Ltd y WM Telecom SA, entre otras.
SOCIEDADES CONSTITUIDAS DESPUÉS DE MUERTO
Otro lote de sociedades fantasmas, descubierto por los detectives en 2004, estaba conectado a la sociedad matriz Richville Assets SA, con sede en Trident Chambers, Road Town, en Tortola, Islas Vírgenes Británicas. Las ramificaciones de Richville Assets llegaban hasta Barcelona. Ahora el Consorcio Internacional se refiere a Regus Assets que, como la anterior, fue constituida el 15 de julio de 1998, dos semanas después de la falsa muerte del espía.
Para garantizar la opacidad de las operaciones, Paesa se sirvió del despacho panameño de Mossack y Fonseca que le constituyó siete sociedades, entre 1998 y 2000, en las Islas Vírgenes Británicas, según el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación. Las mismas que figuraban en el informe de Método 3 en 2004, como se puede comprobar en el documento adjunto.
Los movimientos societarios de Paesa eran de fácil ejecución porque disponía de varias identidades falsas o firmaba con el nombre "Francisco P. Sánchez". Con la "P", unas veces, ocultaba su auténtico primer apellido, originario del barrio madrileño de Chamberí, y otras lo sustituía por "Pando". Algo muy corriente en las diferentes personalidades del espía de las mil caras. No era la primera vez que se ocultaba tras esos nombres supuestos o trastocados. El carnet falso de piloto de transporte de línea aérea que, en más de una ocasión, mostró Paesa para entrar y salir clandestinamente de España, estaba registrado a nombre de "Francisco P. Sánchez".
También hay que recordar que el espía, antes de su tránsito al más allá, se había surtido de varios pasaportes españoles y carnet de conducir en blanco, que le facilitó el Ministerio del Interior.
UN EXPERTO EN SOCIEDADES OFF SHORE
No era la primera vez que Paesa aterrizaba con sus sociedades instrumentales en los paraísos caribeños y a través de Panamá. El espía, poco antes de su fingida muerte en julio de 1998, como hacían los faraones egipcios, se llevó al otro mundo todos sus fondos bancarios, la parte mollar del botín que había sustraído al exdirector de la Guardia Civil, Luis Roldán.
Paesa dejó a cero su cuenta en el Aresbank de Madrid donde había repatriado gran parte de su dinero diseminado por todo el mundo a nombre de sociedades opacas. Curiosamente, todas estas operaciones las realizó entre abril de 1997 y el 30 de junio de 1998, dos días antes de su fantasmagórica muerte en Bangkok, el 2 de julio. Al menos, así rezaba la esquela que publicó su hermana en un diario español.
Paesa era todo un experto en la constitución y uso de sociedades offshore para dirigir con opacidad sus negocios internacionales. Tal era su obsesión en este tipo de firmas que, mientras fue embajador en Ginebra de Sao Tomé y Príncipe, elaboró un proyecto para convertir las islas africanas en un puerto franco y en un paraíso fiscal.
A finales de los noventa, Paesa también blindó sus negocios por medio de otras sociedades que fueron constituidas en las Islas Vírgenes Británicas. Para ello se sirvió de su escudero, Jesús Guimerá, un expiloto de Iberia que allanaba al exespía el camino en sus inconfesables operaciones. Guimerá, bajo la falsa identidad de Pascal Pérez, firmó en blanco una serie de documentos con el membrete de sociedades como Morrison Trade and Finance, Purcell Finance, Lester Trading, Pacific Trade and Finance e Irwin Trade and Finance, entre otras, como se demuestra en los documentos reproducidos.
Guimerá, con antecedentes en la guerra sucia del Batallón Vasco Español, vio a Paesa por última vez en junio de 1998, poco después de estampar las iniciales "P. Pérez" en los documentos societarios. El espía necesitaba toda esa cobertura en el paraíso fiscal para poner en marcha varias operaciones de venta de armamento por importe de 180 millones de dólares, como me reconoció personalmente, en su día, el propio Guimerá.
INSTRUMENTALES PARA EL TRÁFICO DE ARMAS
En ese negocio estaba también implicado uno de los mayores traficantes de armas, George Starckmann, con quien Paesa había colaborado con anterioridad. Especialmente, en el escándalo conocido como Irán-Contra, por el que se descubrió que Estados Unidos, durante la presidencia de Ronald Reagan, propició la venta ilegal de armas a Irán para poder financiar a la Contra nicaragüense y así derrocar al régimen sandinista. Starckmann también ayudó a Paesa en la venta de unos misiles trucados a ETA, que culminó con la operación Sokoa contra el aparato de finanzas de la banda terrorista.
En el informe del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación así mismo aparece la mención a Paesa y al caso Irán-Contra como algo novedoso. Las relaciones entre Paesa y Starckman figuran en los dossieres de todos los servicios secretos del mundo desde los años 80 en los que el espía español colaboraba con el traficante de armas francés a través de la sociedad Star Production, con sede en París. La policía francesa interceptó una conversación telefónica entre ambos en noviembre de 1987 en la que hablaban sobre la venta de material electónico a Irán. Incluso, Starckmann, en su libro Noir Canon, relató sus buenas relaciones con el espía madrileño.
El 28 de noviembre de 2005 tuve la oportunidad, después de una larga investigación periodística, de encontrar a Paesa en París. Vivía escondido en un modesto piso de la rue Liancourt, en el barrio de Montparnase, muy próximo a la tapia del cementerio del mismo nombre. Se le notaba nervioso y extremadamente preocupado. Según él, lo perseguía la mafia rusa para matarlo. Pero el inefable espía de las mil caras insistía en que no tenía "ningún remordimiento de conciencia" por su marcado pasado y que estaba arruinado por culpa de Roldán: "Mira, muchacho, no he tenido amigos en la vida. Por mis propias circunstancias jamás he tenido amigos. Ahora tampoco me queda nadie en Madrid". Aquellas palabras eran un buen epitafio para alguien que había logrado volver a la vida desde el mundo de los muertos.
*Manuel Cerdán es autor del libro Paesa, el espía de las mil caras.