De ciudadana anónima a ser reconocida como Agustina de Aragón para unos y 'musa del españolismo' para otros. El 9 de noviembre de 2014, el día en que Artur Mas convocó el referéndum de Cataluña, Dolores Agenjo alzó la voz y dijo no. Era directora en un centro de Hospitalet de Llobregat, en Barcelona, y se negó a entregar las llaves del instituto para que allí se colocaran las urnas.
Fue la única que no claudicó ante la Generalitat y se enfrentó a sus superiores jerárquicos. Después se convirtió en testigo de cargo y su testimonio fue determinante para esclarecer hasta qué punto los servicios territoriales de enseñanza de la Generalitat involucraron a los responsables de los centros en la consulta independentista. También formó parte de las listas de Ciudadanos en las elecciones autonómicas.
Catalana e hija de trabajadores manchegos, Agenjo acaba de publicar un libro -¡Sos! Secuestrados por el nacionalismo (La Esfera de los Libros)- donde denuncia en primera persona el progresivo avance del independentismo, desde su infancia en los años 50 hasta la actualidad. Repasamos aquí 10 momentos que han marcado su profundo rechazo a la causa nacionalista y que, de una forma u otra, la llevaron a tomar la decisión de no abrir su centro el 9-N.
1. SU PRIMERA PALABRA EN CATALÁN
Què dolenta ets, Maria Dolors!, le gritaban sus profesoras cuando se enfadaban (¡Qué mala eres, María Dolores!). Eran tiempos de Franco: las clases se impartían en castellano, pero cuando le reñían, las maestras lo hacían en catalán.
Dolenta fue la primera palabra que aprendió en catalán. Casi una “premonición” de lo que algunos le dirían después del 9 de noviembre de 2014, escribe Agenjo en su libro.
2. “EL CATALÁN NO ES UN DIALECTO”
Después, Dolores se cambió de colegio. Dejó atrás a las damas apostólicas y empezó a estudiar en una academia cuyo director era “un hombre catalán y catalanista”, según describe la autora.
Aunque las clases se daban en castellano, el maestro trataba de fomentar el interés de los alumnos por el catalán. “No es un dialecto, es una lengua al mismo nivel que el castellano”, les decía.
3. “LA MURCIANITA”
Dolores conoció a Joan en la biblioteca de su barrio. Fue su primer amor. “Era un chico catalán, barbudo y melenudo al estilo hippie de los años setenta”, recuerda. Al principio le hablaba en castellano, pero después pasó a hacerlo exclusivamente en catalán.
Pronto le presentó a sus padres. Y con la madre de Joan no congenió nada bien: la veía 'poquita cosa' para su hijo. “La típica madre posesiva”. Un día, Joan le contó que su madre se refería a Dolores como 'la murcianita'. Un comentario que dañaría irremediablemente la relación con su 'suegra'.
El rechazo hacia los obreros procedentes de otras regiones en España era algo común entonces, según cuenta la exdirectora. El uso despectivo del gentilicio "murciano" o el término "charnego" se utilizaban para señalar a todos aquellos que no hablaban catalán.
4. “NO SON COMO NOSOTROS”
“Ellos no tienen nuestras costumbres, hacen comidas raras y no hablan nuestra lengua. No son como nosotros”. Así pensaba una compañera de clase de Dolores, que contaba a sus amigas cómo sus padres no aceptarían que se casara con un murciano.
Cuenta Dolores que el odio al no catalán también lo sufrió su madre. Durante una temporada trabajó en una fábrica de botones y, según le contó a su hija, entre sus compañeras había una que se quejaba de que habían llegado los murcianos a Cataluña para quitarle el trabajo a los catalanes. Ese desprecio hacia la inmigración también lo compartió el propio Jordi Pujol en su libró La inmigración, problema y esperanza de Cataluña (1958), cuando se refería al andaluz como “un hombre que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual”.
5. “NO SOY ESPAÑOLA, SOY CATALANA”
Su primer viaje fuera de España fue a París. Dolores se fue con sus amigas del instituto. Tenía 18 años y eran los últimos de la dictadura franquista.
Hubo un comentario que hizo una de sus compañeras que la dejó helada. Durante su excursión a Versalles, conocieron a unos chicos franceses. Les dijeron que eran de España y hablaron de Mallorca y de que ellos solían veranear allí.
A la mañana siguiente, comentando las impresiones que les habían causado aquellos jóvenes, Eva sacó el tema y dijo que “a mí, cuando me preguntan de dónde soy, nunca digo que soy española, digo que soy catalana”. Sus compañeras no respondieron. “Parecía como si, además de reivindicar una identidad nacional, nos recriminase a las demás nuestra falta de conciencia nacional”, relata Agenjo al hablar de aquel episodio.
6. EL ALUMNO “FACHA”
En sus primeros años como profesora en el instituto de Pedralforca en Hospitalet de Llobregat, a Dolores le llamó la atención cómo una profesora calificó a un alumno, Álex. Álex era un chico que acostumbraba a llevar al colegio una banderita de España en su camiseta. No escondía su sentimiento español. Era un niño que quería entrar en el Ejército, y así se lo manifestaba a sus profesores, lo que generaba rechazo entre algunos de ellos.
Un día, una docente se refirió al chaval como “facha”. “¿Pensarías también que es facha si llevase la bandera catalana?”, le preguntó sorprendida Dolores, a lo que la profesora le respondió que “no era lo mismo”.
La adhesión al patriotismo español era visto como símbolo de fascismo. Algo parecido le ocurrió a una niña en un colegio de Sabadell. La pequeña llevaba la bandera catalana en el cuaderno de catalán y la española en el cuaderno de Lengua Castellana. Ella lo veía como algo normal. Sus compañeros no, y por eso la insultaron: “Tú no eres catalana, españolita de mierda, y deja de hablar en castellano o te vamos a tirar por la ventana”.
7. “SE DICE CASTELLANO, NO ESPAÑOL”
Llegó un momento, en la década de los ochenta, en el que sus propios alumnos la corregían cuando utilizaba la palabra España en sus lecciones de historia. Para ellos, España no existió hasta la era moderna. Sus intentos para explicarles que siglos antes los romanos ya hablaban de Hispania para referirse a España fueron inútiles.
También intentaron enmendarla cuando hablaba de la lengua española y no del castellano. “Resultaba penoso tener que aclarar a aquellos alumnos de origen andaluz, extremeño o castellano que la Constitución admitía las dos denominaciones 'español' y 'castellano' para nuestra lengua; que el castellano era la lengua románica que dio origen al español; que con la palabra español referida al idioma incluíamos todas las variedades geográficas a que había dado lugar el castellano en su expansión; que fuera de España nuestra lengua era conocida mundialmente como 'español, no como 'castellano', y que en el fondo la denominación oficial de castellano había sido motivada no tanto por el respeto a los orígenes de la lengua como a un intento de contentar a los hablantes de otras lenguas españolas”.
8. “EL ESPAÑOL NO EXISTE”
Agenjo recuerda que incluso un empleado de Hacienda le corrigió cuando pidió a la Administración que le remitiera una información en español. El funcionario le tachó 'español' y en su lugar escribió 'castellano'.
-¿Qué hace? ¿Por qué me cambia lo que he escrito?
-Porque el español no existe.
-Pero ¿qué me está diciendo usted? ¿Me está diciendo que la Real Academia Española es la academia de una lengua inexistente? ¿Me está diciendo que mi título de funcionaria del Estado acredita que soy profesora de una lengua que no existe?
El hombre se apellidaba Pérez y ni siquiera hablaba catalán. La autora lo define como “un ejemplo viviente del triunfo de la propaganda nacionalista”.
9. “EL CATALÁN, NUESTRA LENGUA”
Durante una reunión de padres en el colegio de sus hijos, Dolores pidió que a los niños también se les enseñase en español. Era 1992, y entonces los alumnos ya recibían toda la enseñanza en catalán. Tras su propuesta se hizo el silencio, y otra madre, visiblemente enfadada, habló y dijo que le “parecía increíble que se plantease esta cuestión, porque lo mejor para los niños era que se les enseñase en catalán porque era la lengua de Cataluña y que pedir enseñanza en español era sembrar división y atacar a nuestra lengua”.
Nadie replicó, pero Agenjo necesitaba una aclaración. Si al decir “nuestra lengua” aquella mujer se refería al catalán, ¿el español no era su lengua?. “Ya te he contestado que nuestra lengua es el catalán”, zanjó la mujer.
10. “BRUJA, RETRASADA MENTAL”
Al negarse a colaborar con la falsa consulta del 9N, y sobre todo después de su declaración ante los tribunales como testigo de cargo contra Artur Mas, Dolores Agenjo recibió toda clase de insultos. “Bruja que merecía ser quemada en una hoguera como en tiempos de la Inquisición”, “pasar a mejor vida en el Valle de los Caídos”, “retrasada mental”, “inculta”, “analfabeta”, “desequilibrada”, “que no está bien de la cabeza”, “reprimida”, “una vergüenza de profesora que no merecía ejercer su profesión”…
“Las amenazas y también las injurias son el pan de cada día para el que disiente de los dictados del Gran Hermano”, critica en su libro, estableciendo un paralelismo entre el nacionalismo catalán -ese ojo que todo lo controla- y el mundo que describe George Orwell en 1984.
A Agenjo los insultos le traen sin cuidado. A fin de cuentas, “la disidencia siempre tiene su precio”. Pero lo que sí valora son las felicitaciones. Y que su gesto no haya caído en saco roto.