Asegura estar viviendo "un infierno": "Esto es lo peor que le puede pasar a una persona", llora Antonio Martínez desde su casa de Balsicas (Murcia). Frente a sí tiene las bicicletas y los juguetes de Rocío y María, de 7 y 4 años. Son los nombres de sus hijas, a las que no ve desde hace más de medio año. "Su madre las tiene secuestradas en Rumanía -apunta con voz temblorosa-. Lo único que pido es volver a verlas, aunque sea una vez a la semana, como cualquier padre".
Antonio cuenta cómo le cambió la vida el 16 de septiembre. Aquel día escribió a su pareja, Simona, preguntándole si habría algún retraso en el avión que, al día siguiente, debía traerla a ella y a sus hijas desde Rumanía. "Me contesta que las niñas no van a volver nunca -explica-. No me da un infarto por los pelos".
El motivo de esta reacción: "Dice que en España no tiene lo suficiente, que aquí no tiene nada para vivir". Estos argumentos son los que la madre de las niñas ha empleado en la denuncia que ha presentado en Rumanía para pedir la custodia de las hijas. "Creo que es un calentón de la madre de Simona, que la ha convencido y que se ha quedado allí -asevera el hombre, de 45 años-. No hay otra explicación".
A Antonio le preocupa la situación en la que se encuentran sus hijas en Rumanía. La mayor, explica, tiene problemas de azúcar y requiere un seguimiento médico. Tampoco sabe en qué condiciones están escolarizadas. "Ahora están aprendiendo rumano, no les queda más remedio", advierte. Además, cree que las niñas podrían no tener todo el afecto que necesitan en su nuevo hogar: "Allí ella tiene un tío, nada más, una abuelita vieja y sus padres, que están separadas. Aquí tengo 14 sobrinos, cuatro hermanos, mis padres, dos hermanos de mi anterior pareja… Aquí tiene la familia completa".
Negociaciones diplomáticas
Al principio, apunta Antonio, la madre de las niñas bloqueó sus llamadas. Hasta que el hombre habló, a través del teléfono de emergencias consulares, con la embajada española en Rumanía. La legación contactó con la mujer y la convenció para que estableciera contacto telefónico con Antonio al menos cada dos días. El hombre relata cómo arrancan todas las conversaciones con las niñas.
- ¿Sabes qué día es hoy?
- Sí, hoy es fiesta.
- ¿Y por qué es fiesta?
- Porque hablamos contigo.
- ¡Claro, por eso es fiesta!
Antonio comprende que la solución pasa por las negociaciones diplomáticas. Agradece las gestiones que se están llevando a cabo desde la embajada española en Rumanía y explica que ha trasladado sus preocupaciones a Mariano Rajoy, presidente del Gobierno en funciones. Lo hace a través de Twitter, tanto por mensajes abiertos como en privado. "Me dice que está haciendo lo imposible y lo imposible, que está al tanto de la situación y que quiere acelerar todo", cuenta.
También contempla la posibilidad de viajar él a Rumanía para visitar a sus hijas. "Lo haré si me acompaña la Policía", cuenta. Tiene miedo de lo que le pueda ocurrir si viaja solo.
Escenario judicial
Lo que Antonio Martínez quiere acelerar es el proceso judicial abierto por el caso de sus hijas. De acuerdo a una resolución del Juzgado de Primera Instancia número 3 de Murcia, Simona, la madre de las niñas, incurrió en una "sustracción internacional de menores", situación recogida en el Convenio de la Haya. Pero la Justicia de Rumanía, asegura el hombre, tardó tres meses en responder a la petición. En la respuesta se dijo que se haría todo lo posible por estudiar el caso.
Además, Antonio Martínez -representado por su abogado, Raúl Pardo-Geijo- interpuso una denuncia en el Juzgado de Instrucción número 2 de Murcia, que no encontró delitos en la actuación de Simona. Martínez recurrió la decisión ante la Audiencia Provincial, que en un auto reciente, firmado por el juez Juan del Olmo, apunta a que hay una "presunta sustracción de menores".
"Los días pasan y hay días que no se pueden soportar. ¿Dicen que el hombre no llora? Pues que a nadie le quiten dos hijas, porque si no van a ver la panzada de llorar que se pegará -lamenta Antonio-. Estoy delante de sus fotos, de sus juguetes... imagínate cómo se pone el alma".
Trampolín Hills
La relación entre Antonio y Simona comenzó hace casi nueve años. Él era promotor de Trampolín Hills, una constructora murciana. Ella entró a trabajar en la misma empresa. "Ahí nos conocimos -afirma-. P'arriba y p'abajo... así empezamos".
La firma saltó a los medios por un caso de estafa masiva a los compradores, que entregaron parte del precio de unas viviendas que nunca llegaron a construirse. Antonio defiende su inocencia en el caso, por el que ya pasó por prisión: "63 días", afirma. "Fueron duros -prosigue-. Pero la cárcel no fue nada de lo que estoy pasando ahora. Esto es el abismo, la amargura de una persona".