Ángel Sastre descuelga el teléfono y accede a hablar con EL ESPAÑOL, pero reconoce: “EL ESPAÑOL… el de Pedrojota, ¿no? Es que cuando a mí me secuestraron aún no existíais como periódico. Ni siquiera he podido ver cómo es vuestra página”.

10 meses es el tiempo que Ángel Sastre ha estado retenido. Ocurrió en las proximidades de Alepo (Siria), donde fue secuestrado junto a Antonio Pampliega y José Manuel López. Los tres periodistas españoles acaban de ser liberados. Sastre ha sido el primero (y de momento el único) en hablar con los medios de comunicación. Se encuentra desbordado por la repercusión mediática e interrumpe varias veces la conversación para entrar en directo en programas de radio y televisión. “Perdona, llevo así todo el día”, se disculpa.

El periodista extremeño se declara feliz por haber dado por concluida la pesadilla y regresar a casa, pero insiste en seguir poniendo el foco sobre Siria: “Es necesario que no nos olvidemos de lo que está sucediendo. Nuestra historia importa un día y pasará, pero allí sigue la guerra. Más de 300.000 muertos, millones de refugiados y 5 años de combates es algo demasiado grave para que pensemos que se ha acabado”, enfatiza constantemente.

Sastre confiesa que ha sentido miedo por su vida en todo momento. “Lo peor es el silencio y la incertidumbre. No sabes qué te van a hacer ni cuánto va a durar. Si te van a matar, te van a soltar o te van a vender a otro grupo terrorista”, cuenta, reconociendo que hubiese corrido distinta suerte si el grupo secuestrador hubiese sido otro: “Nos capturó el Frente Al Nusra (filial de Al Qaeda). La sola idea de que nos pudiesen vender al DAESH me aterraba”.

"NOS PERMITIERON VER LA TELEVISIÓN DESDE EL CUARTO MES"

El extremeño reconoce que no veía el final. “Desanimaba mucho ver que el tiempo pasaba, que iban corriendo los meses, que llegaba de nuevo el invierno… y nosotros seguíamos allí metidos. En esos momentos te pones a pensar que hay secuestros que duran más de dos años y te derrumbas”.

Durante casi un año, los tres periodistas han estado aislados del mundo “pero siendo plenamente conocedores de la terrible situación en la que se encontraba el país”. A partir del cuarto mes de cautiverio, los secuestradores les permitieron ver la televisión. “Con la parabólica sintonizábamos los principales canales internacionales de noticias. A través de la BBC o la CNN nos enterábamos de cómo transcurría la guerra a nuestro alrededor, porque Siria era portada casi a diario. Era como vivir en una burbuja dentro del conflicto y ser parte de él”.

También gracias a la televisión se enteraban de las novedades que acontecían en España. “Cuando nos permitieron ver la tele ya se habían celebrado las elecciones. Lo que ocurres es que los canales internacionales no hablan mucho de España, por lo que al principio no nos enteramos muy bien de cuál era la situación política. Parecía que Rajoy era el presidente, pero luego veíamos que el PSOE se reunía con Ciudadanos, luego con Podemos… y no entendíamos nada. ‘¿Qué pasa? ¿Qué todos piensan hablar con todos?’ nos preguntábamos. Hasta que no vimos la noticia de que el rey encargó a Pedro Sánchez formar gobierno no nos acabamos de ubicar. A partir de ahí, nos preguntábamos si para cuando se volviese a votar íbamos a poder hacerlo nosotros desde nuestras casas”.

La tele también les sirvió para seguir las competiciones deportivas. Sastre, futbolero y madridista confeso, supo durante su secuestro que su equipo jugará la final de Champions contra el Atleti. “Es otra de las cosas que me daba rabia: saber que por estar allí dentro podía perderme la Eurocopa y los Juegos Olímpicos de Río”, bromea.

Ya liberado, cuenta que lo que más ha extrañado en este tiempo es a su familia: “La deuda emocional que tengo con ellos no la voy a poder pagar nunca”, se lamenta. “Durante el secuestro piensas más en el daño que le estás causando a ellos que en el tuyo propio”. De todos modos, ahora sólo quiere centrarse “en la felicidad tan grande que supone salir y ver lo fuertes que han sido y cómo han aguantado. Ahora quiero estar con ellos y devolverles toda esa fuerza que me han transmitido”.

REENCUENTRO CON SU FAMILIA Y CON TWITTER

Cuenta Sastre que cuando el avión aterrizó en España, lo primero que hizo fue saludar a Soraya Sáez de Santamaría. “Pero yo de reojo ya buscaba a mi madre. Al final nos pudimos abrazar. Ella, como buena extremeña, es muy espontánea. Muchas personas que han visto las imágenes del reencuentro me han dicho que parecía que me estaba regañando. Pero no era así. Lo que me estaba diciendo era ‘no voy a llorar, no voy a llorar’. Aunque al final rompióen llanto”.

Sastre se reencontró luego con su padre y su hermana; juntos se han marchado a su casa de Guadalajara. “A descansar. Es como mi refugio, un sitio que sólo suelo pisar una vez al año. Lo hice antes de que me secuestrasen y ahora vuelvo. Es como si me hubiese pasado el año trabajando y cubriendo noticias por el mundo y ahora regresase como siempre”.

Tal y como ha vuelto a España, el periodista ha vuelto a retomar su actividad en las redes sociales y ha tuiteado que “uno se acostumbra muy pronto a la libertad”. A modo de anécdota cuenta que “cuando fui a Siria por primera vez, en 2012, decidí que mi última publicación de Facebook antes de entrar fuese la palabra 'coraje'. Me trajo suerte y a los diez días salí de allí sano y salvo. Esta última vez opté por volver a escribir “coraje”, pero ahora no han sido diez días sino diez meses. No sé si creer que ha funcionado, porque ya estoy libre, o si no lo ha hecho porque ha sido demasiado tiempo”.

A pesar de que acaba de llegar, se define como “un culo inquieto. Imagino que en breve volveré a prepararme para volver a trabajar. Sin prisa porque me lo han robado todo. No tengo ni ordenador para escribir. Nos quitaron las mochilas, cámaras, tarjetas, micros… y tengo que hacer cuentas. Pero sin pausa, porque creo que la obligación que tenemos los periodistas es estar en los conflictos e informar de lo que está pasando”.

De todos modos, asegura que “a Siria no voy a volver, al menos por el momento. Ahora es imposible trabajar allí. El secuestro se ha convertido, ya no en un arma de guerra, sino en un negocio rentable. No puedes fiarte de nadie y te puede vender cualquiera. El traductor, el conductor, el frutero… No es seguro trabajar allí y por eso no volveré a informar, pero no nos podemos olvidar de Siria, porque a nosotros nos han liberado pero allí la guerra sigue matando a gente”.

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