Mediodía en los marianistas de Carabanchel. Las aulas de segundo de bachiller están casi vacías. Queda una semana para la Selectividad. Lara, Víctor, Fran y Carlos llevan los apuntes en la mochila. En la cabeza, una decisión que dará un giro a su rutina y la condicionará durante los próximos cuatro años: la Universidad. En el bolsillo, un voto que palpita, una papeleta debutante. Han entrado en el censo electoral con el ruido de la campana y engrosan el grupo de 197.000 personas que se estrenará el 26 de junio. El acuerdo imposible entre PP, Ciudadanos y Podemos los ha convertido en carne de urna.
Ella quiere ser arquitecto. Víctor sueña con pilotar en el ejército. A Carlos no le preocupa su media porque se inscribirá en Matemáticas. Fran apostará, si los números le cuadran, por una ingeniería aeronáutica. Les gusta la política y les disgustan los políticos. “La guerra es demasiado sucia”. Esperan en un patio verde, rocoso e impoluto. Una especie de claustro colegial prohibido al fútbol y al baloncesto. El sol les tuesta mientras apañan su comida y la vuelta al estudio por la tarde. En un sitio aquí cerca “venden dos kebabs por cinco euros”. Discuten con la ingenuidad y la ilusión de que “las cosas pueden ser de otra manera”. Siguen a los candidatos y los miran con lupa. Rajoy, Sánchez, Rivera e Iglesias ahora también rinden cuentas ante ellos. “Nuestro voto es su fracaso”, coinciden.
Para empezar, una foto. Según el CIS, los nuevos partidos son más exitosos entre los jóvenes. Un 16% de quienes calzan entre 18 y 24 años apoyó a Podemos las últimas elecciones. Un 14% se fue a Ciudadanos. PSOE logró convencer a un 11,5% y el PP no llegó al 10%. Pero los triunfadores fueron los abstencionistas, con un 20%. Aunque no es probable que este grupo englobe a los cuatro protagonistas, que transpiran ganas locas de votar y así lo confirman.
Están cómodos ante la cámara. La confianza se palpa y las pullas vuelan. Tienen un grupo de whatsapp de política. “Aunque parezca sorprendente, nos respetamos bastante. No hay insultos. Es un foro donde compartimos vídeos y cosas importantes que no nos da tiempo a ver”. Mientras toman asiento en una de las aulas del último piso del colegio -una especie de granero con casi una decena de ventanas- cuentan cómo la Selectividad les impide “seguir las noticias” como lo hacían antes.
"A nosotros, todavía tienen que convencernos"
“Yo no me esperaba votar. Veía que no llegaban a un acuerdo, pero tenía esa sensación que me decía que algo harían al final”, rompe el hielo Fran. “Yo lo vi factible desde un primer momento”, contesta Carlos, que coincide con Lara. “Los resultados ya mostraban que iba a ser muy difícil formar un gobierno”.
“Nos hace ilusión votar”, dicen casi de forma coral. “Somos casi 200.000, ¿no?”, preguntan. “Seremos importantes. Además, así como el resto ya apoyó a un partido u otro el 20-D, a nosotros todavía tienen que convencernos”, lanza Carlos. “Bueno, nos gusta la política, pero habrá que ver a cuántos del total de los que debutamos nos interesa. No creo que a todos les importe”, completa Víctor. “Han mirado por sí mismos y por eso estamos aquí”, añade Fran. “Y ahora, ya veremos qué pasa, han dicho 'de este agua no beberé', y eso les pasará factura”, prologa Carlos.
Las redes sociales como criba
Las redes sociales confeccionan sus gustos y criban las noticias que escudriñan. La radio no la mencionan y el papel se confiesa lejano, casi como un experimento de la Transición. Carlos, sentado en el centro, es el más conservador en este sentido: “Entre semana, suelo ver las noticias en el telediario de las nueve. Ahora, con la selectividad no puedo. Llevo una desconexión política bastante grande”.
Hablan de España como un país sano donde informarse. Lo importante, coinciden, “es saber de qué pie cojea cada uno, leer varios medios y formarse una idea”. “Hombre, no te va a decir lo mismo de Rajoy 13TV que el Intermedio”, bromean. Fran, tranquilote y bonachón, revela la técnica que utiliza para 'cazar' al periodista que narra: “Si tengo dudas, me voy al editorial y ahí queda claro”.
Aceptan el bombardeo en las redes sociales y le abren las puertas de sus teléfonos. Pero les apena “la guerra tan sucia” que mantienen los candidatos. “Lo bueno que tienen las redes es que te dan acceso directo a la fuente. Hay muchos vídeos de los discursos y eso te permite comprobar cómo unos se tergiversan a otros”, cuenta Carlos.
Lara, sentada encima de la mesa, se enerva cuando sale la palabra Twitter: “Es increíble lo que algunos hacen con sus cuentas. Manipulan hasta tal punto que se convierte en contraproducente para ellos”.
"La política se ha convertido en humo"
“Bueno -completa Víctor- han convertido la política en humo. El problema es que nosotros lo hacemos posible porque nos interesa más el cruce de declaraciones que las propuestas en sí”. Política-publicidad, colar el producto, por su culpa y por la nuestra. “La demagogia está a la orden del día”, suscriben.
Los debates levantan ampollas y prenden la conversación. No conciben que no entrañen una parte fundamental de la campaña. “¡Rajoy se está marcando un sinpa!”, exclama Carlos suscitando el asentimiento de sus compañeros.
“No puedes faltar a eso. Estamos hablando de un tiempo clave para la democracia española, de casi una revolución y ¿te borras de esas conversaciones?”, dice Víctor. “Y lo peor es que cuando hay debate, en vez de complementarse con sus intervenciones, venden lo suyo sin prestar atención a lo que ha dicho el otro”, se queja Lara. “No son ni siquiera capaces de dialogar sin un papel delante”. “Y cuando lo llevan, no se entienden ni su propia letra”, recuerda Carlos entre risas haciendo referencia a uno de los episodios 'rajoyescos' que arrasó Twitter.
¿Y qué pasa con la nueva política? ¿La sienten suya? “La nueva política no es tan nueva”, aseguran Lara y Carlos, algo con lo que Víctor no coincide del todo. “Hombre, se está cambiando la forma de hacer las cosas. Los nuevos partidos tratan de mostrar más cercanía con la gente y eso se nota”. Fran, en el medio, resume: “Antes hacían los mítines en las plazas y ahora se hacen por Twitter. Pero, ¿eso es nueva política? Aunque es cierto que Ciudadanos y Podemos están obligando a PP y PSOE a cambiar su forma de hacer campaña”.
El vecino del alcalde, del vecino, que es alcalde, vecino o alcalde, como trató de explicar Mariano Rajoy aparece en la conversación. “'¡Veis! Yo creo que en ese caso intentó imitar a Rivera e Iglesias y se columpió”, discurren.
Proclives al multipartidismo
Lara, Víctor, Fran y Carlos retratan con nitidez la mayoría de las encuestas: se muestran proclives al multipartidismo. Mejor cuatro partidos con opciones que dos. “A mí también me gusta más, aunque no tengo claro que vaya a funcionar en España”, arranca Fran. “Es verdad -le apoya Carlos-, es como si nuestro sistema estuviera en una fase adolescente en ese sentido. A ver cómo madura”.
Una de las ventajas de tener más donde elegir, continúa Lara, es “el voto positivo”: “Antes se apoyaba a un partido para castigar al otro. Ahora creo que se puede votar con algo más de convicción, guiado por una coincidencia de principios”. “Asumimos que es mejor esta situación -dice Víctor- pero luego nos pegamos con ella”.
La corrupción les coloca a todos, sin excepción, a la contra del político. “Roban, roban y siguen robando”, aseguran mientras recopilan algunas de las noticias recién publicadas. “La gente tiene una sensación de impunidad muy peligrosa”, afirma Víctor mientras recuerda ministros que dejaron su cargo en otros países por motivos como una multa de tráfico o una tesis plagiada.
“Robas el equivalente al PIB de Andorra y no vas a la cárcel”, se ríe irónico Carlos. “Tanta gente luchando por un sueldo digno… Y ellos robando miles de euros. No es algo puntual. Se descubren todas las semanas”.
'Honradez' es una de las primeras palabras que pintan en la pizarra cuando dibujan las cualidades que deberían tener los políticos en España.
“Aunque la corrupción no es un factor determinante a la hora de votar. Mira Rajoy, que sale ganador en todas las encuestas”, concluye Fran con algo de pesimismo.
"No hablan de violencia de género"
¿Qué temas echáis de menos en campaña? “¡La violencia de género!”, se adelanta Lara. “Apenas les escucho hablar de eso. Lo consideran secundario o terciario. No tienen claro qué hacer. Es urgente. Muchas de las mujeres que mueren habían denunciado. No sé cuál es la solución, pero que la encuentren, que la piensen”, recalca ganándose el apoyo de sus compañeros.
La educación tampoco la ven brillar en las pantallas. “Y de eso podemos hablar con algo de conocimiento”, bromea Carlos. “Nos da la sensación de que redactan sus propuestas sin hablar con los profesores”, dice Lara.
En educación, la técnica del embudo
“Lo que más me fastidia es que se haya implantado la técnica del embudo. Un mes después de la Selectividad, preguntad a cualquier alumno por un tema concreto. No tendrá ni idea. Se le habrá olvidado todo. Estudió, vomitó en el examen y se acabó”, relata Fran. “Me parece triste que la filosofía, que debería ser la cura contra la ignorancia, esté en el candelero y la puedan quitar”, asegura Carlos algo más profundo.
“Cada uno intenta llevar la educación a su terreno, cuando debería ser algo más de consenso, independiente. En otros países se considera tema de Estado. Aquí llega uno y cambia lo anterior. Magisterio se percibe como una carrera menor, cuando en Finlandia es más importante que una ingeniería”, lamenta Víctor.
No les valen las sonrisas. Les agobian los carteles. Miran de otra forma. 197.000 papeletas en juego. Los tienen 'caladitos'. Son jóvenes políticos en un momento en el que crecen los políticos jóvenes. El 26-J saltarán al campo con la ilusión de un debutante. Será difícil marcarles goles. Ponen alto el listón. Su paladar no está viciado por las malas costumbres. Si las hay, ¿por qué no cambiarlas?