Rebasados el escáner de seguridad, el mostrador y un pequeño salón, se abre una puerta. Aparece un almacén difícil de imaginar desde fuera: ochocientos metros cuadrados y decenas de estanterías que rozan el techo. El universo del olvido en una bajera de Legazpi. Una galaxia de 93.000 objetos ordenados por fecha, la prueba de que el orden puede vencer al caos incluso en el apocalipsis de la variedad.
(VÍDEO: Silvia P. Cabeza)
Dolores Feced es la guardiana de esta cueva de Alí Babá chulapa y castiza. A modo de cicerone, señala los recovecos de la estancia y les pone nombre y apellido: "En ese pasillo están los objetos más compactos, ahí lo que viene de AENA, en ese otro lado lo del Metro". ¿Y tras esa puerta? -cuadradota y gris, como la de entrada, aunque algo más pequeña-. "Ahí está prohibido entrar. Guardamos las joyas, el dinero y los objetos de valor. Es por precaución". A día de hoy, más de 100.000 euros esperan a sus propietarios. También una quiniela premiada con más de 30.000 y un cupón de la ONCE de importe similar.
La Oficina de Objetos Perdidos de Madrid dispone de unas cámaras de seguridad "infalibles": "Controlan cada rincón, no hay una sola rendija que no alcancen", relata esta funcionaria que viene siendo vigilante de los despistes los últimos doce años.
Al número 7 del Paseo del Molino llega lo extraviado en las calles de la capital y las instalaciones de Metro y Renfe, también lo encontrado en Barajas. Eso sí, con algunas excepciones. Feced relata que no pueden entrar animales, comestibles, medicinas, plantas ni vehículos.
El hallador y la recompensa
Cada vez que entra un objeto se pone en marcha la maquinaria de la Oficina y los funcionarios, con automatismo y espíritu de telégrafo, garabatean una ficha: fecha, descripción, lugar donde fue encontrado y hallador, si se da el caso.
¿Hallador? "Sí. A todo aquel que viene con algo se le da la posibilidad de registrarse como hallador. Esto significa que si al cabo de dos años el propietario no ha aparecido, ésta persona podrá quedarse con lo que un día trajo". ¿Sea cuál sea el objeto? "Sea cual sea", repite Dolores entre risas. "Y también existe la recompensa". ¿A qué se refiere? "El Código Civil estipula que el propietario que recupera un objeto debe recompensar a quien le ayudó, aunque no especifica la cuantía. Además, es un artículo que data del siglo XIX. Pero nosotros siempre ponemos en contacto a ambas personas para que pueda darse esta posibilidad".
Dos años, el tiempo límite para recuperar un objeto
Los dos años -25 meses para ser exactos- marcan la frontera entre un objeto perdido y otro que deja de serlo. El almacén sólo aloja a aquellos que llevan olvidados entre 0 y 2 años, pero superada la barrera, caen en el olvido para siempre. "El dinero pasa a las cuentas del Ayuntamiento, la ropa a una gran empresa textil, lo electrónico a otra corporación que lo recicla y lo que no tiene ningún valor también se recicla, siempre de la forma más sostenible". Parte de la ropa, los juguetes y las maletas se destinan a fines sociales.
También existen otros objetos que alcanzan la subasta. Son aquellos que entrañan más valor. "Por ejemplo las joyas, las gafas de sol, los productos de Apple, maletines de marca... Se vende todo. En la última se sacaron más de 40.000 euros". Una cantidad que pasa a engrosar las cuentas consistoriales.
Los monederos y carteras lideran el censo del olvido. Entre enero y junio han entrado 7.065. Le sigue la joyería (3.145), la documentación (2.769), los cinturones (2.717), las gafas (2.407) y la ropa (2.398). De vez en cuando, se adentra algún extraño como una taladradora, una freidora, cañas de pescar, guitarras o cadenas de música.
Un operario está sentado en la mesa. Lleva más de una hora enfrentándose a una caja repleta de llaves. Quizá haya más de doscientas. Todas sin dueño, claro. Una máquina elevadora recorre el almacén y cuando pasa por delante de la puerta secreta es inevitable volver a preguntar.
¿Cuánto dinero ha dicho que guardan aquí? "Más de 100.000 euros, pero realmente, tras esa puerta no habrá ni siquiera la mitad. Por motivos de seguridad, los billetes encontrados se van transfiriendo a una cuenta bancaria". ¿Recuerda alguna anécdota? "Un turista británico perdió un sobre con más de 6.000 euros y vino de Londres a por él. En el aeropuerto se encontró una bolsa con 10.500. Iba a nombre de una comunidad religiosa italiana y también se recuperó. También recuerdo una turista sudamericana que olvidó 5.800 en un taxi...".
¿Cómo se cercioran de que el propietario que reclama realmente lo es? "Se le hacen preguntas abiertas. Me explico: cuando llamamos a alguien que aparece relacionado con 6.000 euros, se le pregunta si ha perdido algo, no si ha perdido 6.000 euros".
No existe cultura de la recuperación
Dolores no esconde que quiere publicitar la Oficina: "Muchísima gente piensa que cuando pierde algo lo ha perdido para siempre. No es así. Hay ciertas probabilidades de que esté aquí, pero muchos no se molestan ni en mirar".
El porcentaje de los objetos que llegan a Paseo del Molino 7 y que son reclamados y devueltos a sus propietarios es desolador. En 2015, fue tan sólo de un 21%. Por poner un par de ejemplos: de los 5.000 cinturones que se recopilaron, 13 volvieron a sus dueños; de 4.800 gafas, 84. Aunque Dolores rompe una lanza en favor de los usuarios: "Hay un matiz importante. Buena parte de lo que llega viene del aeropuerto. Al ser, previsiblemente, mucho propietario extranjero, es normal que no conozcan ni utilicen este cauce".
En 1956, el escurridizo y siempre confesado a medias César González Ruano dedicó una columna a filosofar acerca de los objetos perdidos. Sobre esta cultura de no intentar remediar el olvido escribió: "Freudianamente hablando, gran parte de lo que se olvida pertenece a los olvidos subconscientemente voluntarios. Es decir, el ser humano olvida lo que, en realidad, quiere perder y, sin embargo, no se decide a tirar".
En cambio, "todo lo que se pierde cuando no era la hora de su pérdida, se busca, se reclama y se defiende con los dientes del alma", escribió.
Las diez guitarras que han llegado a la Oficina entre enero y julio entonan la balada del despiste. Más de 93.000 objetos esperan ser encontrados. ¿Qué le pasó al dueño para olvidar la televisión en aquel taxi? ¿Y a la persona que dejó su freidora en mitad de la Gran Vía?