Borja Sémper (Irún, 1976) se hizo diana cuando calzaba 17 años. Del Real Madrid, un poco mucho pijolari, que dirían allí, y afiliado al PP. También bastante “bocas” –el adjetivo se lo pone él–. “¿Por qué me iba a callar?”. Para culminar, una guinda: estudiaría un máster en la Universidad de Navarra. Todo eso cuando la política en Euskadi se hacía “a sangre y fuego” y los ribetes de España en la camisa costaban una bofetada en los garitos de su pueblo.
Poeta y abogado a ratos, en 2013 se vistió de portavoz del PP en el parlamento vasco. Hasta hoy. Acaba de llegar a casa. Ha desayunado fuerte. Con el café, la inhabilitación de Otegi. Con las tostadas, otra reunión entre los suyos y Ciudadanos.
El inicio del 'becariado'
1993. Un día llamó a una sede en San Sebastián, pequeñita y perdida en el barrio de Amara, y cargó sus bolsillos de sueños y propaganda. Sueños porque aquello era “épica”: “No habíamos cumplido ni 18 y luchábamos contra ETA. Sin menospreciar a las juventudes de Cáceres o Madrid… Nos jugábamos el pellejo todos los días”.
Ese fue el becariado de Sémper. Eran los chicos para todo, los que ordenaban papeles en los despachos y luego corrían tras pegar un cartel en territorio comanche. “En realidad no había una relación contractual con el partido más allá de la afiliación. Nos metimos allí sabiendo a lo que íbamos, a batirnos el cobre donde nadie quería hacerlo”. Porque aquello no era política, sino “guerra de guerrillas”.
El miedo no se olvida
Como resumen, una sensación que no se olvida: el miedo. “Pero el miedo de verdad. No sé cómo explicarlo… Ya sabíamos que esto iba en serio. Joder, ETA mataba, pero el primer día que entra en juego tu integridad física no se te borra de la cabeza”. Aquel día, el PP prestó un coche a Borja y sus colegas. Fueron a pegar carteles. Por la noche, cuando sellaban en la pared, aparecieron tres tíos, “tres armarios”. “¡Hijos de puta! Venid aquí. Os vamos a matar”. Huyeron. “Me refiero a eso, al momento en el que te das cuenta de que van a por ti de verdad, a que si no escapas, te muelen a palos. Nos enteramos de que la libertad no existía”.
Antes de ser asesinado por ETA, Gregorio Ordóñez reunió a Sémper y otros tantos. Les pidió que rellenaran las listas del PP en varios pueblos. “No porque fuéramos la esperanza de occidente o tuviésemos grandes facultades… ¡Es que nadie quería presentarse!”. Aquel triste 1995, este recién bautizado estudiante de Derecho se convirtió en concejal del Ayuntamiento de Irún. Cobraba 50.000 pesetas, que le venían genial para el fin de semana.
A clase con escolta
En fiestas, le pegaron una paliza. A él y a otros tantos. “Entonces me pusieron escolta. Imagínate. Iba a clase y dos tíos me acompañaban hasta la puerta. Luego, si estudiaba en la biblioteca, también conmigo”. Eran días de sobres anónimos encima de la mesa: “amenazas, insultos, de todo”. Sémper era un blanco apetitoso: “Me tenían tirria porque representaba lo que ellos no querían que fuera el PP. Rompíamos la leyenda negra de que nuestro partido era casposo y franquista”.
Sémper eligió dos cosas: ETA no iba a matarle, pero tampoco a amargarle la vida. Así que se iba de farra con sus amigos, como hacía la gente de su edad. Eso sí, con otros dos colegas improvisados: los escoltas.
¿Y si ligabas? “Eso era complicado. Había que agudizar mucho el ingenio. Si los astros se aliaban y tenía la suerte de ‘pillar’, iba a hablar con los escoltas sin que me viera la chica. Les pedía que se hicieran los encontradizos cuando abandonáramos el bar. Es que imagínate, la chica se podía ir corriendo por el miedo. Entonces, salíamos a la calle y me decían: ‘Hombre, Borja, qué casualidad, ¿queréis que os llevemos a algún sitio?’. Y nos íbamos todos juntos”, se ríe.
¿La poesía necesita becarios?
La poesía necesita osadía y gente que se lance. Yo soy un becario absoluto de la poesía y me divierto muchísimo. Creo que hay mucho poeta al que le da miedo salir del armario.
¿La política necesita poesía?
Sí, pero primero requiere acierto y sensatez. Mucha talla, pero también poesía, ¿por qué no?.
¿A Rajoy le falta leer en verso?
Lo que más me gusta de Rajoy es que pasa en moto de los estereotipos. En un momento en el que todos los políticos tienen que ser guapos, simpáticos y comunicar bien, él se mantiene auténtico, como es. Me parece digno y a tener en cuenta. Sé que Rajoy es auténtico. De otros no lo tengo tan claro.
La formación de Gobierno no llega, ¿sería mejor dejársela a los becarios?
Los becarios siempre hacen falta. Lo principal son los titulares, pero es imprescindible que sus ayudantes sean buenos. Dejémonos de chorradas y formemos Gobierno. Para eso hay que remangarse y currar con la ilusión de un becario, sin duda.