La incertidumbre sostenía el destino de Pelado. El animal aguardaba en su cajón mientras que en las calles de Tordesillas toda discusión o conversación giraba en torno a él. Porque lo que le iba a ocurrir a aquel animal de 670 kilos representaba una lucha entre dos bandos. "¿Eres taurino o antitaurino?". En función de la respuesta, cada uno definía su postura. Contestar "ni lo uno ni lo otro" no encajaba en los cánones de los más radicales, enfrentados en la primera edición del Toro de la Peña -en sustitución del Toro de la Vega- en la que el toro no sería alanceado.
Minutos antes de que comenzara el encierro, los ganaderos de Jaralta -procedente de Marqués de Domecq- se aseguraban junto a la Plaza Mayor de Tordesillas de que Pelado estaba en plenas condiciones para celebrar el encierro. Mientras, cientos de metros más abajo, en el puente que atraviesa el río Duero, centenares de personas se manifestaban en defensa del tradicional Toro de la Vega, prohibido este año por el Gobierno de Castilla y León.
De acuerdo al programa, Pelado debía emprender ese mismo camino antes de alcanzar la zona conocida como La Vega. Después, tras concluir el encierro, volvería al cajón sin haber recibido el impacto de las lanzas de los asistentes, tal y como venía ocurriendo hasta ahora con los morlacos que le precedieron. Pero ni unos ni otros estaban convencidos de que eso fuera a ocurrir así.
Rumores: entre el boicot y las lanzas
"Antitaurinos + perroflautas : Junta CyL", sostenía un cartel que encabezaba la comitiva pro Toro de la Vega en alusión al Gobierno regional. La mayoría de los que formaban parte de la marcha eran vecinos de Tordesillas, aunque tampoco faltaban los visitantes de fuera. "No se puede cortar la libertad cultural", argumentaba André Viard, un matador de toros francés que había viajado desde Las Landas para expresar su apoyo al Toro de la Vega.
Las proclamas de los manifestantes exigían la recuperación del festejo tal y como se conocía hasta este año y lamentaban vivir en la "dictadura" que les había prohibido su celebración. "Tordesillas no se rinde" y "la lucha es el único camino" eran algunos de sus eslóganes.
Bajo esas afirmaciones, entre algunos de los asistentes comenzó a correr el rumor de que los que defendían esa postura a ultranza hubieran preparado un boicot. "Dicen que no van a dejar al toro pasar, que se van a colocar todos en el puente e impedirles el paso: o Toro de la Vega o nada, ni siquiera este encierro", explicaba una mujer mayor apostada en las vallas instaladas junto al camino. Según las previsiones, Pelado debía salir de su cajón a las once de la mañana. Pero ya pasaban varios minutos de la hora establecida y el rumor iba cogiendo fuerza.
Mientras, entre 150 y 200 antitaurinos gritaban al otro lado de un cordón policial -la Guardia Civil había desplegado un fuerte operativo de seguridad-. "Queremos acabar con esto y hemos venido a cerciorarnos", esgrimían Dámaris y Lorena, que habían viajado desde Madrid.
Otros lo habían hecho desde Barcelona. "Luchas conmigo o te quitas de nuestro camino: contra el maltrato animal", rezaba la camiseta de uno de ellos.
Los rumores sobre un posible boicot al Toro de la Peña se esfumaron con el ruido del cohete anunciador del inicio del encierro. Pero, en ese mismo momento, se extendió otro entre los antitaurinos: que algunos de los asistentes al acto llevaban las lanzas que la ley ya había prohibido.
"¡Llevan lanzas!", exclamaban, a la vez que rompían el cordón policial. Al otro lado les esperaban grupos de jóvenes, algunos de ellos con palos en la mano: "Que vengan esos hijos de puta". La Guardia Civil apenas pudo frenar las embestidas de unos y otros, que llegaron a las manos. Poco después, los agentes lograron separarlos y restablecieron el cordón.
Agresión a los medios
Todas esas imágenes estaban siendo grabadas y fotografiadas por la multitud de periodistas que habían viajado a Tordesillas para cubrir esta primera edición del Toro de la Peña. Muchos ya habían sido increpados por los asistentes: "¡Televisión, manipulación!", habían gritado a coro los manifestantes que, minutos antes, exigían la restitución de la fiesta.
Entre los periodistas figuraban un cámara de Antena 3 al que un grupo de violentos le había roto el visor del aparato y otro de Televisión Española al que le habían apartado su equipo con las calladas -bastones típicos de las fiestas de Tordesillas- o a manotazos. A otra reportera también le habían increpado, llamándola "traidora", "vendida" y "puta": "Te vendes por dos pesetas", le recriminaba un joven con su bebida todavía en la mano.
Esta aversión hacia los medios, argumentaban los vecinos, era la respuesta a que hubieran puesto a Tordesillas "en el foco": "Llevamos más de diez años aguantando ataques".
'Pelado' sigue su camino
Pelado era ajeno a todos estos enfrentamientos. El toro corría por las calles de Tordesillas hasta alcanzar el puente; y, de ahí, alcanzaba la zona conocida como La Vega. Cientos de personas corrían a su alrededor, algunas de ellas a caballo.
El grito de los animalistas que habían desatado los enfrentamientos -"¡Llevan lanzas!"- resultó no ser cierto. O, al menos, los asistentes no hicieron uso de las mismas. Agentes de incógnito de la Guardia Civil ya habían rastreado el lugar para cerciorarse de que ninguno llevase elementos punzantes con los que herir al animal.
Comenzó a llover y la tormenta convirtió la arena en barro. Pelado paseaba sus 670 kilos por las inmediaciones de Tordesillas mientras que una voz relataba desde un sistema de megafonía los movimientos del animal.
Camino al matadero
La lluvia había causado mella entre los detractores y defensores más radicales del Toro de la Vega, y las proximidades al recorrido del encierro no tardaron en vaciarse. Los animalistas, al ver que el animal ya había pasado y regresaba a su cajón, volvieron a sus coches y autobuses, todavía debatiendo si habían visto lanzas o no.
Los vecinos, por su parte, se refugiaban en los bares, desde los que veían pasar corriendo a otros tordesillanos que corrían empapados a sus casas. "Parece que llevan el toro detrás", reían. No faltaban quienes aseguraban que con esa escena se lo estaban pasando mejor que con aquel encierro, que había sido "una sosez": "Total, para que luego lo maten, no cambia nada".
Porque Pelado, protagonista del primer encierro de Tordesillas sin alanceamiento, no iba a librarse de la muerte: su futuro se iba a dibujar en el matadero, donde sería sacrificado tras el encierro.