La casa de Valfran Campos Nogueira se ha levantado revolucionada en Joao Pessoa, la localidad más oriental del continente americano, ubicada en el brasileño estado de Paraiba. Su hermano Marcos, Janaína y sus dos hijos de uno y cuatro años han aparecido muertos en su casa de España, degollados y descuartizados. No saben exactamente dónde está Pioz, ni tampoco Guadalajara, a 6.200 kilómetros de distancia, pero el dolor de la pérdida no entiende de océanos ni de fronteras. “Toda la familia está rebotada, con rabia, cabreada”, lamenta entre sollozos en una conversación mantenida con este periódico. Esperan ahora días duros en los que contactar con la embajada y con las autoridades para poder recuperar los cuerpos.
Son las diez de la mañana en Joao Pessoa y en la casa de Valfran solo se oyen gritos. Las televisiones estatales y nacionales les esperan en la puerta. Ellos, a duras penas, les atienden. “Toda la familia está muy mal. No entiendo cómo ha podido suceder, la nuestra era una familia tranquila. Nos enteramos por un periódico de Pessoa que hablaba de cuatro brasileños muertos. Hacía un mes que no hablaba con mi hermano, entonces asocié las cosas”. La familia de Janaína también está llevando como puede lo sucedido. Cuando se enteraron, el horror lo inundó todo llevándose consigo la alegría que caracterizaba a la familia. El choque fue brutal, sobre todo para el padre, quien tuvo que ser internado con un ataque de hipertensión.
Están siendo días duros para la familia, pero las condolencias de los allegados les ayudan a sobrellevar lo que están pasando desde la noche del pasado sábado, cuando un potente hedor llamó la atención de uno de los vecinos de Pioz al pasar por el número 594 de la calle los Sauces, en la urbanización que residía la familia brasileña. La Guardia Civil encontró, en un salón si amueblar y una casa casi intacta, los cadáveres dentro de bolsas de basura. Al día siguiente en Brasil ya habían recibido el mazazo.
El hombre del sombrero en España
Joao Pessoa es la tercera ciudad más antigua de Brasil. Es una urbe de 800.000 habitantes que vive del turismo. “Aquí para vivir se está muy bien, pero no se gana dinero”, relata Valfran. Hace quince años, Marcos Campos Nogueira dejó atrás las casitas bajas y coloridas del barrio colonial, la iglesia barroca de San Francisco. Dejó todo atrás, incluso a su familia, en busca de un futuro y un trabajo en un país algo más próspero: España.
“Toda la familia está muy mal. No entiendo cómo ha podido suceder, la nuestra era una familia tranquila. Nos enteramos por un periódico de Pessoa que hablaba de cuatro brasileños muertos"
“Marchó para construir su futuro con mucha ilusión. Tenía muchas ilusiones en España: comprar una casa, criar su familia… Es un país encantador, bueno, un país que nos encanta”, relata a EL ESPAÑOL. El primer destino de Marcos y de su inseparable sombrero, ese con el que le distinguían los vecinos de la urbanización La Arboleda, en Pioz, fue A Coruña. Atrás quedaba la ciudad más oriental de Brasil, en la que antes amanece de toda Sudamérica. Su primer trabajo fue una churrasquería y desde entonces ha ido trabajando en esa clase de negocios. Ya en Madrid, su destino fue otro rodicio, esta vez en el Brasil Brasa de Torrejón de Ardoz.
Pessoa y el amor
Pero Marcos no se olvidaba de su familia, esa que seguía viviendo en Brasil. Por eso, de vez en cuando, acudía de vuelta a casa. Allí disfrutaba de su familia, de los 117 kilómetros de playa que tiene el estado de Paraiba, del exotismo de los bares al aire libre con saxofonistas interpretando el Bolero de Ravel bajo el cielo naranja de Pessoa. Allí, en uno de esos viajes de vuelta, disfrutando de todo eso y de su familia, conoció a Janaína.
Hace siete años, cuando se conocieron, el amor surgió entre Janaína y Marcos. Estaban juntos desde entonces. Su hija, que ahora tenía cuatro años, nació en Brasil durante el idilio que ambos vivían. Después se volvieron a España, donde el hermano de Valfran había pasado los últimos años de su vida. “En Brasil se vive bien, pero no se gana dinero. Las cosas son muy caras, no hay oportunidad. En España, un euro tiene un valor muy grande para un brasileño. Mi hermano decía que España era el mejor país del mundo para vivir porque no hay violencia: y mira de lo que murió”, narra.
Ahora, alguien que les buscaba se ha llevado por delante la vida de toda una familia en su nueva casa, un rincón guadalajareño en el que los alquileres están a precio de saldo. La Guardia Civil apunta una teoría muy clara: son unos sicarios brasileños los que han perpetrado el asesinato de Marcos, de Janaína y de sus hijos. Mientras, entre entrevista y entrevista, desde Brasil lloran amargamente la pérdida.
El restaurante en el que Marcos trabajaba: ¿la clave del caso?
La historia del descuartizamiento de Pioz une hilos pese a la enorme distancia del oceáno. Tanto las declaraciones de la familia de la pareja desde Brasil como las opiniones de los vecinos de la urbanización en la que Marcos y Janaína vivían coinciden en una cosa: eran gente tranquila. “Hay prensa española que habla de que mi hermano estaba envuelto con drogas. Para decir eso hay que probarlo. La prensa española no puede hablar de eso porque no es verdad. Mi hermano no bebía, no fumaba, no hacía nada. No se puede hablar de algo que no sabe nadie”, explica.
“Hay prensa española que habla de que mi hermano estaba envuelto con drogas. Para decir eso hay que probarlo. La prensa española no puede hablar de eso porque no es verdad"
Sin embargo, las investigaciones de la Benemérita apuntan a la teoría de que unos supuestos sicarios estaban buscando a la familia. El sigilo con el que actuaron, la premeditación a la hora de tenerlo todo preparado y el modo de matarlos apuntan a la autoría de profesionales del crimen. Sin embargo, Valfran, hermano de Marcos, propone otra teoría. “Hay que buscar en el sitio que trabajó mi hermano. La solución creo que está ahí. Las personas que estaban cerca sabían alguna cosa”, asegura.
Las horas pasan lentas en la casa de los Campos Nogueira en Joao Pessoa. Todavía no saben cuándo, cómo y quién irá a un pueblo español, ubicado a 6.200 kilómetros, en busca de los cadáveres de sus seres queridos. A Valfran y los suyos el duelo se les está haciendo largo. “Las personas que han hecho eso son monstruos”.
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