Este sábado, Pedro Sánchez abogó de nuevo por un Gobierno "transversal" y se dirigió, como lleva haciendo en los últimos ocho meses, a Pablo Iglesias y Albert Rivera. Sobre sus hombros, además de sobre los del propio líder del PSOE, descansa la responsabilidad histórica del cambio político. "Les pido a las fuerzas políticas del cambio que levanten los vetos cruzados", dijo tras el excitadísimo discurso de Miquel Iceta, el líder del PSC, que le pidió hasta "por dios" que liderase la alternativa y resistiese todas las "presiones". Ante él, en un pinar de Gavá (Barcelona) donde el PSC celebraba la Fiesta de la Rosa, aplaudían con ganas los 15.000 militantes que según la organización acudieron a la cita.
Sin embargo, los mensajes de Sánchez, Iceta y Núria Parlon, alcaldesa de Santa Coloma de Gramenet (Barcelona) y aspirante al liderazgo del PSC, estaban salpicados de mensajes de consumo interno. Sánchez acabó su intervención con un "no es no" que tanto podía referirse a Mariano Rajoy como a los que en su partido sueñan con una abstención del PSOE. "No obedecemos a ningún poder que no sea el poder de la gente", dijo, sin aclarar si se refería también a los presidentes autonómicos socialistas con los que mantiene un amargo enfrentamiento. Parlon pidió a las "voces críticas" del "Comité Federal" que "cierren filas con Pedro Sánchez y que le apoyen en la labor que quiere emprender".
Las presiones de Sánchez a Iglesias y Rivera son, antes que nada, una manera de intentar seguir al frente del partido y evitar una ofensiva de los sectores críticos. Los anuncios de la fecha del próximo Comité Federal, su postulación para negociar un Gobierno o hasta la sugerencia de un congreso exprés del partido, que dinamitaron el curso de la campaña vasca y gallega, perseguían ganar tiempo, aunque fuera una semana, ante posibles maniobras de sus enemigos internos que incluían su decapitación política en la Ejecutiva socialista.
Sánchez busca ganar tiempo, pero los puentes con seis de los siete presidentes autonómicos (Andalucía, Comunidad Valenciana, Extremadura, Castilla-La Mancha, Asturias y Aragón) están rotos. Los barones críticos creen que el secretario general ha hundido electoralmente al partido por su mala gestión y su ambición personal. Quieren asesinarlo políticamente, pero no encuentran el momento. La estrategia de Sánchez consiste en que no encuentren el momento para no ser ejecutado.
"Un terrorista con un chaleco de explosivos"
"Pedro es como un terrorista que se ha puesto un chaleco suicida lleno de bombas y dice: 'El que quiera, que me toque los huevos'". Quien así se expresa es un destacado dirigente territorial del PSOE con peso institucional. "Si le matamos, la onda expansiva nos afecta a todos", explica.
En la olla a presión en la que se ha convertido en el PSOE, sólo una posibilidad podría enderezar la situación para evitar un choque de trenes: que el PNV se imponga claramente en las elecciones vascas y acabe resolviendo la investidura de Mariano Rajoy. Los nacionalistas han negado en campaña que esa opción esté sobre la mesa, pero su posición podría variar si Íñigo Urkullu necesitase al PP para revalidar la lehendakaritza. Hay incluso fuentes en el PSOE que creen que el pacto ya ha sido esbozado.
"La mejor de las soluciones"
"Para nosotros, sería la mejor de las soluciones", explica un miembro de la Ejecutiva del PSOE cercano a Sánchez. "Rajoy estaría en una posición muy frágil para gobernar, nosotros saldríamos del embrollo habiendo demostrado que nunca lo investiríamos y evitaríamos una mayoría más amplia del PP en unas terceras elecciones, si es que se cumplen las encuestas", explica. "Yo estaría incluso a favor de que apoyásemos al PNV en Euskadi y que el PNV apoyase a Rajoy en el Congreso", explica la misma fuente.
La aritmética que dibujan las encuestas encaja. Si el PNV se sitúa como primera fuerza, podría hacerle falta el apoyo del PSOE y la abstención del PP, o viceversa, para evitar que Podemos y Bildu le arrebaten el Gobierno vasco. El PSOE cuenta además con acuerdos con el PNV en ayuntamientos y diputaciones forales, por lo que no sería difícil apoyar ese pacto.
Aunque en el Congreso el PNV se ha mostrado más favorable a investir a Sánchez, lo que no cuadra en el Gobierno del cambio que persigue el líder del PSOE son los demás aliados. Podemos y Ciudadanos se han declarado incompatibles hasta la saciedad e Iglesias ya comienza a disputar la certeza generalizada de que unas nuevas elecciones serían perjudiciales para su formación y beneficiosas para el PP. "Si van a elecciones, ya veremos lo que pasa. La gente está muy harta de la corrupción", dijo.
En otras palabras: el intento de formar Gobierno de Sánchez podría comprarle algunas semanas, pero las posibilidades de mudarse a la Moncloa son sensiblemente inferiores a las que tenía en febrero, cuando negoció con Podemos y Ciudadanos por primera vez. Una vez disueltas las Cortes, el PSOE tendría que decidir si cambia de candidato. Aun repitiendo, si las terceras elecciones refuerzan a Rajoy, su era habría tocado a su fin. En cambio, una investidura de Rajoy le permitiría convocar pronto un congreso del partido con unas elecciones primarias que cree que ganaría de sobra gracias a la consolidación del "no es no" de la militancia y la aversión de Díaz a medirse con él en las urnas del PSOE. Y mientras llega el Congreso, Sánchez comenzaría a actuar como un martillo en el Congreso haciendo una oposición frontal.
Los dirigentes críticos con Sánchez anhelan la investidura de un Rajoy débil. Sumando al PNV y a Ciudadanos, el PP dispondría de 175 "síes" en la cámara baja, sólo uno menos de la mayoría absoluta. En la segunda votación, en la que sólo se necesita la mayoría simple, Rajoy tendría más fácil la abstención o ausencia de un diputado, creen. Ya se trate de Pedro Quevedo, de Nueva Canarias, formación aliada del PSOE, o de otro.
"El apoyo del PNV a Rajoy es lo mejor que nos podría pasar", asegura un presidente autonómico. "Si Rajoy tiene 175 diputados, conseguiría el que le falta", confía. "Así evitamos nosotros seguir matándonos y decisiones a la desesperada de Pedro". También permitiría que se celebrase un congreso del PSOE, la cita definitiva en la pugna por el poder. Aunque tocaba en febrero, el congreso para renovar proyecto y equipos (incluyendo al secretario general) se ha ido retrasando por la gobernabilidad, con Sánchez como principal partidario de postergarlo. "Una vez Rajoy gobierne, podremos ocuparnos con tranquilidad de lo nuestro y Pedro se tendría que ir", aseguran fuentes cercanas a los críticos.
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