Margarita Robles (León, 1957) se perdía hace unos meses buscando el baño en Ferraz y ahora sabe llegar a su despacho y a las principales salas del Congreso de los Diputados, pero no las tiene todas consigo sobre los itinerarios. En la Cámara Baja está ahora el gran laberinto del PSOE, que se consume por dentro ante la perspectiva de una abstención para facilitar el Gobierno de Mariano Rajoy.
La decisión final será debatida dentro de unos días. No en el grupo parlamentario, donde se sientan los 85 diputados que representan a casi cinco millones y medio de votantes, sino en el Comité Federal, el sanedrín del PSOE, donde deciden dos centenares largos de dirigentes (la lista completa nunca ha sido facilitada por el partido) que representan a la estructura territorial de los socialistas. Pero Robles, que ha sido magistrada del Tribunal Supremo, vocal del Consejo General del Poder Judicial y en los últimos dos años de Felipe González secretaria de Estado de Interior, sabe adonde va.
¿Qué va a decir cuando en el pleno del Congreso se escuche "Robles Fernández, Margarita" y la llamen a votar?
Salvo que a mí me den razones de muchísimo peso y muy justificadas para cambiar mi voto, voy a mantenerme en el “no”. Cuando lo voté, lo hice desde la coherencia, desde la responsabilidad. Entendía que cuatro años más de Rajoy no eran buenos para España. No hay ninguna razón para que cambie mi voto. Estos días, al ver el juicio del caso Gürtel, todavía me ratifico más. Hay quien puede decir que son cosas del pasado, pero yo oí hace tres o cuatro días a María Dolores de Cospedal criticar la actuación de los jueces y pedir la nulidad del procedimiento, decir que no tenía garantías. Que la secretaria general del PP, de un partido en el Gobierno y que aspira a seguir, se permita poner en cuestión el trabajo de los jueces, que están haciendo un gran trabajo contra la corrupción, me parece muy grave. Si no fuese por el trabajo de los jueces, en especial por Pablo Ruz, ese juicio no se habría celebrado. Me es muy difícil dar soporte a un Gobierno en estas condiciones.
Robles no cree que en la semana que queda para tomar la decisión haya factores sorpresa o razones nuevas. “En política, como en la vida, hay que ser coherente”, explica en su despacho en el Congreso, más amplio que el de algunos compañeros por ser presidenta de la comisión de Justicia de la Cámara. “El Comité Federal dijo “no” unánimemente al Gobierno de Mariano Rajoy y Pedro Sánchez se limitó a cumplir su mandato. Si ahora cambia a la abstención, tendrá que explicar muy bien a los votantes y a los ciudadanos cuáles son esas circunstancias. Entiendo que deben ser nuevas y de mucho peso”, explica.
Dice haber meditado mucho su decisión, casi tanto como su vuelta a la política. En mayo fue el fichaje estrella de Pedro Sánchez, que la incorporó a la lista por Madrid como número dos tras la marcha de Meritxell Batet a Barcelona, donde encabezó la lista del PSC tras la renuncia de Carme Chacón.
La "independiente-independiente"
"Es independiente-independiente", decía con sorna algún viejo socialista entonces, recordando que no tiene carné de militante y advirtiendo de que a Robles es difícil controlarla. No lo logró el PSOE en los 90, cuando impulsó desde dentro investigaciones como las del caso Lasa y Zabala. Y ahora, aun sin Pedro Sánchez, tampoco parece ser el caso.
¿Le dice alguien a Margarita Robles lo que tiene que votar?
A estas alturas de mi vida, nadie me dice lo que tengo que hacer. Creo que todo el mundo va a ser muy respetuoso conmigo porque saben que cuando tomo una decisión lo hago desde el prisma de la responsabilidad y de lo que creo que es mejor.
Se romperá así la disciplina de voto.
Esa expresión, la de “dicsiplina de voto”, es rancia, incompatible con el siglo XXI. Creo en la responsabilidad de todo el mundo.
No debería, pues, existir para esta votación.
Yo respeto mucho al PSOE y a sus normas y no soy quién de meterme en eso porque no soy militante. Pero creo en un PSOE que es capaz de regenerar la sociedad española y tiene que adaptarse para seguir siendo el presente y el futuro. Conceptos como el de “disciplina de voto” son más del siglo XIX que del siglo XXI.
Hay quien dice en el PSOE que Margarita Robles, como otros diputados, votará “no” a Rajoy porque sabe que habrá suficientes abstenciones en el seno del grupo como para garantizar la investidura del líder del PP. En ese sentido, su “no” sería egoísta e insolidario, para salir del trance sin un rasguño en su imagen. El PSC ha anunciado que mantendrá su “no”, decida lo que decida el Comité Federal, del que forma parte a pesar de ser formalmente un partido distinto. Otros diputados, como Susana Sumelzo (Zaragoza), que formaba parte de la Ejecutiva de Sánchez, dicen que harán lo mismo aunque eso suponga el final de su carrera política.
Robles, diputada de las que en el PSOE se conocen como “sin territorio” (no tiene presencia y control orgánico a nivel local) no tiene ninguna intención de marcharse a ningún sitio. Tampoco de votar “no” a Rajoy y abandonar después su acta de diputada, como se ha especulado. Llegó con unos objetivos que, como su “no” a Rajoy, tampoco han cambiado.
Usted era juez en el Supremo. Visto lo visto, ¿se arrepiente de haber vuelto a la política?
No sólo no me arrepiento sino creo que tomé la decisión correcta. Está siendo un momento histórico importante. Pedro Sánchez me llamó para un proyecto de futuro, de regeneración, de una España más justa. Sigo creyendo en ese proyecto.
Pero Sánchez ya no está.
Pedro Sánchez fue un candidato y un líder elegido por los militantes y hasta que ellos no le retiren ese apoyo, todavía tiene que jugar un papel muy importante en la historia del partido.
¿Volverá?
No lo sé. Es su decisión personal. Pero algunos tendrían que reflexionar sobre lo que pasa con todos aquellos candidatos elegidos en primarias. Tanto a Pedro Sánchez como a Josep Borrell no se les ha dejado seguir adelante.
Pedro Sánchez no tenía un Gobierno alternativo.
Lo iba a intentar con Podemos y Ciudadanos.
Que decían que “no” todos los días.
No lo sé. A Ciudadanos los he visto firmar un acuerdo con el PSOE, decir que “no” a Rajoy en campaña, cambiar de opinión en 24 horas, pasar a la abstención y luego al apoyo. Si Ciudadanos apoyó entonces al PSOE no tendría que haber motivos para que no volviese a hacerlo. En cuanto a Podemos tengo más dudas, porque quiere ocupar el espacio del centro-izquierda.
Tras la marcha de Sánchez, muy pocos diputados socialistas defienden la posibilidad de un Gobierno alternativo. Si con Sánchez era muy difícil, sin él no hay tiempo ni oportunidad. Ahora, los responsables de la gestora hablan de la abstención, pero con la boca pequeña. Argumentan que es una decisión que tendrá que tomar el conjunto del partido en el Comité Federal. Según ellos, lo que está en manos del PSOE es, por encima de todo, decidir si España se encamina o no a las terceras elecciones en un año. De acudir a las urnas, el descalabro del partido podría ser histórico. Otra vez.
¿No le parece un argumento de peso para la abstención evitar las terceras elecciones?
El PSOE no puede caer en la trampa del PP, que quiere y ha querido siempre unas terceras elecciones porque cree que va a tener más diputados para gobernar más cómodamente. El PP no ha querido asumir la responsabilidad de ese planteamiento y ha preferido descargarla en el PSOE. Si se celebraron unas segundas elecciones fue por culpa del PP y de Podemos, que no aceptaron la investidura de Sánchez. Ahora no me consta que el PP haya hecho ningún gesto para intentar lograr el apoyo del PNV. ¿Por qué? Porque le es más cómodo poner todo el foco en el PSOE para ir a terceras elecciones y, si no, y lo digo entre comillas, ‘humillar’ al PSOE.
Esta semana, Elena Valenciano decía que prefiere a un Rajoy en minoría que a uno con mayoría tras las terceras elecciones. Las perspectivas para el PSOE son de todo menos buenas. Rajoy tiene al alcance de la mano ampliar su mayoría y el PSOE puede caer en la irrelevancia.
Es Rajoy quien quiere esas elecciones. Pero ningún partido, y menos el PSOE, puede decir públicamente que si hay terceras elecciones va a tener peor resultado. ¿Por qué tendría que ser así? ¿Por qué hay que darlas por perdidas? Es un mensaje nefasto. Si somos positivos y coherentes, si tenemos ilusión, si decimos que queremos construir una sociedad más justa para los que lo pasan peor, para las clases medias, los dependientes y los trabajadores... ¿por qué íbamos a tener un peor resultado? Si el PSOE es el partido del cambio y del progreso tiene que tener la cabeza muy alta.
Es difícil contagiar eso con un partido roto y sin candidato.
Pero hay un proyecto de 137 años de Historia. Eso hay que saber decirlo y aparcar todo lo demás. La regeneración democrática no puede pasar por el PP, que ha amparado la corrupción. La recuperación económica no puede pasar por el PP, que ha sido muy dañino para los que lo pasan mal. Si sabemos explicarlo, el PSOE puede tener un magnífico resultado. No me resigno ni acepto que nos iría mal.
En el auge y caída de Sánchez hay actores constantes y argumentos cambiantes. En julio de 2014, llegó aupado por gran parte del poder territorial del partido que finalmente ha acabado decapitándolo. Cuando decidió presentarse como candidato a las elecciones generales, como es costumbre en el PSOE, decepcionó a algunos. Su manera de gestionar el partido, de relacionarse con los demás dirigentes de peso o hasta su política comunicativa fueron criticados con dureza por sus rivales internos.
Los resultados electorales y la propuesta de un congreso exprés colmaron el vaso de la paciencia del Comité Federal en una de sus reuniones más aciagas. Según no pocos detractores de Sánchez, su equipo anunciaba una negociación con Podemos y Ciudadanos, pero acabaría pactando con Podemos y los nacionalistas, entre ellos Convergencia y Esquerra Republicana, abiertamente independentistas.
¿Estaba Sánchez pactando con independentistas?
No me consta de ninguna manera. Pero fíjese: ahora hay dirigentes diciendo que se va a gobernar desde el Parlamento y que va a haber una mayoría contraria al PP. Pues esa mayoría va a pasar también por los independentistas. No parece razonable criticar esos supuestos intentos y luego dar por sentado que se van a ganar votaciones a Rajoy en el Parlamento con la necesaria ayuda de los independentistas. Yo rechazo el independentismo, que es una cortina de humo para no resolver los problemas que tienen los catalanes, pero es evidente que para llegar a los 180 escaños contra Rajoy van a tener que hablar con ellos.
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