El Juventud de Torrejón es un equipo que milita en la Segunda Regional madrileña. Con ellos, hasta mediados de septiembre, entrenó Patrick Gouveia Nogueira, a quien la Guardia Civil considera el asesino de su familia en Pioz (Guadalajara). Los detalles del sumario van aflorando. Entretanto, Patrick continúa encerrado en casa de sus padres en Brasil, en Joâo Pessoa, a la espera de ser detenido.
Patrick llegó a España a probar suerte en el mundo del fútbol. Fueron su tío Marcos Campos Nogueira y su tía Janaína Santos Américo quienes le acogieron en su casa de Torrejón de Ardoz cuando la hermana de Marcos, y madre del chico, se lo pidió a este. Él accedió encantado a acogerle en casa, pese al turbio pasado del chico del que Janaína, según sus familiares, recelaba. Ya asentado, Patrick comenzó la búsqueda de equipo en el que empezar a hacer los primeros regates en España. Y pronto eligió: el Juventud de Torrejón.
El equipo de Patrick
Patrick entró a jugar en el Juventud de Torrejón en el pasado mes de mayo, cuando estaba finalizando la anterior temporada. Comenzó a entrenar con ganas pero esa temporada ya no era posible que jugase. Por eso en aquel momento no le llegaron a hacer ficha en el club. “No le pudimos inscribir porque no presentó la documentación pertinente”, explica el entrenador del equipo, Jesús Romero.
Patrick jugaba de extremo derecho. Como muchos otros en Segunda Regional, no destacaba ni dejaba de destacar. “Era un jugador normal, como cualquier otro”. Religiosamente, acudía cada martes y jueves a las nueve de la noche a entrenar con sus compañeros. Siempre correcto en el trato, jamás dio muestras del comportamiento “psicótico” que la Guardia Civil atestiguó este mes, cuando se descubrió que Patrick era el único sospechoso de matar y descuartizar a sus tíos y a sus sobrinos, de 1 y 4 años.
“Era una persona normal, nada agresiva”, explica a EL ESPAÑOL su entrenador. Nada de lo que Patrick tenía en mente trascendía al terreno de juego. Un jugador normal que también podía adaptarse a jugar de delantero. Donde le pusieran y siempre con la misma entrega. “Nadie ha especificado lo que es agresivo en el fútbol. Él jugaba como cualquier otro chaval”.
El día del asesinato
Llegó la semana del 15 al 21 de agosto. En esos días el equipo seleccionaba jugadores para la plantilla. Patrick, como todos los demás, proseguía los entrenamientos con normalidad. “Era un tipo tranquilo. Cogía, se ponía sus botas, pedía permiso para coger un balón y se ponía a entrenar”, explica Romero, el entrenador. Ni sus compañeros de equipo, ni su entrenador, ni tampoco su familia sospechaban lo que Patrick maquinaba perpetrar fuera del terreno del juego. Algo que la Guardia Civil ya ha confirmado: la premeditación que había detrás del crimen que cometió. Todo estaba previsto.
El día 17 de agosto era miércoles. Ese día Patrick no tenía entrenamiento. Con su tarjeta de transporte cogió un autobús desde Torrejón de Ardoz que llegó cerca de las tres de la tarde a Pioz. La entrada a la urbanización la hizo de día. En la entrada de la urbanización hay un portero vigilando las 24 horas del día y 350 metros desde allí hasta el chalet 594, en el que vivían sus tíos. Es posible que en ese tramo le viesen las personas que confirmaron a la Guardia Civil que aquel día Patrick se encontraba en la urbanización.
Una vez en la escena del crimen, todo se desarrolló de forma secuencial. Primero, mató a Janaína, con la que estaba obsesionado. Luego, a los pequeños. Marcos, el padre, no estaba en casa. Esperó a que llegase y le torturó. Después le mató y procedió al descuartizamiento. Hasta ahora no se conocía, pero los cuerpos aparecieron cortados por la mitad.
Siguió jugando al fútbol
Cada trozo cerrado en una bolsa de basura. Luego llegó la noche y el momento de limpiar todo a conciencia. Nadie se enteró de nada. Patrick creyó que dejaba todo impecable, pero el sudor, las huellas en las cuerdas que ataban las bolsas y sus viajes en transporte público le delataron, como ha confirmado la familia de los fallecidos a este periódico.
El día siguiente era jueves 18. Patrick no faltó a su entrenamiento, ni tampoco en el mes siguiente, hasta que fueron hallados los cadáveres. Nadie notó en él ningún cambio de actitud. Era el chico callado y educado de siempre. “Aproximadamente, estuvo con nosotros hasta mediados del mes de septiembre”. El día 18 de septiembre el olor delató los cuerpos. Y Patrick dejó atrás la banda derecha, su piso de Torrejón de Ardoz y puso tierra de por medio. Cogió un avión y se fue a Brasil.
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