Los líderes de la oposición, Luis Villares (En Marea) y Xoaquín Fernández Leiceaga (PsdeG-PSOE), han sido los primeros en levantarse de su escaño a felicitarle. Ha pasado más de mes y medio desde las elecciones en las que Alberto Núñez Feijóo alcanzó por tercera vez consecutiva la Xunta de Galicia. Esta misma tarde los 41 votos del PP le han bastado para alzarse de nuevo con la mayoría del Parlamento Gallego. El líder del PP en la comunidad gallega aceptó las felicitaciones. Feijóo retoma la agenda de Galicia, aparcando, de momento, un posible futuro como delfín y sucesor de Mariano Rajoy.
Conciliador, exhibió de nuevo su oratoria. Tras una legislatura monopolizada en el hemiciclo gallego por la crudeza de sus enfrentamientos con la tempestuosa retórica de Xosé Manuel Beiras, Feijóo se encuentra ahora ante una oposición a tres bandas a la que agradeció el cambio de “tono”, a una crítica “en la que el diálogo es posible”. El “Sputnik” Villares tiró de ironía en su turno al filo de las seis de la tarde. Y la amalgama de En Marea, con mayoría de diputados de Podemos, aplaudía las chanzas que hiló en sus intervenciones.
La crítica más dura de nuevo procedió de la galleguista Ana Pontón. Gana enteros, pues logró evitar la reducción a mínimos de un Bloque Nacionalista Gallego que amenazaba con evaporarse por primera vez desde su fundación de 1982: Pontón cogió al BNG y lo llevó en volandas por toda Galicia en una campaña en la cual las encuestas no daban un céntimo por el histórico partido nacionalista. De las previsiones de uno pasó a cinco diputados. Hizo valer esa autoridad ante el recién electo presidente para enarbolar los reproches durante su turno: “Si no hay crisis, ¿Por qué hay recortes?”.
Feijóo, Leiceaga y los poemas
En una sesión liviana en la que nadie se jugaba nada, hubo espacio para la cita, el verso y la recomendación literaria. Y Feijóo se relajó dedicando toda clase de elogios al líder del PSOE gallego. Le definió como “digno”, como “coherente”, como “sólido”. Leiceaga agradeció los elogios pero los rechazó con elegancia: “Hay amores que matan”, declaró. Leiceaga le explicó con con mucha calma que no tenía “ningún interés” en verse relacionado con él. Y Feijóo concedió y le dijo que no se preocupase,que a él tampoco le importaba demasiado. “Como dice el poema, la soledad no es estar solo, es estar con alguien y pensar en otro”.
Con la ausencia de Beiras, el antiguo líder nacionalista, “el tripartito” de oposición se constituirá como el contrapeso de los populares gallegos. Feijóo respondió a los tres a la vez. Incluso les tendió la mano como ya hizo en la campaña, cuando aseguró que quería ser el presidente “de todos los gallegos”, incluso los de En Marea. “Vengo a decirles que formen parte de la solución. ¿Ustedes creen que todo lo que ocurren en Galicia es culpa de Feijóo? ¿Creen que les faltó una semana de campaña? ¿Creen que perdieron por los mayores? ¿Por los periodistas? ¿Por la alienación de nuestro pueblo? No señorías. Respetemos lo que pasó. No me digan que haga lo contrario a lo que los gallegos demandaron el pasado 25 de septiembre. No lo voy a hacer”.
La corrupción, los recortes en sanidad, la crisis del lácteo, las cajas… A Feijóo no le han importado la críticas recibidas. Incluso le ha dado tiempo a Feijóo a acordarse de Ramón Espinar cuando le criticaban su gestión con Novacaixagalicia. Se ha acordado de un representante de Bankia que “milita en Podemos”. Ante los abucheos, Feijóo abría resignado los brazos. “Está de absoluta actualidad, señorías”.
Feijóo ha cambiado de forma progresiva desde que entró en el hemiciclo en la época Fraga. Llegó con el estigma del “birrete”, como Fraga y los suyos -"los de la boina"- se referían a los jóvenes con estudios que hacían sus primeros pinitos en el PP gallego. Tras cuatro de los años más duros para el PP gallego -casos de corrupción, manifestaciones contra la Sanidad, políticos en los juzgados-, Feijóo se vuelve a sentar en el mismo lugar que siempre. Tiene 55 años, un hijo, y un futuro incierto. Madrid siempre espera.
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