“Yo fui el puente entre Lincoln (que tenía el móvil) y la policía. No sé si el señor ya lo sabía, pero Lincoln va contando eso a mucha gente con la intención de intimidarme”. J. M. tiene 17 años y hace un mes se quitó un peso de encima. El crimen de Patrick Nogueira, el descuartizador de Pioz, llegó a su teléfono cuando Víctor Lincoln Araújo le enseñó las imágenes de lo ocurrido en Guadalajara desde el móvil que Marvin Henriques, el cómplice, le había prestado. La chica, que delató a ambos, no está pasando por su mejor momento desde que reveló el crimen en Brasil al acudir a la policía federal a relatar las imágenes y los vídeos que había visto sobre los asesinatos de Pioz.
EL ESPAÑOL ha tenido acceso en exclusiva a la conversación que la joven mantuvo con una persona muy cercana a la investigación en Brasil. J.M. le relata sus inquietudes, los miedos al principio y los remordimientos que le surgieron al ocultar, al principio, el horror que sufrieron Marcos Campos Janaína Santos y sus hijos de uno y tres años. Durante semanas, J. M. no consiguió dormir, comer, divertirse o estudiar.
Habían pasado unos días desde que Patrick volvió a Brasil. Cuando ella vio las imágenes, el asesino confeso todavía estaba suelto en Joao Pessoa. “Pedí a Dios discernimiento para hacer alguna cosa. Tenía miedo de que saliese y cometiese otro crimen. Yo tenía toda aquella verdad en mis manos y todos los días me sentía impotente. Sentía la sangre de aquella familia en mis manos todo el santo día y fue muy difícil para mí”. La vida se le ha hecho compleja e inquietante desde entonces.
Lincoln veía a Patrick “inofensivo”
Lincoln, el tercer implicado en el crimen, le enseñó en cierta ocasión las fotografías de lo ocurrido en el whatsapp. Después de compartirlas con su círculo de amistades cercanas, las fotografías llegaron a J.M. :“El llegó a mostrarme una parte de las fotos. Para probarme de lo que estaban hablando. Tuve miedo de que Patrick hiciese algo con Marvin. Fue todo muy complicado. Intenté convencer a Lincoln de que Patrick tenía que ser entregado, pero él no me quiso escuchar y le defendió. Dice que veía a Patrick como alguien inofensivo”.
J.M. no podía llevar una vida normal. Una familia había muerto al otro lado del mar y ella lo sabía. Conocía los detalles, los selfies, los vídeos. “Quería limpiar mi consciencia con el señor, porque es el único a quien me siento obligada a dar satisfacción por la decisión que tomé”. Su vida se convirtió en un calvario. No podía trabajar, no podía estudiar. “Decidí hacer alguna cosa para que se llevase a cabo la justicia. Para que aquel asesino fuera apresado y no acabase con la vida de más de un inocente. Informé a la policía de que existían pruebas del crimen y que Lincoln las poseía”, explica la joven a su interlocutor.
La joven delató el crimen ante la Policía Federal brasileña. Fue entonces cuando las autoridades acudieron a la casa de Lincoln en busca de su teléfono móvil. Entonces entró en juego su padre, quien le llevó a la policía. J.M. todavía no se explica cómo Lincoln pudo tener guardadas las imágenes del crimen que Patrick Nogueira cometió en España sin decir nunca nada, guardando consigo el secreto. “Tal vez él encontrase divertido guardar informaciones tan fuertes como si fuesen un tesoro. No sé bien lo que pasaba por su cabeza”.
“Fui amiga de Patrick”
Todos los amigos del grupo callaron. Algunos de ellos, al ver las dudas que la joven J. M. albergaba, no dudaron en amenazarla. Y el miedo crecía en ella, tanto por su seguridad como por la de Marvin. Lo explícito de las imágenes y del crimen la dejó totalmente noqueada. Nunca se habría imaginado que Patrick haría algo así. “Quedé chocada porque también fui amiga de Patrick. No hablé nada con Marvin porque el que entró en contacto conmigo era Lincoln. Tenía miedo de que Patrick le hiciese algo a Marvin”.
Marvin sigue en la cárcel brasileña, Lincoln está suelto, y Patrick, en España, se enfrenta esta mañana a un nuevo interrogatorio psiquiátrico. Y la joven no olvida ni puede dormir. A ella todo le pasó factura. Como a la familia de los fallecidos. Sin embargo, no se arrepiente de su decisión. Desde Brasil, pese a la lejanía, cree que contribuyó a hacer lo que tenía que hacer. “Decidí contarlo para que se hiciese justicia”, explica J.M. La joven no dudó en delatar al asesino cuando todos callaron y le dieron la espalda. “Para que aquel asesino fuera preso y no se llevase por delante la vida de más de un inocente, Serví de portavoz. Informé a la policía de que existían pruebas del crimen y que Lincoln las poseía”.
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