Sevilla dormirá esta noche confirmando lo volátil que puede llegar a ser su Madrugá. Las espléndidas condiciones que se reunían en torno al discurrir de las hermandades que procesionaban por el centro de la ciudad se quebraron en torno a las cuatro de la mañana. Varias estampidas han sembrado el pánico entre quienes seguían de cerca el paso de las cofradías. Se han visto lágrimas, ataques de ansiedad y a mucho público abandonar decepcionados el casco antiguo. Como consecuencia una persona se encuentra ingresada en la UCI por traumatismo craneoencefálico, con pronóstico grave. En total 17 personas han sido atendidas en hospitales por traumatismos o crisis de ansiedad.
Las avalanchas sin origen conocido han pillado a la Macarena en la calle Sierpes y en la plaza del Salvador, a la Esperanza de Triana cruzando el puente de Isabel II y a Los Gitanos en las inmediaciones de su templo. En los primeros casos, las estampidas han arrollado a transeúntes y nazarenos, también a varios miembros de la banda de música de San Juan Evangelista que acompaña la Cruz de Guía de la hermandad de Triana. Los propios músicos comunicaban a través de Twitter que la formación cancelaba la estación de penitencia “por lesiones, pérdida y deterioro de instrumentos”. No ha habido heridos de gravedad.
Estas carreritas, como se denominan popularmente, son una reedición de los desafortunados acontecimientos que se produjeron por primera vez en el año 2000 y que se vienen dando, aunque con menor relevancia, en los últimos años. Y precisamente se producen cuando el Ayuntamiento de la ciudad ha anunciado uno de los planes de seguridad mejor dotados, con más de 2.500 efectivos movilizados, cámaras repartidas por el centro y el extrarradio y dos helicópteros supervisando el trascurrir de las procesiones desde el aire.
Nada de eso ha evitado las estampidas, al parecer coordinadas y repartidas a una misma hora en varios puntos del centro de la ciudad. Una de las más multitudinarias se ha vivido en la calle Reyes Católicos al paso de la hermandad de la Esperanza de Triana, con la Cruz de Guía en la plaza de la Magdalena y la Virgen en mitad del puente de Isabel II.
ESTACIÓN DE PENITENCIA ROTA
Y todo iba bien. Los trianeros se despedían de su Esperanza, entre vítores y ráfagas de incienso, siguiendo sus pasos para acceder al centro de Sevilla. Pero algo raro ocurría, el paso permanecía parado más tiempo de lo habitual. El periodista de EL ESPAÑOL que firma estas líneas pudo ver cómo en la lejanía, en los aledaños al mercado gourmet de Las naves del barranco, la gente corría para alejarse del recorrido de la cofradía. Escasos minutos después empezaban a verse las primeras lágrimas. Y muchos nazarenos sin el antifaz que andaban sobre sus pasos de vuelta al arrabal trianero. Algo extremadamente anómalo, puesto que la hermandad acababa de iniciar apenas dos horas antes su estación de penitencia.
Con el paso arriado en mitad del puente, y tímidamente avanzando a rachas hacia Sevilla, se volvían a escuchar las voces de alerta. Pero esta vez, la gente comenzó a correr en dirección a Triana mientras que no pocas personas trataban de tranquilizar a los más asustados para que cesaran en su errática y contagiosa huida. El problema estaba en la cabeza y la Madrugá, para muchos, finalizada.
De ahí que a través de las redes sociales, el equipo de Emergencias lanzara mensajes de cautela: “Si escuchas un ruido, si ves mucho alboroto, no corras y mira tu móvil. Sigue #InfoOficial y lo verás claro”. Poco después, por los mismos canales, se solicitaba la colaboración ciudadana para recopilar vídeos, fotos o información de interés que ayudase a esclarecer lo sucedido.
Con el Puente de Triana taponado, muchas familias y un buen número de nazarenos, los más jóvenes, de la Esperanza regresaban a su barrio por el puente del Cachorro con las caras desencajadas. La noche se había quebrado muy prono para ellos. “La gente tiene miedo, yo lo tengo”, se escuchaba en los corrillos. “Se están cargando la Madrugá”, replicaba otro.
UN DETENIDO GRITÓ "ALÁ ES GRANDE"
Avanzando desde el puente del Cachorro hacia en centro, yendo a contramano entre filas de familias y nazarenos de la Esperanza que ya iban de vuelta, EL ESPAÑOL fue testigo de cómo gracias a la colaboración ciudadana, varios agentes de la Policía Local detenían a ocho personas que estaban armando revuelo en los alrededores de la calle Marqués de Parada. Cerca, muy cerca de la calle Gravina, por donde escasos minutos después pasaría el Gran Poder.
En total, fueron detenidas ocho personas. Uno de ellos, de nacionalidad senegalesa, ha sido puesto en libertad y se ha confirmado que gritó en plena calle varias veces la frase "Alá es grande". Así lo ha comunicado en rueda de prensa el subdelegado del Gobierno en Sevilla, Ricardo Gil-Toresano, que ha señalado que este hombre ha sido puesto en libertad con cargos y ha descartado que tenga relación con ningún grupo islamista.
Gil-Toresano ha confirmado también que algunos detenidos gritaron consignas a favor de ETA en las calles para crear el pánico en varias zonas y se está investigando si hay relación entre ellos. Además del ciudadano senegalés, del que no han trascendido datos, los otros siete detenidos son todos naturales de Sevilla, con 47, 46, 45, 19, 19, 22 y 21 años de edad.
Apenas una hora después, el Ayuntamiento de Sevilla confirmaba a través de las redes sociales que se habían producido varias carreras y que la calma se estaba recuperando progresivamente. También comunicaba la detención de al menos ocho personas. Tres de ellos con delincuentes comunes con antecedentes, por desorden público y “dar golpes al suelo y gritar con amenazas”. El consistorio aseguraba estar “analizando completamente la información para determinar las causas de lo ocurrido”. “Pero no hay causas de alarma”, puntualizaba.
También descartaba que las carreritas se hubiesen producido por hechos violentos, y que había que achacarlo al comportamiento incívico de unos vándalos y una respuesta desmedida del público. Reacción difícil de encajar, habida cuenta de la histeria colectiva sembrada por los últimos atentados terroristas repartidos por el mundo.
Por fortuna, la Madrugá recuperó la normalidad. No así los sevillanos, que no cesaban de mirar los mensajes de WhatsApp, llamar a sus familiares y amigos y comentar en las esperas, entre paso y paso, los terribles acontecimientos que a punto estuvieron de llevarse por delante la noche más larga para la ciudad.
Triunfó las ganas de disfrutar. Y quien pudo se echó a la calle. La única forma de reivindicar un terreno, el del correcto comportamiento, que esta Madrugá se vio comprometido por la psicosis.