Son tres palabras. Son seis sílabas que reflejan a la perfección la volcánica crisis que se vive en el PSOE, el partido donde los los dardos más cainitas se envuelven con la palabra "compañero". Son también el espejo de la estrategia de Susana Díaz, que incluso cuando improvisaba le salía preparado. Desde la primera intervención en el primer bloque, la presidenta de Andalucía no disimuló su intención de poner a Pedro Sánchez contra las cuerdas. Pero siempre desde la suavidad retórica.
Díaz pasó a la ofensiva, algo que decidió cuando conoció el número de avales de su rival y asumió que podía perder, como explicó este diario. Pero no quería alimentar su fama de mala de la película. "Le hizo sangre a lametazos", explica uno de sus asesores más cercanos.
"No mientas, cariño". Cuánta violencia contenida en tan pocas palabras. Porque a tu "cariño", decirle "no mientas" es dolorosísimo. Porque si se lo tienes que decir, quizás no se merezca un apelativo tan algodonoso. Todo por España y su definición, que era lo que se debatía cuando Díaz hizo el comentario a cuenta de la controversia sobre el término "nación", que propició uno de los momentos del debate. "Pedro, ¿sabes lo que es una nación?", preguntó Patxi López a Sánchez. "Un sentimiento", respondió su rival.
Hace tiempo que el PSOE dejó de ser "el partido que más se parece a España" que reivindicaba el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero. Ahora no sabe a qué se parece, pero no es bien parecido. Ahí están sus 85 diputados y menos del 20% en estimación de voto, según el último sondeo del CIS, con más diputados que Podemos, pero no muchos más votos. La crisis la palpan los periodistas en el desgarro de las relaciones personales entre dirigentes, confesadas por estos muchas veces como un amargo desahogo. En las llamadas que hacen los candidatos los sábados por la noche. Se ve en los puentes dinamitados que auguran que el cisma no se resuelve con un nuevo líder. "Con Pedro nos hundimos ya, con Susana un poco más adelante", resume un destacado patxista. Nadie, ni López, se cree que la unidad sea posible a estas alturas.
Por no tener, el PSOE no tiene ni lo que según algunos más le hace falta: esos "planos escucha" (imágenes en las que se ve la reacción de un candidato cuando está hablando otro), que las candidaturas pactaron excluir del único debate electoral de las primarias por el liderazgo del PSOE. Los candidatos miraron a cámara más que a sus compañeros, a pesar de que en 2014 los tres eran uña y carne en un mismo proyecto. Ahora sólo hay monólogos.
El divide y vencerás de Díaz
¿Quién ganó el debate? La primera encuesta publicada entre votantes del PSOE apuntaba a un empate técnico entre Díaz y Sánchez con un resultado muy digno de López. Si esa opinión de los votantes fuese la de los militantes, que son los que votan, es un escenario favorable a Díaz. Si Sánchez apela a los votantes del exlehendakari es porque cree que sus candidaturas están próximas y forman parte del "mismo proyecto", como dijo Sánchez. Si Díaz se refería todo el rato a "mi compañero Patxi López" y por momentos hacía piña con él es porque sabe que le beneficia que resista hasta el final.
Le funcionó a Díaz en 2014, cuando su candidato era Sánchez y ambos luchaban contra Eduardo Madina, este lunes de nuevo en la sala, la de los aciagos Comités Federales, como asesor de la presidenta andaluza. Entonces, la aparición de un tercer candidato, José Antonio Pérez Tapias, fue fundamental para dinamitar las opciones del diputado vasco. Tanto Tapias como López comenzaron saludando en las cuatro lenguas cooficiales y aportaron distensión y sentido común al debate con tres años de diferencia. ¿Acabará siendo López, como Pérez Tapias con Sánchez, determinante para el 'divide y vencerás' que encumbre a Díaz?
Que Patxi López tuviese un buen resultado, por encima de la discreta simpatía demostrada por los afiliados en el proceso de avales, cimenta las posibilidades de la presidenta andaluza. Quizás por eso, pocas horas después, Francina Armengol, la única presidenta autonómica que no apoya a Díaz, rompió públicamente con López en una entrevista en la Cadena Ser para volver a Sánchez. Los votos de López son clave.
Sin claros ganadores
Puede que ni Díaz ni Sánchez ganasen, pero tampoco se puede decir que alguno perdiese con claridad. Para los susanistas, eso es una victoria. Según ellos, la candidata arriesgaba más ante un Sánchez en claro ascenso. Y ahora hay un dique. Para los sanchistas, significa que sigue habiendo pelea, por más que se empeñe el aparato en sentenciarla. Si Sánchez estuvo alguna vez muerto, su capacidad para resucitar es innegable, que diría su asesor Andrés Perelló.
El PSOE lleva años instalado en una lucha contra las expectativas que convierte a cada victoria en ese ring en un efectivo opiáceo que hace olvidar por un instante que el edificio está en llamas ("conservamos el solar", se consoló hace meses Javier Fernández, el presidente de la Gestora). Pero si los avales supusieron un revulsivo para la candidatura de Sánchez, parece claro que en el debate no ha mantenido la tensión ni satisfecho las expectativas. Si alguien creía que este lunes asomaría parte de la épica de los mítines de Sánchez, se tuvo que conformar con más puños que rosas, con más confrontación que color esperanza por parte de los dos candidatos favoritos. Si alguien creía que Díaz arrasaría, como algunos pronosticaron equivocadamente en la fase de avales, tuvieron que asistir a un debate en el que era imposible contabilizar los vasos de agua que se bebía la candidata, con surcos de sudor en sus axilas cubiertas con una blusa 100% rojo PSOE.
Sánchez explota la abstención
Sánchez estuvo punzante con la abstención, su mejor arma, pero también la más conocida. Las novedades de su discurso, meticulosamente preparadas con carteles y regadas con fechas, no fueron determinantes. Particularmente ágil estuvo cuando respondió a los vaivenes que le reprochaba Díaz recordando que, para volantazo, está el del 1 de octubre y la abstención. También acertó cuando no respondió a algunas provocaciones de Díaz, que buscaba claramente desestabilizarlo.
Muy perturbadoras fueron las referencias de la candidata a su propia vida privada, con la que parecía sugerir que Sánchez oculta algo que no fue desvelado durante el debate. "Soy socialista en mi vida privada y en la vida pública. Con bolsillos de cristal en mi casa, y también en lo público", dijo. ¿A qué se refería exactamente? Sus ataques, sobre la soledad de Sánchez, sus derrotas electorales o sus vaivenes, animaron mucho a su parroquia. Díaz no gritó como en los mítines sino que empuñó el florete que tan bien ha aprendido a manejar Sánchez en los últimos meses. Para muchos, demostró lo correosa que puede llegar a ser.
Las tablas del debate aseguran que sigue habiendo pelea, pero el cálido "cariño" entre los candidatos hace difícil presagiar qué crecerá bajo las cenizas de la lava.
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