Se fue el 1 de octubre entre lágrimas, pero este domingo ha vuelto por la puerta grande. Pedro Sánchez es, de nuevo, el secretario general del PSOE tras casi ocho meses fuera del cargo. Su victoria ha sido clara y ha superado ampliamente las expectativas de su propio equipo, que lloró de emoción en la sede socialista de Ferraz cuando conoció la victoria y su profundidad.
Cientos de seguidores se congregaron en Ferraz al grito de "sí es sí", o "democracia, militancia" para festejar unos resultados que abren una página inédita en el PSOE, sumido en el pozo de los malos resultados electorales, convulsionado por la abstención ante Mariano Rajoy, y sin estrategia para evitar la fuga de votos a derecha e izquierda.
Sánchez ha superado el 50% de los votos frente al escaso 40% de Susana Díaz, la gran derrotada de la noche. La presidenta andaluza, convencida hasta el final de que ganaría aunque fuese por la mínima, compareció ante los medios con la cara desencajada.
Díaz no pronuncia el nombre de Sánchez
Ni siquiera pronunció el nombre del nuevo líder. "Nos vamos a poner a disposición de lo que el partido necesite de nosotros”. El partido, no su secretario general, suspiraron algunos, pensando que el enfrentamiento interno podría continuar.
Para los partidarios de Díaz, el tercer candidato les ayudaría a vencer a Sánchez. Pero Patxi López, con en torno a un 10% de los votos, resistió y superó ampliamente los avales que había logrado. De 10.866 avales a 14.500 votos. Díaz no puede decir lo mismo: tuvo alrededor de 1.000 votos menos que avales.
La victoria de Sánchez es inapelable. Se ha impuesto a Díaz en todos los territorios salvo en Andalucía. Díaz ganó sólo en su comunidad, mientras que Patxi López lo hizo en la suya, Euskadi.
“Este es el kilómetro cero, el de un partido que se pone al servicio de la mayoría social. Hoy empieza todo, no acaba nada”, dijo Sánchez ante cientos de militantes enfervorizados. Su propósito es “construir el nuevo PSOE, el de los militantes” y hacer que el partido sea “el de la izquierda de este país, una organización creíble y coherente”, dijo, con una pasmosa tranquilidad pese al cansancio y las emociones.
Sánchez arrolla a Díaz en Cataluña
Sánchez vapuleó a Díaz en Cataluña, con un 82% de los votos y los barones autonómicos que apoyaron a la presidenta andaluza (todos menos la balear, Francina Armengol), han visto como sus militantes los han desautorizado. Alguno, como Emiliano García-Page, ha amagado con marcharse si ganaba Sánchez.
Si Sánchez ha ganado tras una campaña que trató de ser coral pero que estaba centrada en su figura, en el PSOE hay muchos perdedores, la mayoría con cargo. Se trata de todos los presidentes autonómicos (salvo la citada Armengol), que apostaron decididamente por Díaz. Pero también los dos expresidentes, Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, o referentes del partido como Alfredo Pérez Rubalcaba, José Bono, Elena Valenciano, Eduardo Madina o José Blanco.
Una victoria antiestablishment
La de este domingo es una victoria antiestablishment de un candidato que no hubiera llegado al liderazgo del PSOE en 2014 de no ser gracias a ese mismo aparato que acaba de sufrir un duro revés.
Pedro Sánchez debe ahora nombrar una nueva dirección y someter su ponencia política al juicio de la organización en el próximo Congreso extraordinario del 16 y 17 de junio, en el que se elegirá también el nuevo Comité Federal y el Comité de Garantías del partido.
En cualquier caso, su victoria ha resultado tan aplastante que no parece que vaya a tener problemas para sumar apoyos. Después de este congreso se celebrarán, en cascada, los procesos internos en las federaciones territoriales donde, paradójicamente, los barones territoriales se han posicionado con la candidata andaluza.
El resultado de estas primarias pone fin a ocho meses de interinidad y legitima a Pedro Sánchez con creces, pues si hace cuatro años se convirtió en el líder del partido con los votos prestados de una parte del aparato contra la otra, ahora lo hace frente a éste y después de que los mismos que lo auparon entonces a la Secretaría General forzaran su derrocamiento en el bochornoso Comité Federal del 1 de octubre.