Madrid no es una ciudad para ir al baño. Territorio comanche para el apretón casual, odisea insufrible para la enfermedad ulcerosa, la crónica de los intestinos abandonados por la Administración. 25 aseos públicos para 3,1 millones de habitantes. Sin noticia de los 130 váteres proyectados por Manuela Carmena el pasado septiembre. No hay baño en las estaciones de Metro. La mayoría de los insertados en los trenes de cercanías, fuera de servicio.
Cuatro de cada cien personas sufren el síndrome del colon irritable en España, según calcula la asociación de afectados por esta enfermedad. 150.000 adolecen de colitis ulcerosa y Crohn. Todos ellos comparten la urgencia por ir al baño, la incontinencia, los retortijones, el sudor frío cuando saben que no hay un inodoro a la vista.
En una mesa junto a la cristalera, en el café Comercial, Amaranta y Liamar borran lo frío de la estadística, la rellenan con su día a día, sus desafíos, y la conclusión de que Madrid no es una ciudad habitable para quienes comparten su enfermedad. O lo que es peor, esa sensación de que las instituciones, en este caso el Ayuntamiento, no hacen todo lo posible por adaptar la calle a sus urgencias, que son diarias, inesquivables; y lo que es peor “no elegidas”.
Fugas y urgencias sin un baño cerca
Liamar tiene veintisiete años y una sonrisa perenne, incluso cuando relata el ingreso en el hospital que la dejó “en la cuerda floja”. En la tripa, vacío. Le quitaron el colon cuando su inflamación fue incontrolable. Sin pudor -”siempre lo he llevado con naturalidad”- se levanta la camiseta y muestra la bolsa que lleva prendida al abdomen: “Ahí caen las heces y la vamos cambiando. Se llama ostomización, también se les practica a algunos enfermos de cáncer”.
A veces se dan fugas y el líquido se desborda, “¿qué pasa si no hay un baño público cerca?”, pregunta en voz alta. 27 años y traductora de inglés y chino, apartó los trabajos de cara al público. Muchas de estas vidas se trenzan a base de renuncias e ilusiones perdidas, pero no las de Liamar y Amaranta, cada una con varios viajes al extranjero a sus espaldas.
Pekín, más habitable que Madrid
Contra lo que pudiera parecer, por aquello de estar lejos de casa, Liamar encontró en Pekín una ciudad más habitable que Madrid: “Las estaciones de Metro tienen todas un baño, eso da una tranquilidad que no te imaginas. También los hay en las calles principales porque antiguamente las casas y los bares no disponían de uno propio”. Y así lidió con su enfermedad en China hasta que un día se despertó con la tripa “muy hinchada”. Entonces viajó a Málaga y le extirparon el intestino.
Liamar no sólo necesita, como tantos otros, baños públicos a mano, sino un espejo en el que mirarse, donde poder observar el cambio de la bolsa que lleva colgada del abdomen. “Que los construyan rápido, pero que los adapten a todo el mundo, por favor”.
La crítica de estas dos veinteañeras, hoy voz de los enfermos de Crohn, colitis ulcerosa y síndrome del intestino irritable, es constructiva, sutil, quizá cariñosa: “Carmena es una mujer que ha demostrado ser sensible con este tipo de problemas, ojalá nos escuche. Nosotras tampoco sabíamos lo que era esta enfermedad, ni siquiera cuando nos la diagnosticaron. Luego empiezan los brotes y te das cuenta”.
Un mapa de baños en la cabeza
Amaranta relata la aventura que entraña salir de casa para todos aquellos que sufren colon irritable, Crohn o ulcerosa. Mientras, Liamar asiente. El viaje de la incertidumbre, los nervios, la angustia… “Me vine de Zaragoza a Madrid para estudiar Lenguas Modernas. Me alojaba en un colegio mayor en la zona de la Complutense y mis clases eran en la otra punta, en Cantoblanco. Imagínate todos los autobuses, luego el tren...”.
Llevaba, y lleva, en su cabeza un mapa de tiempos y baños. “Aquellos en los que te dejan entrar, el más cercano, la duración exacta de cada desplazamiento… Son muy duros los nervios cuando tienes que ir a un sitio que no conoces. Pongamos que ahora yo tengo que ir a Prosperidad, ¿qué me voy a encontrar?”. Entonces, entre risas, Liamar completa: “No, ahí no existe un baño a mano”.
Madrid, ciudad hostil
Entre cafés y tostadas, reclaman la empatía de las instituciones, pero también de los hosteleros. Madrid es una ciudad hostil contra el que pide ir al servicio por una urgencia: “Tendrá usted que consumir”. Amaranta reunió una colección de botellas de agua, lograda por culpa de todas esas urgencias. “Lo entendemos, mucha gente se intenta aprovechar y hay que ponerse límite, pero debería hacerse una campaña de sensibilización o algo parecido. Nos hemos encontrado con quienes, a pesar de escuchar nuestra enfermedad, no nos han dejado pasar”.
Una vez, Amaranta pidió permiso para ir al baño en un establecimiento. Una discusión, el no de la regente y la súplica. Hasta que Amaranta le contestó: “Ya no necesito usar el baño, sino entrar y cambiarme”. Liamar completa: “No siempre tiene que ver con los camareros, muchos sólo cumplen órdenes, también es responsabilidad de los empresarios”. Al final, coinciden, "dependemos de la buena voluntad de la gente”.
Una enfermedad "invisible"
Amaranta y Liamar son la mejor prueba de lo “invisible” de su enfermedad: “Podemos ir estupendas, bien vestidas, con aparente buena cara… Cuando la gente ve una silla de ruedas, se implica más. Es comprensible, por eso son tan necesarias las campañas de sensibilización y la implicación de los Ayuntamientos”. Contra lo que suele ocurrir, existe una solución medianamente sencilla a un problema tremendamente complejo: “Construir baños, que lo aceleren, por favor”.
Con el objetivo de evitar este tipo de situaciones, se lanzó la campaña “No puedo esperar”, que reúne 2.955 lavabos, 92 municipios y 26 hospitales. Los enfermos del intestino disponen de una tarjeta que les identifica y les permite acceder a distintos baños con la urgencia necesaria. “Sería genial que Madrid apoyara esta opción. No se trata sólo de que haya pocos aseos públicos… Las colas de la discoteca y los bares por las noches pueden resultar un infierno”. También existen en algunos lugares las tarjetas que permiten a estas personas aparcar en zonas de carga y descarga durante esos momentos de incontinencia.
"Queremos participar, salir de casa"
Amaranta fue tratada psicológicamente. “Fue un bache, un momento en el que creí que no era capaz de hacer las cosas bien, de vivir, de salir a la calle”. Liamar, cómplice, asiente. Algunos de los afectados por este tipo de trastornos buscan la cura para la agorafobia, el miedo al exterior. “Incluso cuando no tienes ganas de ir al baño, ayuda muchísimo mentalmente saber que tienes uno cerca”. En Madrid, esa sensación es difícil, 23 baños públicos para 600 kilómetros cuadrados. Sólo tres en el centro de la ciudad.
¿Qué pediríais al Ayuntamiento? “Somos gente joven, con mucho que aportar, queremos participar, necesitamos que mejoren las condiciones, que Madrid sea más acogedora”.