Felipe González asegura que a sus 75 años no tiene ni edad para escribir sus memorias ni edad para haber perdido la memoria. La que parece extraviada para siempre es su relación con Pedro Sánchez, de quien fue mentor y gran defensor hasta un abrupto divorcio por la investidura de Mariano Rajoy.
Los últimos meses han confirmado el lugar de González como "jarrón chino" en Ferraz. La célebre expresión, que acuñó para referirse a los presidentes después de dejar la Moncloa, fue recordada este miércoles por él mismo en un debate con José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero organizado por Vocento.
"Siempre he dicho que un expresidente es un jarrón chino en un apartamento pequeño. Es un objeto de valor pero nadie sabe dónde ponerlo. Y ahora además corre el riesgo de que un niño le de un codazo y lo acabe tirando a la basura", dijo González.
Si el niño es Pedro Sánchez, no tiene intención alguna de hacer añicos el jarrón, por más que algunos días tiene ganas de sobra cuando la libertad con la que habla González contradice la estrategia política de Ferraz.
Este miércoles hubo un buen ejemplo a cuenta del artículo 155 de la Constitución, que evoca la suspensión de una autonomía en caso de que un Ejecutivo regional "atente gravemente al interés general de España" al incumplir la ley. González abogó por aplicarlo con normalidad si la Generalitat organiza y celebra el referéndum de independencia mientras Sánchez y la dirección del PSOE lo rechaza de plano. Núria Parlon, miembro de la Ejecutiva socialista, llegó a decir que pediría ayuda a la comunidad internacional en caso de que se aplicase, aunque luego fue desautorizada.
González y Guerra, unidos por el 155
"Lo que el artículo 155 exige a los responsables de gobierno es que si vulneran las normas constitucionales y estatutarias hay que dar una respuesta para devolver la realidad al ámbito constitucional", dijo González. "Tan constitucional es la estructura autonómica como el artículo 155", advirtió. En eso está de acuerdo con su vicepresidente mientras estaba en el Gobierno, Alfonso Guerra, aunque éste va más allá y recientemente ha pedido su aplicación inmediata.
Las declaraciones de González no han sentado bien en Ferraz, donde se ven con una mezcla de indiferencia y disgusto. Pedro Sánchez cree que su relación con González es irrecuperable y no tiene previsto hacer nada por mejorarla a corto plazo.
La percepción de Sánchez es distinta respecto a Zapatero. A pesar de que el último presidente socialista apoyó con fe abnegada a Susana Díaz en las primarias por el liderazgo, el nuevo líder del PSOE cree que el entendimiento es posible. Las diferencias, incluso en este ejemplo concreto, son notables. Zapatero utilizó durante su intervención un tono mucho más moderado, como acostumbra (muy lejos del "bodrio" con el que González describió a los fundamentos jurídicos de la secesión).
Sánchez quiere recuperar a Zapatero
Lejos de quejarse por considerarse un jarrón chino expuesto a codazos de niños, Zapatero aseguró que el tiempo lo trata bien. "Yo me siento respetado por la sociedad española y por los nuevos actores políticos", dijo en referencia a Podemos y Ciudadanos en presencia de Albert Rivera, líder de esta última formación. Es precisamente con estas formaciones con las que el nuevo PSOE quiere mejorar sus relaciones.
Sánchez cree que tanto la figura política de Zapatero como su carácter mucho más conciliador ayudan a recomponer sus relaciones. El expresidente acaba de estar en boca de todos durante el World Pride por el reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo y en Ferraz se reivindican sus logros sociales mientras se relativiza su gestión de la crisis.
Sin embargo, la figura de González es más difícil de defender, según creen en la dirección socialista. Su imagen pública está más dañada, entre otras cosas por los cargos que ha ocupado en empresas privadas, pero sobre todo por sus manifestaciones públicas que no ahorra y que, sospechan en el PSOE, a menudo disfruta haciendo.
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