Los yihadistas de Cataluña tenían un segundo escondite además de la casa de Alcanar de Tarragona en la que almacenaron un arsenal con el que llevar a cabo una matanza. En la misma provincia, pero a casi 100 kilómetros de su base logística principal, la célula ocupó una masía abandonada en la localidad de Ruidecanyes. Es un edificio de paredes blancas elevado sobre una colina con vistas al pantano, lo suficientemente apartado como para poder pasar desapercibidos.
Este periódico ha tenido acceso a la dirección e imágenes del último lugar al que acudieron los terroristas antes de partir hasta Cambrils para emular lo que su compañero Younes Abouyaaqoub acababa de hacer en Barcelona. Antes de los atentados quisieron borrar su rastro quemando sus documentos personales. Entre las cenizas de una pequeña hoguera junto a la casa aparecieron, casi quemados, el carnet de conducir de Mohamed Hichamy (uno de los cinco muertos en Cambrils) y el pasaporte del propio Abouyaaqoub.
Destruir sus documentos es la demostración de que ya no tenían pensado volver a usarlos. Una especie de ritual de despedida antes de llevar a cabo su deseo de atentar. Todo ello dentro de un plan obligatoriamente precipitado tras la explosión accidental de la casa de Alcanar la noche anterior. Todo su arsenal quedó bajo los escombros. Tan carentes estaban de objetos para matar que tuvieron que acudir a un comercio de urgencia para comprar cuatro cuchillos y un hacha, según recoge el auto del juez Andreu.
Pese a que para entonces toda España estaba ya en alerta antiterrorista por lo que había sucedido en la Rambla, la célula pudo hacerse con ese lote de armas. Así queda acreditado en uno de los tickets de compra que los Mossos d’Esquadra hallaron en la citada masía durante los registros. En concreto, la hora de la compra que figura son las 21.26 y el comercio en el que lo adquirieron está en Cambrils, a sólo 25 minutos en coche de la guarida con vistas al pantano de Ruidecanyes.
Se deduce por tanto que uno o varios de los terroristas recorrieron el camino que une Cambrils de ese segundo escondite antes de poner rumbo de nuevo al paseo marítimo de la ciudad costera a bordo de un Audi 3. Sus cinco ocupantes llegaron a primera hora de la madrugada al lugar concurrido aún por los veraneantes. El grupo de veinteañeros terroristas llevaba adherido al cuerpo cinturones de explosivos simulados. No habría sido así de no haber explotado su base logística.
Finalmente y tras volcar el coche, todos fueron abatidos por la Policía.
Otro de los tickets de compra señala la adquisición de 500 litros de acetona para la fabricación de atentados. Otro comprobante del 16 de agosto, apenas un día antes de los atentados, demuestra que se hicieron con 15 fundas de almohada y bridas para guardar dentro los explosivos. En su auto, el juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu asegura que “por los comprobantes, se desprenden indicios de que el grupo, en los días y hora previas a la explosión de la vivienda de Alcanar, compraron todo el material necesario para la confección de los artefactos explosivos”.