El día que Sáenz de Santamaría se juega su carrera política al todo o al nada
Pensó en Oriol Junqueras como aliado para desactivar el referéndum, pero la estrategia le salió mal. Su futuro depende de lo que pase el domingo.
1 octubre, 2017 03:10Noticias relacionadas
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Nadie se atreve a aventurar qué pasará a partir del 2 de octubre. Sin embargo, el durísimo choque de trenes entre el Estado y la Generalitat pasará sin duda factura a muchos de sus protagonistas. Una de las grandes incógnitas que falta por resolver en este rocambolesco rompecabezas es si la brillante carrera de Soraya Sáenz de Santamaría se truncará estrepitosamente tras el 1-O.
Mariano Rajoy dejó en manos de la vicepresidenta lo que él mismo calificó en su segundo debate de investidura como el "reto más grave que tiene España en estos momentos": el desafío secesionista de Cataluña. Tras un tormentoso año en funciones, el jefe del Ejecutivo afrontó su segunda legislatura al frente del Gobierno reorganizando el organigrama. Lo primero que hizo fue sacar las competencias en materia territorial del Ministerio de Hacienda para encargárselo a su mano derecha, que dejó de ser la portavoz gubernamental para convertirse en ministra para las Administraciones Territoriales.
Eficaz y discreta, Rajoy fió toda la estrategia política para reconducir la situación de Cataluña a Santamaría por su enorme capacidad de trabajo y por su fidelidad más absoluta. Una de las primeras decisiones que Santamaría tomó cuando se convirtió en una especie de ministra para Cataluña fue nombrar como delegado del Gobierno en la región a Enric Millo, que instaló un despacho para la vicepresidenta en las instalaciones gubernamentales de Barcelona.
Desde entonces, rara ha sido la semana que la vicepresidenta no ha viajado hasta Barcelona para mimar esa red invisible entre el Gobierno y la Generalitat que querían evitar que se rompiera para siempre. Con mucha constancia y trabajo, Soraya Sáenz de Santamaría cultivó una buena relación con el vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras. Pero no sirvió de nada. Una de las últimas veces que hablaron fue tras los atentados de Barcelona en agosto.
Durante un tiempo Santamaría pensó que, con mucho mimo, Junqueras podía convertirse en un aliado de futuro para buscar una salida al problema catalán. El equipo de la vicepresidenta se puso pronto a trabajar y buscaron soluciones a 45 de las 46 solicitudes que Carles Puigdemont solicitó a Mariano Rajoy en su visita a Moncloa en abril de 2016. El Ejecutivo se ha opuesto siempre a dar algún tipo de solución para el punto de la discordia: el referéndum. El entorno de la vicepresidenta llegó a creer que Junqueras podría ser el hombre que necesitaba el Estado en el independentismo para desactivar el referéndum y convocar unas elecciones. Pero esa estrategia no funcionó.
Resquebrajado el puente político
A pesar de que el marco de confianza entre los dos políticos no se han derrumbado, el puente político se resquebrajó antes de verano. Si alguien tenía alguna duda de que Oriol Junqueras quería el referéndum, este viernes fue uno de los tres miembros del Govern que enseñó las urnas con las que pretenden votar el domingo. El problema de fondo es que en Moncloa se creyó durante mucho tiempo que podrían convencerlo a cambio de ayudarle a ser candidato a la Generalitat.
En este tiempo, Santamaría ha conseguido además estrechar al máximo la confianza con los líderes de los partidos constitucionalistas presentes en el parlament, Miguel Iceta (PSC) e Inés Arrimadas (Cs), con quienes habla cada vez que el Gobierno responde a las fichas que mueve la Generalitat a favor del referéndum.
Desde que la Operación Diálogo se congeló, Santamaría ha optado por la vía de los hechos: a cada paso que ha dado el Govern ha pedido amparo al Tribunal Constitucional para que anulara las leyes ilegales aprobadas en el Parlament. El único consuelo que le queda a Moncloa es que tanto ERC como PdeCat no consigan ponerse de acuerdo el día 2 de octubre y unos pidan que se declare la independencia y otros no.
En busca de una solución
La gran duda es qué pasará a partir del lunes. Si Mariano Rajoy lanza una oferta a Cataluña para reconducir la situación y este domingo los independentistas hacen el ridículo ante las urnas de cartón, Soraya Sáenz de Santamaría será sin duda la candidata mejor posicionada a suceder a Rajoy. Ni Alberto Núñez Feijóo, el único barón que gobierna con mayoría absoluta; ni Cristina Cifuentes, también favorita en las encuestas, podría hacerle sombra. Pero si el Gobierno no encuentra una solución rápida y eficaz para Cataluña, la vicepresidenta se verá obligada a enterrar su carrera junto a la de Rajoy.
Muchos en Cataluña y en Madrid esperan que el Ejecutivo "actúe de una vez" y deje de "ampararse en el poder judicial, que ha hecho muy bien su trabajo". De la respuesta política -si es que da alguna- que pueda dar el Gobierno a un problema tan grave como el catalán Santamaría podrá coronarse como la ministra que condujo a buen puerto el desafío secesionista o, por el contrario, descender a los infiernos de la política como ya pasó con algunos excompañeros de consejo de ministros.