Pablo Iglesias se empecina en desacreditar a Albert Rivera. Una y otra vez, sin ambages ni frenos, el líder de Podemos se esfuerza por atacar a su homólogo de Ciudadanos. El penúltimo mantra es ubicarle en "la extrema derecha". Le ha llamado "muleta del PP", "mascota de Rajoy", "operador principal de Aznar" o "chicle de MacGyver". Pero, ahora mismo, ese chicle se le ha atragantado a Iglesias, superado en las encuestas por su archienemigo. Sin entrar al trapo, Rivera se está vengando en los sondeos.
La relación entre Iglesias y Rivera fue fluida durante bastante tiempo pero después empezó a deteriorarse y, como desveló este diario, quienes debatían amistosamente en la Universidad Carlos III ya ni siquiera se hablan. En aquel debate casi fraterno faltaban días para las elecciones del 20 de diciembre de 2015. Después, vendrían los problemas, avivados sobre todo en la investidura fallida de Pedro Sánchez, cuando el líder del partido morado atacó por tierra, mar y aire al de Ciudadanos.
Un tono cada vez más duro
En paralelo a ese deterioro personal, Iglesias ha ido endureciendo el tono con que se refiere a Rivera. Del respeto o incluso la admiración a la guerra perpetua. En estos días convulsos que se viven en Cataluña, el secretario general de Podemos y sus compañeros de filas no han ahorrado críticas contra el líder de Cs. Ahora mismo Iglesias y sus socios repiten que Rivera y sus correligionarios son "la extrema derecha" porque están "adelantando por la derecha al PP" gracias a su postura inflexible en la crisis catalana.
La etiqueta de "extrema derecha" es el último de los ataques que Iglesias ha dedicado a Rivera. Los más agrios se han escuchado en sede parlamentaria. En la mencionada investidura fallida de Sánchez, allá por marzo de 2016, el de Podemos acusaba al de Cs de "representar la peor de las tradiciones políticas españolas, la que no tiene más ideología que su cercanía con el poder (...) no tanto porque sea usted de derechas, sino porque usted es de los que mandan".
Ataques personales
Unos meses después, en la investidura de Mariano Rajoy, el mensaje fue parecido, pero un poco más sofisticado: "Usted no es de derechas ni de izquierdas, es de lo que haga falta". Además, en el diario de sesiones del Congreso consta que en esos días Iglesias tildó a Rivera de ser "como el chicle de MacGyver del régimen, porque sirve usted para todo".
En junio de este 2017, durante la moción de censura presentada por Podemos contra el Gobierno, Iglesias pasó al terreno personal y ninguneó a Rivera con unas invectivas durísimas: "Usted no ha leído jamás a Dickens, a Savater, a Albert Camus, a Solé Tura, a Azaña, eso se nota demasiado. (...) Ustedes son de cualquier cosa que le suene bien al poder. (...) Ustedes no gobiernan en ningún lugar y ustedes no sirven para nada en política".
En aquel debate y en otros posteriores, Iglesias se ha cebado contra Rivera por su respaldo al Gobierno del PP. Así, le ha llamado "muleta", "escudero" o "mascota" del PP o de Rajoy, entre otros epítetos. Hace unas semanas, lo tildaba de "operador principal de Aznar" y alertaba a Rajoy para que "desconfíe" del presidente de Cs, como ya en su día alertó a Sánchez para que "desconfiase" de "la naranja mecánica".
No entrar al trapo...salvo en Cataluña
La estrategia de Ciudadanos frente a la creciente virulencia de Iglesias ha consistido y, a la vista del resultado, seguramente seguirá consistiendo en que Rivera no entre al trapo en lo personal e incluso tienda la mano para algunos acuerdos políticos. Eso sí, donde no hay posibilidad alguna de acuerdo o acercamiento es en lo referente a la crisis política en Cataluña.
En el partido naranja son y serán inflexibles en este tema porque, de hecho, creen que su discurso respecto al problema catalán está siendo una de las catapultas de su crecimiento electoral. En Podemos, pese a la fuerte caída en los sondeos, siguen apostando por un referéndum pactado y vinculante como solución. Esa propuesta de Iglesias nunca será aceptada por Rivera. Y desde Ciudadanos seguirán atacando a Podemos por su postura. En lo ideológico, en lo personal y en lo demoscópico, los líderes de la nueva política están cada día más lejos.