Iba a repartir vida y perdió la suya a los 28 años. El nombre de Arturo Muñoz Castellanos, teniente del Ejército de Tierra, se escribe sobre las piedras de Bosnia, donde murió hace 25 años. Él fue el primer militar español caído en la primera gran operación en el exterior de las Fuerzas Armadas. Su misión pasaba por entregar plasma sanguíneo en dos hospitales del agujero de Mostar, al que pocos se atrevían a entrar; imprescindible para que los heridos de guerra lograsen sobrevivir. Allí recibió el impacto de una granada de mortero. Ahora, coincidiendo con el aniversario, el Ejército de Tierra ha hecho públicas unas fotografías inéditas, las que el militar tomó con su propia cámara de fotos.
Hace falta trasladarse 25 años atrás para contar quién fue el teniente Muñoz Castellanos. Bosnia se desangraba en una guerra imposible. Una guerra de sinrazones políticas, banderas religiosas y exterminios étnicos. Un enjambre de facciones personalistas hacían o deshacían acuerdos en función de sus intereses. Las imágenes de trenes de deportados remitían a la Alemania de 1939 a 1945.
La devastación dejó su impronta en Bosnia, un país vertebrado por una carretera maltrecha que conducía a Mostar, en el corazón del conflicto. Por algo la llamaban la ruta de la muerte. En invierno, con el hielo, pocos la transitaban. El calor la hacía impracticable en verano. A un lado y a otro, los edificios estaban reducidos a escombros. Y más allá, en las aldeas olvidadas, se perpetraban las matanzas.
El Ejército español evitó alguna. EL ESPAÑOL contó la historia del teniente José Luis Monterde, que se interpuso entre un grupo de milicianos y los ciudadanos a los que querían masacrar. El teniente Arturo Muñoz Castellanos, 28 años y protagonista de estas líneas, formaba parte de esas fuerzas. Era un casco azul de la ONU.
Entrando en Mostar
El blog Un corazón valiente del Ejército de Tierra, escrito por el teniente coronel Norberto Ruiz e ilustrado por el dibujante Manuel Esteban, recoge las últimas anotaciones de Arturo Muñoz Castellanos en su cuaderno: "La sección sale a las 11:35 de la base de Medjugorje, dirección a Mostar, primero pasará por el hospital bosniocroata a dejar plasma sanguíneo y medicamentos y luego hará lo mismo con el hospital bosniomusulmán".
Era el 11 de mayo de 1993. El teniente había recogido el plasma sanguíneo, el día antes, en la localidad de Metkovic. Ahora, desde Medjugorje, debía llevarlo hasta Mostar siguiendo la ruta de la muerte, que serpenteaba junto al río Neretva. La unidad de Muñoz Castellanos, legionarios, viajaba con cautela a bordo de sus vehículos.
Mostar. La ciudad, destrozada por las explosiones, se les dibujó como un esqueleto retorcido. Accedieron a través del barrio de Donja Mahala bajo fuego de morteros y fusilería. Acosados por la guerra subieron por Gojka Vukovia hasta el hospital bosnio-croata, donde descargaron la mitad del plasma sanguíneo y los medicamentos que llevaban consigo. También recogieron a un civil herido para trasladarlo a un lugar más seguro.
El impacto de un mortero
Culminada con éxito la primera etapa, el contingente español se lanzó de nuevo a las calles de Mostar, rumbo al hospital bosniomusulmán. Los sentidos, alerta: más morteros, más fusilería. Una barricada les cortaba el paso. Más allá, Muñoz Castellanos divisó un hombre herido sobre el suelo.
No lo dudó. Bajo el fuego enemigo, el teniente se apeó de su vehículo y llegó hasta la posición del herido. Una granada de mortero impactó muy cerca, hiriéndole de gravedad. Aquel golpe sería mortal.
Al teniente le atendieron en Mostar de gravedad y después fue trasladado en vuelo hasta el hospital Gómez Ulla, de Madrid. No sobrevivió al 13 de mayo de 1993, hace 25 años. Su familia donó sus órganos. Fue condecorado con la cruz al mérito militar con distintivo rojo.
Arturo Muñoz Castellanos fue el primer militar español que perdió la vida en la primera gran misión internacional de las Fuerzas Armadas. Tras él, otros 22 efectivos del Ejército español murieron en Bosnia.
Hoy, a la ruta de la muerte se le conoce como la ruta de los españoles.
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