Era el fugitivo más buscado en Francia. Cinco brigadas de la Gendarmería maniobraban para tratar de reconstruir sus últimos pasos. Su fuga de la cárcel de la localidad de Brest, el pasado 16 de mayo, había puesto en jaque a las autoridades francesas, hasta el punto de que su ministra de Justicia, Nicole Belloubet, había hecho un llamamiento público para disponer de todos los medios necesarios para su captura. Hablamos de Anthony Pondaven, nombre y rostro convertidos en obsesión al norte de los Pirineos. Este martes, la Ertzaintza puso fin a su huida tras capturarlo junto a un compañero en un control de San Sebastián.
Hablar de Anthony Pondaven es hablar de las calles del municipio francés de Landerneau, donde cometió sus primeras fechorías. Un macarra como otro cualquiera, de notas mediocres y sin proyección de futuro. Fuentes próximas a la investigación señalan que los padres de este chico, nacido en 1997, se separaron siendo él un niño, y que nunca pudo superar varias circunstancias personales. Por entonces, poco o nada había oído hablar del Islam.
No respetaba a la autoridad policial. Dejó la escuela siendo un adolescente y enseguida comenzó a transgredir la ley. En su expediente hay un largo historial de pequeños delitos: desde hurtos hasta enfrentamientos con agentes de la Gendarmería francesa. Insultó a uno de ellos y le escupió. Pasó en varias ocasiones por centros de menores y reformatorios.
Los servicios sociales trataron de encauzar su rumbo, pero Anthony rehuía de los funcionarios. Se sentía más cómodo entre los suyos, una pequeña banda de amigos que él lideraba y que muy pronto se convirtió en una de las más activas de Landerneau y de la Bretaña francesa.
Sus aspiraciones y las de su banda eran difíciles de contener. De los pequeños hurtos pasaron a golpes medidos. Y enseguida comenzaron a robar coches. Algunas veces con éxito; otras, eran capturados con las manos en la masa. Anthony Pondaven entró en la cárcel en noviembre de 2017 por robo agravado. O lo que es lo mismo, por reiteración en el robo de vehículos. Tenía 23 delitos a sus espaldas.
Proceso de radicalización
El caso de Anthony Pondaven es lo que los expertos llaman un proceso de radicalización exprés. En la prisión de Brest coincidió con varios líderes extremistas. Enseguida conectó con ellos. Sintió que los mensajes que le transmitían daban un sentido a su existencia.
Dentro de la cárcel volcaba su vida en el aprendizaje del Corán -siempre a partir de sus interpretaciones más radicales- y en el gimnasio, donde fortaleció una musculatura que ya desarrolló en su época de delincuente de barrio.
"Soy un siervo de Alá todopoderoso", indicaba el joven de 21 años en su perfil de Facebook. Pronto cambió su nombre por el de Anthony Sayfallah [el sable de Dios] y profetizó que "la ley de Alá vendrá pronto". Pondaven no ocultaba en su trato con otros presos o con los funcionarios su abrazo a las ideas más extremas.
Los servicios penitenciarios lo calificaron como un fichado S, categoría en la que se engloban todas aquellas personas que supongan "un peligro potencial para la seguridad del Estado.
La fuga de la cárcel
Los encargados de la vigilancia de los presos no lo sabían, pero Anthony Pondaven comenzó a preparar su fuga del presidio desde el mismo momento en el que entró en él. Consiguió dos teléfonos móviles a través de vías ocultas y siguió comunicándose con algunos de sus viejos compinches de barrio.
El 16 de mayo era el día D.
Los servicios penitenciarios trasladaron a Anthony Pondaven, aquejado de una dolencia, de la cárcel de Brest hasta el hospital Morvant, a unos pocos kilómetros de distancia. Dos funcionarios conformaban la escolta del detenido.
El joven se agachó para anudarse los cordones al llegar a las puertas del centro clínico. Al levantarse, golpeó con contundencia a uno de los funcionarios y cayó el suelo. El otro consiguió abalanzarse sobre él, pero Anthony se zafó y salió corriendo hasta un coche modelo Peugeot 306 donde le esperaban dos compinches. Se dio a la fuga sin que los funcionarios pudieran retenerle.
Su fuga a España
La fuga de Anthony Pondaven prendió la mecha del panorama informativo francés. El fiscal de Brest, Jean-Philippe Recapped, quiso tranquilizar a sus conciudadanos anunciando la activación de todos los protocolos para la captura del fugitivo: "Se ha abierto una investigación judicial para esclarecer la fuga de repetición del principal involucrado y la complicidad de escape de otros dos individuos".
Uno de esos cómplices, un chico de 20 años, se entregó a las pocas horas en una comisaría de Saint-Brieuc. Se desvinculó del fugitivo y aseguró que le habían pagado 100 euros por conducir aquel vehículo.
Así, la Gendarmería francesa centró su atención en Pondaven y su compañero. Los primeros indicios apuntaban a una posible fuga del país bajo el falso nombre de Anthony Laurent. Sospechaban que había cruzado la frontera rumbo a España a bordo de un autobús y activaron una orden de busca y captura dentro del territorio Schengen.
Mientras, los medios informativos franceses seguían hablando de las hipótesis de fuga del peligroso joven: su huida espectacular y su extrema radicalización le habían convertido en el fugitivo más buscado. Tenía un perfil violento y su potencial capacidad de atentar, siempre atendiendo a su extremismo. La Gendarmería francesa movilizó cinco brigadas -entre 30 y 40 agentes- para investigar el suceso.
Detenido en San Sebastián
En la madrugada del lunes al martes de esta semana, una patrulla de la Ertzaintza interceptó en un control rutinario a dos jóvenes que viajaban a bordo de un vehículo por las inmediaciones de San Sebastián. Al comprobar sus identidades, la Policía Autonómica Vasca certificó que se trataba del buscado Anthony Pondaven y su compinche huido.
Al joven radicalizado se le trasladará a dependencias judiciales de la Audiencia Nacional, donde se le comunicarán los motivos por los que ha sido detenido. Después se procederá, con toda seguridad, a su entrega a las autoridades francesas. Sobre su cómplice pesan varios delitos, fundamentalmente su participación en una organización criminal.
Con esta captura se pone fin a una huida de dos semanas en las que el fugitivo recorrió al menos 1.000 kilómetros, la distancia que separa Brest de San Sebastián haciendo escala en Saint-Brieuc. El nombre de Anthony Pondaven, aquel macarra de Landerneau reconvertido en yihadista, quedará asociado a una de las fugas más mediáticas de los últimos tiempos en el país vecino.