Cuando Pedro Sánchez llegó a la Moncloa, sorprendiendo a todos los que lo subestimaban, afirmó en su primera entrevista en televisión que agotaría la legislatura, que vence en junio de 2020. Era su manera de ganar tiempo y evitar la incómoda pregunta para poder centrarse en su mayor quebradero de cabeza: cómo iba a conseguir ganar las votaciones en el Congreso, donde el PSOE sólo tiene 84 diputados.
En la Cámara Baja, donde se juega la capacidad del Gobierno para desarrollar sus políticas, ha habido escenas de todo tipo en menos de 100 días. Plenos y plenos para renovar RTVE que acabaron en fiasco por supuestas equivocaciones de la mayoría gobernante, bloqueo de la nueva senda de gasto del Gobierno entre acusaciones de filibusterismo o el bloqueo de una ley sobre universidades presentada por Ciudadanos, la primera que veta el Gobierno.
Sin el concurso de PP y Ciudadanos para ninguna ley, Sánchez sigue dependiendo exclusivamente de Unidos Podemos y los partidos nacionalistas e independentistas que lo hicieron presidente. Mientras todo eso pasaba, el PP cambiaba de líder y Podemos asistía a la polémica por el chalé de sus líderes y a la posterior baja de éstos para cuidar a sus hijos. Ciudadanos parecía desdibujado.
Vuelta al cole explosiva
El inicio de curso ha sacudido el tablero político. En menos de dos semanas de septiembre ha caído el segundo ministro de Sánchez y ahora es él el que está en el centro de la polémica junto al líder del PP. El motivo es su propia integridad personal por sus tesis y trabajo de fin de máster, respectivamente. Sánchez ha pasado mala noche tras leer, a última hora de ayer, una información en ABC que rotundamente denuncia que plagió su tesis doctoral sobre diplomacia económica presentada en 2012, cuando nadie lo conocía. El Tribunal Supremo tiene que decidir en las próximas semanas si admite a trámite el caso contra Casado.
En el Congreso existe la sensación de que, una vez destapada la caja de pandora, ya será muy difícil cerrarla. Las dudas sobre la tesis de Sánchez, que el presidente no quiere publicar, amenazan con perseguirle en cada comparecencia y anular toda su estrategia política. El equipo del presidente asume que cada día tendrá que desayunar con un nuevo detalle que hace que pasen a un segundo plano sus prioridades de Gobierno.
Moncloa, sacudida esta noche hasta el punto de llevar al presidente a entrar en tromba a las 7:26 de la mañana ("las informaciones son rotundamente FALSAS"), difícilmente podrá sofocar esta nueva crisis sin dar explicaciones si quiere sobrevivir a las dudas expresadas este miércoles por Albert Rivera en un giro de guión inesperado.
Debate sobre las elecciones
En el PSOE y en el Gobierno late, desde que Sánchez llegó a la Moncloa, el debate sobre cuándo sería mejor convocar las elecciones generales. ¿En pocos meses, tras prometer una España distinta y para pedir la mayoría que la haga posible? ¿Más cerca del fin de la legislatura, para no arriesgarse a perder antes el Gobierno y poder presentarse con un buen balance de gestión, ganado a pulso en el Congreso?
La marcha de la ministra de Sanidad, Carmen Montón, y las dudas sobre la integridad del propio Sánchez han cambiado por completo los elementos sobre los que pivotaba la respuesta. El presidente ya barajaba celebrar elecciones en primavera y así lo ha reconocido en privado, como publicó este domingo EL ESPAÑOL, pero en su partido comienza a extenderse la sensación de fin de ciclo, aunque sólo sea 100 días después.
El motivo no es sólo esta semana negra para el Gobierno, que ha tenido que sacrificar a una ministra clave y ahora tendrá que concentrarse en salvar al presidente, sino una evidente falta de coordinación en el Gobierno, visible en numerosas rectificaciones, y un contexto político hostil para seguir tejiendo alianzas de cara a los Presupuestos y otras leyes clave. La situación en Cataluña tampoco ayuda. Los 84 diputados parecen rendir cada vez menos y, si el deterioro sigue, unas elecciones tardías podrían no reforzar mucho al PSOE en el Congreso de los Diputados.
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