El expresidente del Gobierno Felipe González lo resumió en un concepto para la Historia. Los que han ocupado la Moncloa son como jarrones chinos en apartamentos pequeños. En teoría tienen un gran valor, pero nadie sabe dónde ponerlos y están a merced de que un niño les dé un codazo y los haga añicos.
Pedro Sánchez no lleva ni un año en la Moncloa, pero ya sabe lo que es gestionar una crisis internacional con todos los expresidentes vivos, a excepción de Mariano Rajoy, dando consejos, presionando y expresando sus posiciones en público, coincidan o no con las del Gobierno o, incluso, expresándolas con más vehemencia cuando difieren.
Venezuela despierta un gran interés en José Luis Rodríguez Zapatero, que se ha empleado a fondo en mediar entre la oposición y el Gobierno de Nicolás Maduro y ha sido clave en la excarcelación de presos políticos. Pero Venezuela también trae de cabeza a José María Aznar y Felipe González, históricos antagonistas a los que la oposición a Maduro ha puesto de acuerdo en un mismo mensaje: es necesario reconocer a Juan Guaidó como presidente legítimo e interino de Venezuela y tanto España como la Unión Europea deben presionar para acabar con el régimen de Maduro.
La acción coordinada de González y Aznar, que firmaron un mismo manifiesto junto a otros expresidentes iberoamericanos y concedieron entrevistas en dos días consecutivos tras el juramento de Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional, son una enmienda a la totalidad de la estrategia del Gobierno, que asiste con estupor y tratando de aislarse. Pero González y Aznar no son nada más que referentes. Ocuparon el mismo despacho de Sánchez 22 años entre los dos y tienen amplia experiencia internacional, que han ido enriqueciendo tras dejar el cargo.
El martes, un día antes del juramento de Guaidó, Zapatero participó en un acto organizado por la agencia de noticias Servimedia donde defendió la mediación que lleva años abanderando con un gran coste personal.
Los augurios de Zapatero
Según dijo el martes, antes del estallido de la nueva crisis, hay un riesgo de que Venezuela "acabe en una grave confrontación civil" y en un "choque violento". Para evitarlo, según él, es necesaria responsabilidad y altura de miras en la comunidad internacional. Eso pasa, según él, por "favorecer el diálogo y el reencuentro" entre los venezolanos. "Eso no se consigue si demonizamos a una parte. Jamás se consigue" de esa manera, según él.
Después llegaron Aznar y González.
González hizo una gira por tres radios el jueves, menos de 24 horas después de que Guaidó se proclamase presidente y fuese reconocido ipso facto por EEUU, Canadá y el conocido como Grupo de Lima salvo México (Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay y Perú). En ella, el expresidente, con muchos contactos en el país pero muy alejado de Zapatero, reclamó el inmediato reconocimiento de Guaidó y aseguró que "a Maduro lo único que le queda es negociar cómo se va".
Para González, la mediación de Zapatero sólo ha servido para que Maduro pudiese "engañar a todo el mundo y para permanecer en el poder" como un "tirano arbitrario" que acabó por dar un "autogolpe" para "usurpar el poder", en referencia a las últimas elecciones presidenciales, no reconocidas por la comunidad internacional.
"Vida o muerte" y Sánchez "arrastrándose"
El viernes llegaron las declaraciones públicas Aznar, aunque ya se había pronunciado antes en su espacio en Facebook y a través del citado comunicado. "Es posible terminar con el régimen de Nicolás Maduro, si se quiere". Es "ahora o nunca, un asunto de vida o muerte", según él.
En el fondo, Aznar y González, enemigos históricos, están unidos en la posición: es necesario reconocer a Guaidó y derrocar a Maduro aplicando la máxima presión posible. Pero a la hora de criticar a Sánchez, a González hay que leerlo entre líneas mientras que a Aznar se le entiende perfectamente. Sánchez "debería dimitir" por su "dejación de obligaciones", según él.
"España tiene una obligación, no puede ir arrastrándose como está haciendo ahora, tiene que tomar la iniciativa, tiene que tener una posición, mantener esa posición y hacer que esa posición en España sea común de la UE. Desgraciadamente eso no ha sido así y España va por detrás cuando debe de ir por delante", según el expresidente popular, muy cercano al nuevo líder del partido, Pablo Casado. "No reconocer a Guaidó es apostar por la consolidación de Maduro", cree él para criticar la posición del Gobierno.
Estupor en el Gobierno
El Gobierno se desmarca de la opinión de los expresidentes y, especialmente, de su manera de expresarla. Moncloa cree que, en tanto que Gobierno, no puede hacer declaraciones incendiarias.
Su posición viene muy marcada por la presencia de 200.000 españoles en el país, cifra que se eleva a un millón si se tienen en cuenta el resto de ciudadanos de la Unión Europea.
La posición de España es compleja, no "blanco o negro", según dijo Borrell este viernes en una rueda de prensa tras el Consejo de Ministros.
"Nos gustará o no, pero Maduro tiene los resortes administrativos en su mano", dijo en referencia a la convocatoria de unas elecciones, que el Gobierno quiere que la UE le exija a Maduro, "presidente de facto", según Borrell.
"Lo que no nos gusta de este proceso son las situaciones violentas. Es lo que tratamos de evitar porque puede desestabilizar al conjunto de la región", advirtió Borrell.
El Gobierno no está en contra del reconocimiento de Guaidó, pero cree que puede tener poquitas consecuencias. "No tiene efectos mágicos", advirtió Borrell, que mantiene línea abierta con Maduro a través de las representaciones diplomáticas europeas en el país.
"Lo que no vamos a hacer es tuits pidiendo al Ejército venezolano que derroque violentamente al régimen". No lo dijo, pero de la crítica del Gobierno a los expresidentes se desprende que manifestaciones como esas son las que vinculan a González y a Aznar.
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