Nicolás Maduro no tiene ninguna intención de recoger el guante que la Unión Europea y Pedro Sánchez le tendieron este viernes al ofrecerle convocar unas elecciones reconocidas internacionalmente a cambio de no reconocer como presidente de Venezuela a Juan Guaidó, líder de la Asamblea Nacional, que este miércoles se proclamó jefe del Ejecutivo venezolano.
"Si ellos quieren elecciones que las hagan en España", dijo Maduro en una comparecencia pública este viernes por la tarde, arremetiendo contra Sánchez con un argumento que en España repiten, curiosamente, el PP y Ciudadanos, la oposición al presidente socialista. "No fue electo en ningún voto popular", dijo Maduro sobre Sánchez, que llegó al poder a través de una moción de censura.
Maduro se enroca y critica la propia legitimidad de Sánchez como presidente en España o la intromisión de la Unión Europea en la política interna venezolana. "No pueden dar lecciones ni pueden poner ningún ultimátum", advirtió, desafiante.
Así, el líder chavista da un portazo a la única posición templada que podía encontrar en el concierto internacional, más allá de sus aliados chinos, rusos o turcos.
El Gobierno español es uno de los artífices de la prudencia europea sobre Venezuela, que contrasta enormemente con la posición de firmeza y reconocimiento de Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, adoptada por EEUU o el conocido como el Grupo de Lima a excepción de México (Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay y Perú).
Según el análisis del Gobierno, Nicolás Maduro no caerá ni aunque la UE diga que el presidente legítimo de Venezuela es Guaidó, al que, en realidad, Pedro Sánchez es más partidario de reconocer que de no hacerlo. La bofetada de Maduro de este viernes, de convertirse en una posición formal y pasar del exabrupto, deja a Sánchez y la UE sin más salida que dar carta de naturaleza a la presidencia de Guaidó, aunque este no disponga de los resortes del poder.
La posición del Gobierno parte de un pesimismo general sobre la capacidad de influencia que puede tener la presión internacional. Reconocer a Guaidó se está convirtiendo en un caballo de batalla para Sánchez, muy presionado en España por PP y Ciudadanos, pero también por los expresidentes José María Aznar y Felipe González, que quieren que el Ejecutivo adopte una línea más combativa con Nicolás Maduro y haga que la Unión Europea la asuma.
Pero ni Exteriores cree ni que una extrema dureza retórica pueda tener demasiadas consecuencias prácticas sobre el terreno ni cuenta con la unanimidad de sus socios europeos para adoptar esa posición.
Reconocer a Guaidó "no tiene efectos mágicos", advirtió Borrell este viernes en Madrid tras la rueda de prensa del Consejo de Ministros. "Maduro tiene los resortes administrativos en su mano", advirtió, algo a lo que se añade el apoyo de la cúpula militar. En palabras de un diputado en contacto con Borrell: "Estamos ante un régimen no fácil de implosionar y con capacidad de aguante, eso es un hecho".
No al "seguidismo" de Trump
Exteriores añade más elementos a la ecuación. Cree que EEUU ha jugado un rol crucial en la proclamación de Guaidó y que el pronto reconocimiento de muchos países puede hacer pensar en un proceso teledirigido. En ese sentido, España no quiere hacer "seguidismo" de Donald Trump, especialmente si apostar por eso no resuelve la crisis y sume al país en un conflicto violento.
Sánchez cree, siguiendo las tesis de José Luis Rodríguez Zapatero, que hay ya un "pueblo opositor" y un "pueblo chavista", según expresó el expresidente esta semana, y que Maduro está más preparado para resistir de lo que se piensa. "Lo que no nos gusta de este proceso son las situaciones violentas. Es lo que tratamos de evitar porque puede desestabilizar al conjunto de la región", advirtió Borrell.
Pero, por otra parte, en la UE no hay unanimidad sobre el reconocimiento. Los países del este no tienen un particular interés en hacerlo, como Austria, que apuesta por la no intervención. El Gobierno de Grecia está mucho más cerca de Maduro, algo que puede apreciarse en el comunicado de esta semana emitido por Syriza, el partido en el poder.
Francia y Alemania están más por el ultimátum que este viernes explicó Borrell en rueda de prensa mientras era debatido en una reunión de embajadores en Bruselas. O Maduro convoca unas elecciones presidenciales con garantías internacionales, o España y la Unión Europea reconocerán a Guaidó y la la vía diplomática estará camino de extinguirse.
Vías abiertas con Maduro
De momento, Sánchez apuesta por mantener vías abiertas con Maduro a través de la embajada y de esa exigencia de elecciones, que es lo mismo que reconocer que el heredero de Chávez aún puede seguir ocupando el cargo. "Es el presidente de facto", justificó Borrell.
En juego hay aún más cartas sobre la mesa. Las apuntó el propio Guaidó esta semana al lanzar anzuelos al régimen para tratar de resquebrajarlo. De momento, sin éxito. Se trata de sendas amnistías para el Ejército, al que el presidente de la Asamblea Nacional quería seducir, y después al propio Maduro y los miembros de su Gobierno.
Guaidó trata así de ofrecer una salida a piedras angulares del régimen con tal de derrocarlo. Lo mismo, aunque en otro plano, hace la UE, con España a la cabeza, al ofrecer a Maduro una salida. Si Maduro convoca unas elecciones que puedan ser reconocidas por la comunidad internacional en un plazo "necesariamente corto", según Borrell, podría seguir en el poder e incluso presentarse. Su marcha del poder no sería abrupta y, por el camino, tendría tiempo para negociar su estatus posterior.
Esa es, según en Gobierno, la única fórmula que puede evitar un brusco deterioro de la situación. "Lo que no vamos a hacer es tuits pidiendo al Ejército venezolano que derroque violentamente al régimen", resumió Borrell. Sin embargo, la posición de Maduro podría dejar a Sánchez sin muchas más opciones.
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