Hay quien en el PSOE tiene sudores fríos. "Como Podemos no aguante, después del 26 de mayo lo podemos tener muy difícil", según uno de los múltiples dirigentes socialistas que ven con espanto cómo la formación morada va camino de destruirse a sí misma. La explicación es sencilla. Numerosas voces en el PSOE temen que tras las elecciones autonómicas y municipales de mayo, el PP recupere altas cotas de poder institucional a pesar de cosechar el peor resultado de su historia gracias a pactos con Ciudadanos y Vox. En otras palabras: lo mismo que le ocurrió a los socialistas en 2015, cuando contaron con Podemos.
Sin embargo, la crisis de Venezuela y el fuego cruzado que Pedro Sánchez está recibiendo tanto por la izquierda como por la derecha le ha llevado a reivindicar un espacio intermedio en el que el presidente del Gobierno no ahorró en ataques a unos y a otros. De PP y Ciudadanos dijo que tienen "mucha testosterona" y cero "escrúpulos" a la hora de utilizar "el dolor del pueblo venezolano". El mensaje era esperado.
Pero en su mitin de precampaña en Valencia, Sánchez también fue a por Podemos e Izquierda Unida. "A esa otra izquierda le digo una cosa muy clara: la izquierda nada tiene que ver con Maduro, es todo lo opuesto a Maduro en Venezuela".
Un ataque a Iglesias
Se trata de un torpedo en la línea de flotación de Unidos Podemos pero, sobre todo, en la maltrecha fortaleza de Pablo Iglesias. El líder morado ve, desde su baja por paternidad, cómo su partido hace aguas por la decisión de Íñigo Errejón de concurrir por Madrid a las elecciones autonómicas con una nueva plataforma aliado a la alcadesa de Madrid. La tormenta posterior ha incluido la dimisión del líder de Podemos en la Comunidad de Madrid, Ramón Espinar, y un sinfín de críticas en redes sociales. La guerra interna en Podemos ya es abierta, a la vista de todos, y no sólo sobre el planteamiento político o estratégico del partido: es un pulso por el poder.
Por el camino se ha mezclado la proclamación de Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela, su reconocimiento por buena parte de la comunidad internacional y innegable responsabilidad de Maduro en la grave crisis política y humanitaria que vive su país. Todo son malas noticias para Podemos, cuyos líderes han bebido de la izquierda latinoamericana y se han deshecho en elogios tanto hacia Hugo Chávez como hacia Nicolás Maduro.
Mientras a Iglesias apenas se le conoce una vaga y genérica disculpa, hace unas semanas en el Senado, Errejón ha comenzado a rectificar. "La situación en Venezuela me parece un desastre. Y que yo no quiero eso para mi país", dijo en una entrevista publicada este domingo en El País.
Sánchez ha pasado de no expresar una posición a la espera de la Unión Europea a ser más duro que la resolución de los 28, un mínimo común denominador del que se han desmarcado Francia, Alemania, Reino Unido, Portugal u Holanda tras el ultimátum de España.
Sánchez abre el espacio de la moderación
Ahora mismo, PP y Ciudadanos están fuera del consenso europeo, ya que acusan a Sánchez de ser cómplice del "tirano" Maduro mientras sus socios europeos son menos contundentes contra él que el propio Sánchez. E Iglesias, que no da abasto con los problemas, tiene que soportar como Sánchez le aprieta las tuercas recordándole que no hay nada de izquierdas en los actos de Maduro, que en un gesto desafiante ha arremetido incluso contra la moción de censura que es reivindicada en España como un logro propio del partido morado.
"Podemos se va a quedar electoralmente en la mejor versión de la Izquierda Unida de Anguita", auguraba esta semana un presidente autonómico socialista en conversación con este diario. Aun a riesgo de que su desmoronamiento perjudique las posibilidades del PSOE de revalidar algunas comunidades autónomas y alcaldías, Sánchez espera poder abrir un gran espacio de moderación en el centro en el que el objetivo a batir es, en realidad, Albert Rivera.
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