La célula yihadista liderada por el imán Abdelbaki Es Satty se había marcado una serie de objetivos contra los que atentar: desde la Sagrada Familia de Barcelona, pasando por la Tomatina de Buñol o el estadio Santiago Bernabéu, entre otros. Lo cierto es que una deflagración incontrolada en una casa de Alcanar frustró sus planes y los terroristas improvisaron el ataque sobre Las Ramblas y Cambrils. Sus planes, no obstante, pasaban por una masacre mucho mayor, de una envergadura similar a los del 11-M en Madrid. Han pasado 15 años desde entonces y, ahora, surge una pregunta. ¿Sería posible otro atentado similar? Analistas, informes de seguridad y Fuerzas de Seguridad coinciden: sería más difícil pero sí, porque la seguridad total es imposible. Y ponen el foco sobre los retornados y en los radicalizados en prisión.
“Sin dejar de atender a los lobos solitarios, la principal amenaza se encuentra en aquellos combatientes que se marcharon a zonas de conflicto y ahora regresan. O los presos que se radicalizan en prisión y que quedan en libertad”. Así se expresan fuentes de la lucha antiterrorista consultadas por EL ESPAÑOL. Confirman que sí es posible que se produzca una nueva masacre, pero matizan la afirmación: “Lograrlo con una estructura similar a la de la célula del 11-M es mucho más difícil que hace 15 años”. Aquellos atentados se cobraron la vida de 193 personas y dejaron más de 2.000 heridos.
230 'españoles' han viajado a Siria o Irak
En la nueva Estrategia Nacional contra el Terrorismo, recientemente publicada, se aborda la grave amenaza que constituyen los combatientes terroristas extranjeros, retornados desde zonas de conflicto que están dispuestos a morir si arrastran con ellos a una gran cantidad de personas. Desde el Ministerio de Interior controlan a una cuarentena de ellos, pero la cifra puede ser mayor. Como adelantó este diario, el CNI, bajo supervisión de los servicios secretos marroquíes, llevó a cabo una serie de interrogatorios al norte de Siria a yihadistas sobre sus vínculos con España.
Carlos Igualada, investigador y director del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo, advierte de que los retornados “pueden volver bastante radicalizados y con intención de cometer atentados”. Según los datos que maneja, 230 individuos con nacionalidad o residencia en España se han desplazado a Siria o Irak los últimos años: “Un alto porcentaje de ellos ha muerto y una parte menor ha decidido volver a España o desplazarse a otros países de Europa”.
Los retornados, apuntan las mismas fuentes de lucha antiterrorista, tienen las destrezas para utilizar armas y moverse con rapidez. Ya las han utilizado en Siria o Irak. Las continuas derrotas militares del Estado Islámico ha empujado a muchos de sus combatientes a regresar a países occidentales. El líder de la organización, Abu Bakr al Baghdadi, reapareció el pasado mes de agosto tras fuertes rumores sobre su posible muerte y animó a sus seguidores a atentar, allá donde se encuentren.
Cientos de presos saldrán de las cárceles
Pero hay otra amenaza sustancial que hace pensar que un nuevo 11-M es posible: la radicalización dentro de los centros penitenciarios. Los cuerpos de lucha antiterrorista distinguen entre los internos que cumplen condenas por delitos relacionados con el yihadismo y los presos comunes que se radicalizan entre rejas.
Entre 2019 y 2020, cientos de internos condenados por sus vínculos con el yihadismo saldrán de cárceles de toda Europa, y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad españoles están llamados a desempeñar un papel destacado en la lucha antiterrorista a nivel europeo.
El peligro de estos individuos, señalan fuentes de seguridad, no es tanto su capacidad de reintegrarse en organizaciones terroristas para perpetrar atentados como que generen un foco de desestabilización dentro de las propias cárceles. Si no se frena esta actuación, las cárceles pasarán a ser una parte más del problema y no de una posible solución preventiva.
Miguel Ángel Cano, investigador y profesor de Derecho Penal y Criminología de la Universidad de Granada, lamenta que “los sucesivos gobiernos” españoles no han puesto en marcha una estrategia de desradicalización hasta el 2010, cuando se incorporó a la agenda política: “La amenaza proveniente del terrorismo de base yihadista se basó en un primer momento en estrategias exclusivamente policiales, penales y de inteligencia”, afirma en la Revista de Estudios en Seguridad Internacional.
Radicalizados en prisión y retornados, dos perfiles que exigen una mayor dedicación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Y todo ello sin olvidar a los lobos solitarios, individuos que se han radicalizado y que están dispuestos a perpetrar un atentado con los medios de los que dispone. No es necesario que elaboren un plan complejo; les basta con tener acceso a un vehículo (Niza), a cuchillos (París, Bruselas, Manchester...), a armas que se venden en el mercado negro (Trébes).
La dificultad de crear un entramado
Esos planes de actuación contrastan con la preparación de la célula que perpetró los ataques del 11-M en Madrid. En ese caso, los terroristas planificaron una serie de explosiones coordinadas en el tiempo. Su estrategia falló por unos minutos y las bombas no estallaron en el preciso instante en el que se cruzaban los vagones, tal y como habían planeado. En cualquier caso, la masacre fue total.
Las capacidades de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado han evolucionado desde entonces. Herederas de medio siglo de lucha contra ETA, ahora han adquirido las destrezas para hacer frente a la amenaza terrorista. Policía Nacional, Guardia Civil, CNI y policías autonómicas -coordinadas a través del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO)-, poseen una estrategia que es imitada en países de nuestro entorno.
Desde los atentados del 11-M, el Ministerio de Interior ha practicado casi 800 detenciones relacionadas con actividades yihadistas, en muchos casos desarticulando tramas complejas y con intenciones terroristas. El intercambio de información con otros países -no sólo europeos, también con Marruecos, entre otros-, ha sido clave para el éxito de estas operaciones.
Pero bajo la premisa de que la seguridad total no existe, los cuerpos de lucha antiterrorista mantienen la alerta. Aniversarios destacados, eventos multitudinarios, acontecimientos relacionados (como derrotas militares en sus países físicos de origen) multiplican el riesgo ante una amenaza que no se extingue.
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